Luego indicó que el episcopado mexicano, como cada una de las
diócesis del país, tienen “normas” muy estrictas para “afrontar ese mal
tan grave” que tanto daña a la Iglesia.
Sin embargo, en junio de 2003, cuando era obispo de Texcoco, se
descubrió que Aguiar Retes tenía como párroco al sacerdote pederasta
nicaragüense Zenón Corrales Cabrera, a quien la justicia de su país
estaba buscando por abusar sexualmente de varias mujeres menores de
edad.
Aguiar Retes tenía trabajando al “padre Zenón” en el poblado
mexiquense de Otumba, concretamente en el espléndido templo de La
Purísima Concepción, con su regio convento adyacente, verdaderas joyas
arquitectónicas levantadas en el siglo XVI.
Escondido de la justicia de su país, el padre Zenón oficiaba
diariamente sus misas de siete de la mañana y mediodía. Y presenciaba,
feliz, las tradicionales carreras de burros que han dado fama a ese
poblado aledaño a las pirámides de Teotihuacán.
El padre Zenón había huido de la diócesis nicaragüense de Matagalpa, a
la que pertenecía, luego de que se le fueron acumulando denuncias por
sus abusos sexuales, ampliamente documentados por la prensa local, que
lo consideraba “el más peligroso pederasta” de Nicaragua.
Entrevistadas en Matagalpa por este semanario, Tatiana Sequeira,
integrante de la Comisión de la Mujer, y Geni Gómez, del Grupo Venancia,
relataron entonces que desde los años ochenta los informes sobre
violaciones a los derechos humanos ya documentaban los abusos sexuales
del sacerdote (Proceso 1389).
Abusaba, por ejemplo, de adolescentes campesinas integradas al grupo
religioso “Hijas de María”, a las que enseñaba a rezar y a entonar
cánticos religiosos. Algunas incluso resultaron embarazadas por el
sacerdote.
No fue sino hasta el 8 de diciembre de 1998 cuando se interpuso la
primera denuncia por abuso sexual ante el Juzgado Segundo de Distrito
del Crimen, de Matagalpa. Y fue porque el padre Zenón subió a su jeep a
una adolescente de 16 años y ahí la violó. Esa denuncia no prosperó
gracias a las influencias y a la investidura sacerdotal de Corrales
Cabrera.
Pero en marzo de 1999 el padre Zenón cayó finalmente preso por
“violación frustrada”, ya que, en un centro turístico de Masachapa –al
sur de Nicaragua–, intentó violar a una niña de 10 años, a la que pudo
rescatar su padrastro, quien luego denunció al sacerdote. Pero éste fue
liberado gracias a la intervención del obispo de Matagalpa, Leopoldo
José Brenes.
Para entonces ya varios medios locales –como El Nuevo Diario y La
Boletina– documentaban profusamente los abusos del cura pederasta.
Mientras que varias organizaciones de derechos humanos pedían que se le
castigara.
La Red de Mujeres de Matagalpa, que aglutina a varias organizaciones
feministas, publicaba desplegados exigiéndole a la Procuraduría de
Nicaragua que lo aprehendiera, por ser “un peligro para las mujeres, la
juventud y la niñez”.
Al parecer ya se le iba a arrestar cuando el obispo Brenes, su superior jerárquico, tomó la decisión de desaparecerlo.
Contó entonces Geni Gómez:
“No volvimos a saber de él. La diócesis de Matagalpa no dio
explicación alguna. Guardó silencio. Había rumores de que le habían
prohibido oficiar. Unos decían que estaba en Costa Rica; otros, que
cumplía un duro castigo en algún lugar apartado.”
Por pura casualidad se descubrió que estaba en la diócesis de
Texcoco, trabajando para Aguiar Retes; fue a raíz de que se le denunció
ante la Secretaría de Gobernación, por realizar proselitismo político a
favor del PRI. Entonces salió a relucir aquí su nombre… y su escondite.
El entonces vocero de la diócesis de Texcoco, Eduardo Israel Salazar,
salió en defensa del cura, negando las acusaciones y diciendo:
“Usted bien lo sabe; siempre hay grupos de opositores que quieren
dañar la imagen moral de nuestros sacerdotes. Lo que sí puedo decirle es
que el padre Zenón es un gran sacerdote. Supo ganarse el cariño y la
admiración de los fieles de Otumba.”
Este reportaje se publicó el 7 de enero de 2018 en la edición 2149 de la revista Proceso.
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