Rogelio Vargas Garfias*
Doña Rosario Ibarra de
Piedra no pudo participar en la ceremonia en la que el Senado le
entregaría la medalla Belisario Domínguez 2019. En su representación
recibió la presea su hija Claudia Isabel, quien leyó el mensaje en el
que su madre le dice al presidente de la República, Andrés Manuel López
Obrador, por qué deja en sus manos la custodia de tan preciado
reconocimiento.
Te pido que me la devuelvas junto con la verdad sobre el paradero de nuestros queridos hijos y familiares y con la certeza de que la justicia anhelada por fin los cubrirá con su halo protector( La Jornada, 24/10/19). Desde la década de 1970 doña Rosario y otras tantas familias entregaron toda su energía a la búsqueda por encontrar con vida y hacer justicia a los cientos de desaparecidos políticos en México, lucharon de manera incansable contra el terrorismo de Estado y la guerra sucia. Esa exigencia, pese a los discursos del Presidente, ha sido mal atendida por los funcionarios del actual gobierno.
Siete días después del 19 de junio de 2016, día de la masacre en
Nochixtlán, Oaxaca, Andrés Manuel López Obrador convocó a una
marcha-mitin. Durante el acto dijo que se había convocado a esa
manifestación del silencio
en defensa de los maestros ultrajados, heridos, perseguidos o que han perdido la vida; y en el mitin advirtió:
el país ha entrado en un proceso preocupante y riesgoso, para luego exigir la destitución de Miguel Ángel Osorio Chong (entonces secretario de Gobernación del gabinete de Enrique Peña Nieto) porque
ordenó lanzar a la Policía Federal contra los profesores, padres de familia y población de Nochixtlán, y exigió
castigo a los autores intelectuales y materiales de esos hechos( La Jornada, 27/6/16).
Discursos, acontecimientos, posiciones y prácticas que van a marcar
la vida y la obra de dos personajes en temasde justicia: la de una mujer
valiente, digna y comprometida con la causa de los desaparecidos,
perseguidos, encarcelados y exiliados políticos y la de un hombre en la
cúspide del poder otorgado por el pueblo de México, para que haga honor a
su apotegma de
no mentir, no robar, no traicionar.
Sin duda que doña Rosario Ibarra, si se lo permitieran sus 92 años de
vida, acompañaría con gallardía y coraje, caminaría junto a los
familiares en la exigencia de justicia para los pobladores de Nochixtlán
y cárcel para los que dieron la orden de matar, y gritaría junto a
ellos ¡ni perdón, ni olvido!
Por eso, sorprende la actitud del presidente López Obrador en su
visita a Nochixtlán el 19 de octubre pasado; primero eludió a los
familiares de las víctimas y a los maestros que le pedían diálogo y
luego los recibió 15 minutos, después de que le cerraron el paso a su
llegada a Cuicatlán, Oaxaca, otro punto de su visita.
¿Ese es el trato que debe dar un gobierno humanista a un pueblo que
en el ataque policiaco-militar del 19 de junio de 2016 sufrió la
represión del Estado mexicano y que le dejó un saldo de ocho ciudadanos
muertos, más de 100 heridos, 150 víctimas directas –67 menores de edad– y
entre 300 y 400 víctimas indirectas?
En el uso de la palabra en Nochixtlán el sábado anterior, el
Presidente de la República dijo: “nunca más lo de Nochixtlán, fíjense, a
tres años, todavía se recuerda, hay víctimas, a todos ellos se les va a
apoyar, ya di instrucciones…” Cerró su discurso sobre el tema con estas
palabras:
la justicia tarda, pero llega, cuando existe voluntad, cuando hay decisión, y en el caso de Nochixtlán, no se van a repetir actos de represión en ninguna circunstancia.(https://youtu.be/wpcmWe5jOws). Las palabras y la actitud del Presidente causaron desconcierto entre las víctimas y los profesores presentes, pues se esperaba que reafirmara sus palabras de junio de 2016.
Doña Rosario, enorme como siempre, en su carta le dijo al Presidente
que su nieto le había dicho un día antes que estaba enojado, que estaba
lleno de rabia e indignación porque la justicia no llega después de 40
años de lucha y a casi un año del gobierno de la Cuarta Transformación (https://youtu.be/Ej_wDz82dn8).
Andrés Manuel López Obrador, al mediodía del 28 de junio de 2016, en
las oficinas de un diario de la capital, y estando fresca la masacre de
Nochixtlán, me dijo que no bajáramos la guardia, que siguiéramos
luchando con dignidad, que la justicia tendría que llegar, que los
asesinos tenían nombre y apellido.
Ironías de la vida. En la ceremonia de entrega de la medalla
Belisario Domínguez a doña Rosario Ibarra, estaba un senador
aplaudiendo, sí, el mismo que ordenó reprimir a la gente del pueblo de
Nochixtlán.
Ojalá que la presea, depositada en manos del Presidente y la petición
de su devolución el día que haya justicia, remueva la conciencia de
Andrés Manuel para que ningún acto criminal del Estado mexicano sea
perdonado ni quede impune.
*Profesor de educación básica en Oaxaca
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