5/03/2025

Columnas y opinión del periódico La Jornada sábado 3 mayo 2025

Tras ocho días presos, liberan a dos zapatistas tsotsiles
Los detuvieron sin autorización judicial, recibieron tratos crueles, inhumanos y degradantes, posteriormente los desaparecieron y luego los encarcelaron en el Centro Estatal de Reinserción Social para Sentenciados (Cerss) número 5 de San Cristóbal de las Casas, Chiapas. Todo esto en ocho días, los mismos en los que colectivos de México y del mundo se empeñaron en luchar por su libertad, pues José Baldemar Sántiz Sántiz y Andrés Manuel Sántiz Gómez, zapatistas tsotsiles, son, como fue demostrado, absolutamente inocentes de las acusaciones que se les imputaron. Por eso este viernes 2 de mayo fueron puestos en libertad.

El operativo fue mayúsculo e ilegal, pues fueron prácticamente levantados durante una acción policiaca y militar que involucró a la Guardia Nacional, el Ejército mexicano, las Fuerzas de Reacción Inmediata Pakal, la Agencia de Investigación de Inteligencia Ministerial, la Policía Estatal Preventiva, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal, así como dos vehículos civiles con personas armadas, de acuerdo con información del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas.

Al no conocerse su paradero, la solidaridad se activó logrando, en primera instancia, que fueran presentados 55 horas después. Su detención o levantón se realizó sin órdenes de aprehensión, mientras se catearon casas sin autorización judicial, con todos los atropellos y violaciones posibles.

Los pronunciamientos internacionales y las acciones de protesta programadas lograron que José Baldemar y Andrés Manuel fueran puestos en libertad (junto a que se comprobó jurídicamente su inocencia), pero se dejó al descubierto que la fiscalía estatal fabrica pruebas y acusa injustamente. Su detención, señaló el Congreso Nacional Indígena, no fue un error, sino una advertencia, una muestra más de la guerra que se libra contra quienes defienden la vida.

La detención devino en organización y solidaridad. Como en la Ciudad de México, donde se exige la liberación de Javier Dehesa, activista y defensor del agua de Xochimilco, detenido con lujo de violencia por la policía en instalaciones del Metro, luego de la marcha del 1º de mayo.

Desinformemonos.org

Zedillo y su mayoría // Barones rescatados // Mexicanos pagadores
En la crisis bancaria de 1995 del gobierno federal, a cargo de Ernesto Zedillo, los voceros oficiales y oficiosos se desgañitaban al difundir la versión oficial en su intento de justificar el rescate bancario. Sin el salvamento de las instituciones reprivatizadas en el salinato, se perderán miles de empleos formales; que o pagan los deudores de la banca o toda la sociedad tendrá que hacerlo; y que los recursos públicos no se destinarán a dar alivio a la minoría en perjuicio de la mayoría. A la par, no perdían oportunidad para subrayar la probidad de los banqueros y la legalidad de las prácticas bancarias.

Esa era la perorata oficial, pero en los hechos sucedió exactamente todo lo contrario: se rescataron a bancos y banqueros, y en 1995 se perdieron 815 mil empleos formales; no pagaron los grandes deudores y a la sociedad el gobierno zedillista le cargó, íntegro, el pago del festín (que a estas alturas los mexicanos no terminan de pagar) y abundantes cuan crecientes recursos de las arcas públicas se destinaron descaradamente a beneficiar a la minoría, mientras la falta de probidad y la ilegalidad de las prácticas bancarias quedaron expuestas.

Según esos inteligentísimos voceros, ¿quién era la mayoría que preveía beneficiar el rescate? De acuerdo con informes (1995) de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores, esa mayoría eran los propietarios de apenas 24 mil 193 cuentas bancarias (0.17 por ciento del total de cuentas, pero representativas de 60 por ciento de los dineros depositados en los bancos) en las que estaban depositados cerca de 210 mil millones de pesos; en cambio, para ellos, la minoría no rescatable era las cerca de 8.5 millones de cuentas (60 por ciento del total, pero representativas 1.09 por ciento del total de dichas cuentas), con depósitos por apenas 4 mil millones de pesos. Y no fue una cuestión de números, sino de elitismo. El dinero de la nación, al servicio de unos cuantos.

