Chomolungma es el
nombre tibetano para la montaña más alta de nuestro planeta. Significa,
literalmente, diosa madre del mundo o del universo, aunque el Monte Olimpo de Marte
le triplica en altura. En 1865 la Real Sociedad Geográfica británica decidió
que ni Chomolungma ni ninguno de los otros nombres que usaban las poblaciones
locales eran adecuados. El entonces director de esta institución decidió honrar
a su antecesor, sir George Everest, usándolo como epónimo, aunque este un
topógrafo de la India colonial no tenía ninguna relación con este monte en
particular.
Desde que en el
siglo XVIII y XIX el alpinismo se convierte en deporte, las mujeres hemos
estado ahí. Múltiples damas victorianas y eduardianas recorrieron las cumbres
nevadas con sus faldas hasta los tobillos, como es el caso de Lucy Walker.
Casualidad o no, varias sufragistas compartieron esta afición, como es el caso
de las estadounidenses Annie Smith Peck, que coronó los 5.636 metros del
Citlaltépetl, o la cartógrafa y exploradora profesional Fanny Bullock Workman,
que en 1917 se fotografió a más de 6.000 metros de altitud con un cartel que
reclamaba el derecho al voto para las mujeres.
En los últimos
años, las mujeres que viven y trabajan en las faldas de las montañas han
decidido tomar la cima. Es el caso de las conocidas como cholitas escaladoras
de Bolivia, un grupo de mujeres indígenas que, vestidas con sus polleras y
trenzas tradicionales, han coronado este año el Aconcagua. En Nepal, uno de los
países más pobres del mundo, las sherpanis también trabajan como porteadoras y
guías. Entre las montañeras más destacadas encontramos nombres como Pasang
Lhamu Sherpa, la primera nepalí en alcanzar la cumbre del Everest.
Sumaj Orcko (el
cerro hermoso, según lo conocían los incas) o el Cerro Rico del Potosí, como lo
nombraron los españoles, es un símbolo del colonialismo extractivo que se llevó
a cabo en el continente americano y que aún hoy continúa vigente. Las minas de
plata del Potosí son el epicentro de un modelo capitalista que tiene el trabajo
forzado en su propia forma de ser (en este caso, el sistema de la mita y sus
indios mitayos) así como la producción de capital para la satisfacción de
deudas adquiridas con los bancos europeos. Este capitalismo extractivo -que,
como podemos comprobar, sigue vigente en la forma de otras multinacionales como
Repsol- se dio la mano con la evangelización del territorio y, en concreto, con
el sincretismo que transforma esta dadivosa montaña en la Virgen María, a la
que se encomiendan quienes se benefician de la plata para seguir
enriqueciéndose.
En 2010, el grupo
anarcofeminista boliviano “Mujeres Creando” realizó la performance “Virgen
Barbie” una acción que exorciza la figura femenina de la Virgen como
legitimadora del sistema colonialista y donde la propia Virgen toma la palabra
y huye (literalmente) de todas las opresiones que se instauraron en el siglo
XVI y que siguen vigentes en los territorios usurpados a los indios autóctonos.
Si hablamos de
señoras y montañas también podemos mirar a sus entrañas. En 2013 una expedición
de científicas espeleólogas -también conocidas como “astronautas subterráneas”-
Marina Elliott, Becca Peixotto, Alia Gurtov, Elen Feuerriegel, Katherine
Lindsay Eaves y Hannah Morris extrajeron de la cueva sudafricana Rising Star restos
del Homo naledi, una nueva especie humana que ha trastocado la interpretación
de la historia de la evolución.
En su vertiente de deporte-ciencia, y en el Estado español,
Providencia Mitjans es la primera mujer que tenemos constancia que
realizó un descenso espeleológico, en 1908, y Eva Illing, en 1913, se
convierte en la primera en relatar su aventura. En épocas más recientes,
destaca Carmen Portilla, especializada en espeleobuceo y directora del
programa ‘Al filo de lo imposible’.
*Este artículo fue retomado del portal pikaramagazine.com
Bilbao, Esp.
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