9/14/2024

Apartheid de género, lo llaman …

 tribunafeminista.org

Pilar Aguilar

Leo que “la ONU cree que las afganas podrían ser víctimas de un “apartheid de género”.

Me sorprende ese “podrían”. ¿Acaso la ONU duda de la atrocidad que viven las mujeres en Afganistán? Quiero pensar que ese pretérito imperfecto del subjuntivo -que, como sabemos, no indica certeza sino sospecha, hipótesis más o menos probable o imaginaria- es un error de traducción.

Pero también me sorprende que la ONU hable de apartheid. Como sabemos, el apartheid fue un sistema de segregación racial. Este sistema, ​que estuvo en vigor en Sudáfrica entre 1948 y 1992, no solo segregaba a las personas negras sino que las catalogaba como inferiores, mermaba sus derechos civiles y políticos condenándolas a una situación cruel, humillante e injusta.

Pero, desgraciadamente, la palabra apartheid se queda corta para describir la realidad que sufren las mujeres afganas en todos los órdenes, ya se trate de trabajo, sanidad, educación, vivienda, movilidad, vida social, etc. etc. Es decir, las condiciones de las mujeres en Afganistán son, sin duda, más graves y draconianas que las que sufrieron los negros en Sudáfrica.

Y, además, padecen mayores brutalidades. Así, los negros, dentro de sus barrios y poblaciones, tenían vida social y pública. Podían pasear, charlar unos con otros, hacer amigos, noviar, bailar, cantar, pasear… Todo eso les está vetado a las afganas. Su sometimiento es radical y total. Viven en estrictas condiciones carcelarias. Su correspondiente mahram -marido, o padre, o hijo o, en su defecto, cualquier varón emparentado- controla toda su existencia y, por supuesto, su movilidad, de modo que solo en casos excepcionales pueden ir solas por la calle y siempre debidamente autorizadas.

Ejemplo ilustrativo: una mujer que sufra un dolor de cualquier tipo ha de pedir a su carcelero que tenga a bien -o no- traerle un analgésico pues ella no dispone ni de dinero ni de posibilidad de salir de su cárcel para comprarlo.

Y si el marido decidiera que ella no come, pues no come. Y, si el marido es un sádico, la puede torturar a sus anchas y sin limitaciones de ningún tipo. Y si la mata, pues muerta está, no porque el crimen sea legal, sino porque nadie va a investigar. Ahora bien, si esa mujer, en un arrebato incontrolable, se escapa de su casa, no solo no tiene lugar donde ir, sino que puede ser condenada a años de cárcel y, al salir, el varón “ofendido” la podrá asesinar impunemente.

Algunos dirán que exagero. Pues basta con pensar que, en España, donde tenemos igualdad formal y leyes que nos protegen, el año pasado hubo casi 40.000 condenados por agresiones ¿qué no pasará en un país tan abierta y cruelmente patriarcal?

Y, como remate del horror, las afganas han de soportar que ese tipo, que ellas no han elegido pero que controla su vida, viole su intimidad, su cuerpo, las sobe y penetre a su antojo, cuando quiera y como quiera.

Lo asombroso e inadmisible, como bien señala Soledad Gallego-Díaz, es que la UE no condene estas crueldades y las catalogue como crimen de lesa humanidad.

Ana Redondo ha querido apuntarse un tanto al declarar que España iniciará una ronda de actuaciones en la Unión Europea y en otros organismos internacionales para «liderar la lucha contra el apartheid de género». Está por ver en qué y cómo concretarán ese liderazgo aunque, claro, la propuesta de España ya parte lastrada por la aberrante Ley Trans, esa que dice que el “género” no se constata al nacer sino que “se atribuye”. Pues ya es mala suerte y que el género maldito siempre se lo atribuyan al bebé con sexo femenino. Por eso, si me pongo cínica (aunque no tanto como los defensores de la ley trans, claro) una de las medidas que podría proponer la Ministra es que, en Afganistán el “género” sea atribuido a los neonatos por sorteo, así, al menos algunas mujeres escaparían de tan siniestro sino y algunos hombres se enterarían del espanto patriarcal.

También es una pena que en Afganistán no esté permitido elegir género ¿verdad, Ministra? Aunque dudo de que, caso de poder hacerlo, ningún XY tendría ese capricho. O sea, no creo que a Antonelli, Duval, Marina Sáenz y etc. les salieran imitadores allí.

Y es que, a ver, Ministra (Ministra y todos cuantos apoyáis esa ley): el género es una construcción social (siempre limitativa y que puede llegar a ser extremadamente cruel como es el caso en Afganistán) que se les endosa a las personas en función de su sexo, y el sexo es una realidad biológica escrita en cada una de nuestras células. Una mínima coherencia ideológica exige abolir esa fantasiosa, reaccionaria y patriarcal ley trans y ponerse a luchar contra el sistema genérico y por la igualdad, como siempre ha hecho el feminismo.

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