Es decir, Zedillo decidió rescatar a la mayoría (la que más dinero tenía depositado, pero representaba el menor número de cuentas) y rechazar a los que menos recursos mantenían en las instituciones, a pesar de ser mayoría en el número de cuentas. Casi casi un trabalenguas, pero con el fin obvio de rescatar a los de hasta arriba, fingiendo que eran los de hasta abajo.

A menos, claro está, que Zedillo considerara –y lo sigue haciendo– que la mayoría a rescatar era aquella compuesta por empresarios como Fernando Senderos Mestre (entonces a cargo del Grupo DESC), Fernando Canales Clariond (a la sazón gobernador de Nuevo León), José Eduardo Robinson Bours Castelo (Grupo Bachoco y entonces presidente del Consejo Coordinador Empresarial; fue gobernador de Sonora cuando la tragedia en la guardería ABC de Hermosillo), Carlos Hank Rhon (heredero de El Profesor), Carlos Cabal Peniche (Salinas de Gortari lo presumía como ejemplo del empresariado mexicano) y Ángel Isidoro Rodríguez, El Divino (ganador de Banpaís que huyó del país por defraudación fiscal).

También Vicente Fox, Pablo Escandón Cusi (de la mafia farmacéutica), Manuel Gómez-Daza Rangel y los Ballesteros (más Claudio X. González Laporte, Agustín F. Legorreta, Valentín Díez Morodo y otros en el Grupo Mexicano de Desarrollo), el infaltable Ricardo Salinas Pliego, Enrique Molina Sobrino (con Salinas de Gortari en Los Pinos se convirtió en multimillonario Forbes; después huyó) y algunos más. Esa era la mayoría de Zedillo, y a la minoría –los mexicanos en su conjunto– ilegalmente le pasó la factura del rescate.

Hagan cuentas: Salinas de Gortari y Pedro Aspe presumían que la reprivatización bancaria dejó al gobierno alrededor de 13 mil millones de dólares; el ilegal rescate de Zedillo le ha costado a la nación (capital e intereses pagados hasta ahora) cerca de 150 mil millones de billetes verdes (11.5 veces más que lo obtenido por la desincorporación de las instituciones), y contando, sin olvidar que el tal Ernesto entregó la soberanía financiera del país a las trasnacionales.

Entonces, el atraco del Fobaproa no se limita a los casi 74 mil millones de pesos (más de 10 mil millones de dólares de la época) en créditos relacionados (autopréstamos no pagados de los barones de la banca reprivatizada), sino a la ilegalidad misma del rescate con recursos de la nación.

Las rebanadas del pastel

Dice Zedillo que la pensión dorada que recibe del Banco de México (por apenas nueve años de chamba en esa institución) es un reconocimiento por los servicios que en él presté. Bueno, si ese es la justificación, entonces debe pagar a la nación por los destrozos que causó.

X: @cafevegacfvmexico_sa@hotmail.com

EDITORIAL
La llegada masiva de migrantes a la Ciudad de México en los años recientes plantea importantes desafíos, entre los que cabe destacar la crisis de falta de espacios suficientes y adecuados para albergar a quienes eligieron la urbe para reconstruir sus vidas o quedaron varados aquí a causa del endurecimiento de las políticas antimigratorias en Estados Unidos. De forma paralela a esta problemática, que toca resolver a las autoridades locales y federales, se desarrolla una mucho más inquietante por sus implicaciones: la crisis de falta de empatía, insolidaridad y xenofobia encubierta entre ciertos sectores de la sociedad capitalina.

La muestra más conspicua de este fenómeno se halla en el asociacionismo vecinal en contra de la instalación de personas migrantes en las inmediaciones de sus domicilios, ya sea en campamentos improvisados, en albergues formales o incluso por la mera presencia de oficinas de atención a solicitantes de asilo. El jueves por la noche, los migrantes que pernoctaban en el campamento reubicado en el parque Guadalupe Victoria, a las afueras de la estación Candelaria del Metro, se vieron forzados a huir tras ser avisados de que debían dejar sus cuartos porque éstos serían destruidos.

En efecto, ayer por la mañana individuos que dijeron ser vecinos de la zona desmontaron los llamados ranchitos donde vivían familias, principalmente de procedencia venezolana, colombiana, hondureña y ecuatoriana.

