Desde hace dos décadas, los
hermanos Alberto y Edgardo Aguilar han sido claves en la promoción,
difusión y animación del jazz en México, mediante los festivales Ars
Nova y Jazz Book, en el foro de El Convite, o más recientemente, en los
festejos del Día Internacional del Jazz, en el Parque Hundido.
Hasta hace muy poco, la fonda El Convite era referencia obligada,
inevitable, del jazz en la Ciudad de México, pero de buenas a primeras
los Aguilar decidieron suspender el servicio nocturno, y con ello, los
conciertos de jazz que desde hacía años eran una suerte de ritual para
los cientos de melómanos que frecuentaban el lugar, siempre al amparo de
la noche y en el entendido de que ahí, infaliblemente, iban a encontrar
buena música.
Sin mucho especular, parroquianos y gentiles suponíamos que el cierre
de actividades nocturnas se debía al asalto que había sufrido El
Convite meses atrás. Para salir de dudas y platicar de los conciertos y
festivales extramuros que organizan los Aguilar, nos fuimos a platicar
con ellos.
“El año pasado cumplimos 20 años –dice Alberto– y queríamos
evolucionar en otras ramas que van creciendo de forma natural en El
Convite. Nuestra base es la comida, y ahora queríamos poner algo que
tuviera un crecimiento sustancial para el negocio. Entonces abrimos una
pastelería en diciembre pasado y dividimos el equipo; pero también
queríamos continuar con los proyectos de producción musical, como el Ars
Futura, y darnos tiempo para los viajes que planeamos este año.”
Al mencionar a la gente acostumbrada a ir a El Convite para escuchar
jazz las noches de jueves, viernes y sábado, Edgardo toma la palabra.
“Desde hace un tiempo estábamos considerando quitar las cenas, por el
desgaste de estar cerrando tarde durante 20 años, pero también por los
nuevos proyectos que se estaban postergando y que realizamos al terminar
2016. El asalto fue en octubre y cumplimos nuestra agenda, pero nos
dimos cuenta de que el desgaste era tal que era imposible seguir.
Tuvimos que evaluar y tomar una decisión. Sabíamos que iba a haber mucha
gente que confundiría una cosa con la otra. Sin embargo, dijimos: ‘No
importa, vamos adelante con el plan que ya tenemos’.
“Entonces, para iniciar 2017 decidimos suspender los conciertos
nocturnos, por lo menos hasta que integráramos un nuevo equipo, porque
es muy matado que el que se encarga de desayunos y comidas también haga
las cenas. Pero en ese inter, la decisión de suspender las cenas nos
hizo reforzar festivales como Ars Futura y dedicar más tiempo a terminar
el documental (sobre el jazz en México) que estamos haciendo desde hace
tiempo.
“Claro, algunos de nuestros clientes dijeron ‘No nos quiten
ese espacio’, y fue por eso que lo retomamos los sábados a las tres de
la tarde, en el horario que tenemos con un equipo bien consolidado. En
los conciertos continuamos con la ventaja de que ahora no hay cóver.
Seguimos con proyectos de buen nivel, como Todd Clouser, Fer Ruvel,
Fredy Vega, Luz Varela, Luri Molina; en fin, una cartelera muy
interesante, de muy buen nivel. Este nuevo ciclo se llama Jazz Gourmet.”
Alberto añade: “Es la misma dinámica que teníamos en las noches:
haces tu reservación y te pasas un muy buen rato. Pero el punto de poder
descansar es muy importante para nosotros después de 20 años de
muchísimo trabajo. También nos da la posibilidad de refrescarnos y
buscar que ocurran nuevas cosas a nivel musical, no sólo en el jazz,
sino con músicas diferentes. Para nosotros, hay una cosa que… se está
quedando estancada; hay un nivel de confort completo y ya no hay tanta
efervescencia en proyectos musicales que se concreten bien, que no se
conviertan en un espagueti de sacar discos y discos pero que no
suenan en ningún lado. Es muy importante para nosotros tener la
posibilidad de encontrar un camino para volver a hacer que el jazz y su
influencia en otras músicas funcionen como esperamos.”
El columnista habla de la influencia de otras músicas en el jazz y
viceversa, de la tan mentada retroalimentación que siempre se ha dado
entre los sonidos todos del planeta, aunque antes tenían que pasar años
(o siglos) para que pudieran encontrarse y fusionarse (o al menos
flirtearse). “Estoy entendiendo –dice a los Aguilar– que ustedes piensan
que el jazz en este país ha caído en un confort que lo estanca y le
impide proponer nuevas rutas, que ya no se toman riesgos… aunque eso es
generalizar mucho ¿no?”
Edgardo lo piensa dos segundos:
Creo que la escena que creció en esta ola reciente del jazz en México está repitiendo la misma fórmula, en vez de arriesgarse, como lo hicieron en un principio. Los que escuchamos jazz ya conocemos esos sonidos, esos lugares. Y ya hay un nuevo público que está buscando cosas nuevas. A nosotros, como proyecto de proyección e impulso, nos parece que muchos sí están estancados.
Salud.
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