John M. Ackerman
MÉXICO,
D.F. (Proceso).- Con la consumación de la contrarreforma energética se
cierra la primera etapa del sexenio de Enrique Peña Nieto. Dos años de
intensa propaganda a favor de la privatización del petróleo, el
desmantelamiento de los derechos sociales y el sacrificio de la
soberanía nacional han rendido frutos para los corruptos. La compra de
la Presidencia de la República ha desembocado en la venta del país.
Pero la segunda etapa del
sexenio será mucho más complicada que la primera. El régimen
autoritario será duramente castigado por la sociedad si no cumple con
sus promesas de transformación mágica del país a partir de sus
“reformas estructurales”. Todos recordamos los numerosos spots que puso
en circulación la Presidencia de la República en que jóvenes detenían
recibos de luz y de gas donde se reducían los saldos de manera
asombrosa impulsados por alguna fuerza oculta (un ejemplo aquí:
http://ow.ly/A3XOp).
Una vez que los PRIANRDistas se despierten de la cruda de
sus festejos por haber bolseado al pueblo mexicano e hipotecado el
futuro de la juventud del país, vendrá la ardua tarea de cumplir con
las irresponsables promesas que han hecho a la población. En ese
momento todo el sistema autoritario podrá derrumbarse como un castillo
de naipes.
Con el fin de evitar convertirse en víctimas de sus
propias mentiras, los voceros del régimen hoy realizan desesperados
esfuerzos por bajar las expectativas ciudadanas al señalar que los
resultados de las reformas no se percibirán hasta dentro de 5, 10 o 20
años. Piden paciencia a la población y confianza en sus buenas
intenciones.
Lo mismo hizo Vicente Fox y su sexenio naufragó en el
intento. El primer presidente panista jamás pudo cumplir con sus
promesas de hacer que la economía creciera a un ritmo de 7% al año o de
introducir nuevas coordenadas democráticas en el ejercicio del poder
público. Se perdió la oportunidad histórica de llevar a cabo una
transición democrática y hoy vivimos las consecuencias de ello con la
consolidación de todas las viejas formas de hacer política.
Los integrantes del PRIANRD confían que sus nuevos
negocios en las materias energéticas y de telecomunicaciones les
generarán suficientes ingresos extraordinarios para seguir comprando su
acceso al poder público. Saben que el nuevo Instituto Nacional
Electoral (INE) no hará nada para detener el flujo de dinero ilegal a
las campañas electorales. Los partidos tradicionales colocaron ahí a 11
consejeros fieles a la causa de la corrupción precisamente para
mantener el status quo de impunidad estructural.
Cada día el sistema político mexicano se asemeja más al
estadunidense. Al norte de la frontera las victorias electorales no
dependen de las propuestas de los candidatos o de su cercanía con el
electorado, sino única y exclusivamente de su capacidad de recaudar
fondos entre los personajes más poderosos del país. México todavía
cuenta con un marco jurídico de vanguardia en materia electoral. Pero
en la práctica el artículo 41 constitucional no es más que un papel
mojado.
En este contexto, se da la paradoja del surgimiento de un
nuevo partido político de izquierda, Morena, precisamente en el momento
en que las oportunidades electorales para la izquierda parecieran
clausuradas.
La buena noticia es que se abre una oportunidad histórica
para reunificar a la izquierda política. En los próximos meses habrá
una fuerte desbandada hacia las filas de Morena de militantes del
Partido de la Revolución Democrática (PRD), el Partido del Trabajo (PT)
y Movimiento Ciudadano (MC). Es probable que en las elecciones de 2015
Morena se convierta en la segunda fuerza política nacional y que PRD,
PT y MC se encaminen hacia una sana desaparición. Esta renovación de
siglas y reagrupación de las fuerzas políticas de izquierda será
sumamente positiva para articular las luchas por venir.
El gran reto, sin embargo, es evitar que ocurra lo mismo
con Morena que aconteció con sus predecesores. Es urgente y necesario
tomar medidas para abrir este nuevo partido a la participación
democrática, así como descentralizar la toma de decisiones. De otra
forma, se repetirán todos los mismos errores del ciclo de fracaso
electoral encabezado por el PRD entre 1989 y 2014.
La mejor señal de este fracaso son los gobernadores y el
jefe de gobierno actualmente emanados de este partido: Miguel Ángel
Mancera, Ángel Aguirre, Arturo Núñez, Graco Ramírez y Gabino Cué. El
elitismo, priismo y pobre desempeño de estos mandatarios han generado
una fuerte demanda ciudadana para una alternancia hacia una izquierda
realmente comprometida con el pueblo.
Pero si Morena quiere encabezar una nueva etapa en la
vida política del país debe evitar la tentación de apostar a los mismos
cuadros de siempre que salen bien en “las encuestas” y son bien vistas
por las élites del partido y de la sociedad. Al contrario, el partido
tendría que impulsar nuevos candidatos y candidatas con gran arraigo
popular, propuestas nuevas y una clara vinculación con los movimientos
sociales de base.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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