Para millones de jefes de familia el regreso a clases ha representado más deuda y carencias. Descubren que eso de la educación gratuita es pura falsedad.
Cuando uno se asoma a la televisión parece el mundo feliz el que viven millones de estudiantes y maestros que regresaron a clases este lunes 18 de agosto. En los noticiarios de medios masivos aparecen sonrientes el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa presumiendo de manera espléndida la entrega de tabletas digitales para relucientes niños de primaria, como en el país de las maravillas.
Nos dicen que esa entrega de miles de tabletas es resultado de la reforma educativa, uno de los grandes proyectos de este régimen que se ha impuesto de manera autoritaria. Estarán, nos dicen, los mejores maestros que ingresarán mediante concurso, eso sí, desconociendo sus derechos, pisoteándolos y haciéndolos a un lado de cualquier proyecto educativo.
Pero necesito apagar el televisor para comprender la otra realidad, la que no relatan los medios tradicionales. Necesito que me responda el gobierno ¿cuántos miles de niños hay en lugares apartados que no gozan siquiera de un pupitre, un pizarrón, maestros que atienden varios grados escolares en una sola aula o al aire libre, en miserables condiciones? Necesito saber por qué ocultan esa realidad en los medios de comunicación, como si nada pasara.
Maestros y estudiantes de las zonas rurales que deben hacer recorridos de varios kilómetros para encontrarse unos a otros. Educadores que deben dar clases en aulas que no son aulas, pupitres desvencijados, con un hacinamiento atroz, en pequeños espacios, en cursos, en los que a pesar de todo, con tanta emoción esperan los niños. A veces con cánticos o lecturas en voz alta o juegos, los maestros y maestras buscan que los niños aprendan a pesar de tantas adversidades.
-No se imagina cuánta emoción es ser maestro, me decía hace poco uno de ellos. Con la sonrisa de los niños, con esa fuerza que nos dan, con esa curiosidad del día a día de aprender más y más, aumenta mi pesar por el abandono gubernamental.
-Los padres, a pesar de su inocultable pobreza, me dice una profesora, también ilusionados hacen lo posible para que esas escuelas abandonadas por el gobierno tengan al menos, un mínimo de dignidad. -Algunos llevan un pequeño banco de madera para su hijo, otros cooperan con los gises o material de trabajo, otros más hacen jornadas de limpieza en aulas y baños, porque no tenemos personal para esas tareas.
La reforma educativa, esa que presume el gobierno como obra magnifica, recae en los hombros de las familias más pobres. Esas leyes de la reforma educativa tuvieron por objeto desligar de responsabilidades al gobierno federal y pasársela cómodamente a los municipios y éstos a su vez, cínicamente, a los padres de familia.
Éstos tienen que armar “cooperaciones voluntarias” que se vuelven obligatorias para que a las escuelas no se queden sin agua o luz eléctrica o para material didáctico de uso diario, porque los municipios simplemente no tienen presupuesto para esos menesteres. ¿De dónde saco dinero, dicen las autoridades municipales, si el congreso estatal ni siquiera nos considera? –No tenemos ni para pagar salarios de policías; para escuelas menos.
Los diputados estatales nada más levantan los hombros cuando se les reclama mayor presupuesto para los centros escolares. Eso sí, las leyes estatales de la reforma educativa que la mayoría de los legisladores ni siquiera conoció fueron aprobadas por ¡disciplina partidaria!, como moneda de cambio.
En realidad ese remedo de legisladores, son una vergüenza al haber endosado a los padres de familia gastos que corresponde al Estado cubrir. La gratuidad es el gran mito de la reforma educativa.
Para millones de jefes de familia el regreso a clases ha representado más deuda y carencias. Descubren que eso de la educación gratuita es pura falsedad. Han tenido que enfrentar la compra de uniformes y útiles escolares que a la mayoría de los funcionarios de cuello blanco no les importa salvo conveniencia política.
-Pero lo que uno tiene que hacer por los hijos, hasta préstamos tenemos que pedir a grandes intereses. Pero no importa, no podemos fallarles, me dice una madre de familia con una sonrisa que parece más bien de angustia.
Hay dizque “sociedades de padres de familia” manejadas por vivales que en colusión con las autoridades condicionan la permanencia de los estudiantes que no están al corriente de sus “cuotas voluntarias”.
Las cooperaciones “voluntarias” que hicieron los padres en el pasado ciclo escolar, ya en tiempos de la reforma educativa, se convirtieron en dinero público de la noche a la mañana. El dinero juntado de los bolsillos privados, con desfachatez, fue facturado a nombre de las secretarías de Educación Pública de los estados de la República, como si fueran recursos gubernamentales.
Los discursos públicos que aparecen en las televisoras dicen que vamos avanzando y que la educación gratuita es el mayor logro gubernamental, todo es una mentira. La realidad es que los padres de familia tienen que sostener esas escuelas de esos municipios olvidados de nuestro país. Pero ya basta de tanto engaño.
Correo: mfuentesmz@yahoo.com.mx
Twitter: @Manuel_FuentesM
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