Esta misma semana se llevó a cabo el desalojo y traslado de los refugiados en el campamento Vallejo de la alcaldía Gustavo A. Madero, efectuado a petición de los residentes. Los vecinos han demandado a las autoridades federales y locales que acondicionen albergues con el propósito de que los migrantes dejen de pernoctar en casas de campaña, cartones y plásticos a orillas de las vías del tren, argumento que recuerda al utilizado por los vecinos de la colonia Juárez en la alcaldía Cuauhtémoc cuando expulsaron a los migrantes, en su mayoría haitianos, que ocupaban la plaza Giordano Bruno en espera de la resolución de sus trámites de refugio.

En ese barrio céntrico, los vecinos camuflaron su hostilidad clasista y xenófoba contra centroamericanos y caribeños en un discurso de presunta preocupación por su bienestar: según su discurso, se oponían no a la presencia de los migrantes, sino a la desatención de sus derechos humanos por parte de las autoridades, las cuales tienen el deber de proveerles albergues seguros y dignos. Sin embargo, cuando el gobierno se propone habilitar ese tipo de instalaciones, también se topa con la intransigencia de vecinos que se organizan no para exigir derechos, sino para que se les niegue ayuda a quienes más la necesitan, como ocurrió en Nueva Santa María, alcaldía Azcapotzalco. Es desolador ver a habitantes no sólo de la colonia presuntamente afectada, sino de varias a la redonda, estableciendo plantones, rondines y bloqueando vialidades a fin de impedir que hombres, mujeres y niños pequeños cuenten con un techo y un plato de comida. También desesperanzador resulta constatar que el déficit de empatía atraviesa clases sociales, manifestándose tanto en la elitista Anzures –cuyos colonos impidieron el traslado de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (Comar)–, en la gentrificada Juárez o en la popular Vallejo.

Por fortuna, no todos los capitalinos se han dejado arrastrar por el egoísmo y la xenofobia. Los propios migrantes relatan las muchas maneras en que los habitantes de la Ciudad de México los han hecho sentir bienvenidos y las facilidades, a veces inesperadas, que se les han prestado para integrarse a su nuevo entorno en lo social y lo laboral. Pero no es posible mirar hacia otro lado mientras mexicanos replican las conductas inaceptables que se han normalizado al norte del río Bravo, pues los discursos de odio y el rechazo a la diferencia no tienen cabida en una sociedad democrática, que además ha sido históricamente emisora de migrantes y debería ser la primera en comprender las aflicciones de dicha comunidad.

Pide buscar una estrategia para liquidar deuda del Ipab

La falta de claridad y veracidad para entender el cómo y el porqué uno de los Chicago boys solícito e impulsor del neoliberalismo en México, junto con otros, fraguó el comienzo del endeudamiento que desde 1995 y años corrientes se paga –la inflada deuda–, que hasta hoy padecemos y no se sabe hasta cuántas generaciones de mexicanos continuarán cubriéndola.

El Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa), actualmnte conocido como IPAB (Instituto para la Protección al Ahorro Bancario), surgió de la quiebra de los bancos en 1990, los cuales fueron rescatados por los gobiernos neoliberales con fondos públicos. Lo que evidencia que el capital financiero se ha beneficiado cómodamente cada año con el dinero de las mayorías, mientras que las empresas estratégicas del Estado –como Pemex– hacen múltiples esfuerzos para mantenerse a flote y pagar las deudas que merman sus ganancias.

Ernesto Zedillo Ponce de León y la mayoría de legisladores, entre otros, decidieron evitar la quiebra favoreciendo a los bancos, las oligarquías y otros metidos en negocios que fueron salvados, pasando la factura al pueblo que quedó pasmado ante la injusta opción que habían tomado los neoliberales. El mal de todo endeudamiento es que crece debido a las altas subidas de las tasas de interés, convirtiéndola en un ente casi impagable; en eso estriba el gran beneficio para los de arriba y la gran estafa a la nación.Se viven otros tiempos, por lo que se podría poner un límite y fecha del fin del pago del IPAB. Sería lo conducente ahora.
Luis Langarica A.

Insta a cuidar risas y sueños de los niños
El pasado miércoles se conmemoró el Día del Niño, que festeja una etapa mágica en la que todo era juego, risas y sueños. La infancia está llena de momentos que nos marcan para siempre, algunos muy felices y otros que duelen como el bullying, el rechazo o la falta de amor en el entorno familiar.Como adultos tenemos la oportunidad de cuidar y acompañar a los niños que nos rodean y quizá brindarles aquello que en su momento nos hizo falta, ya que no todos tuvimos el privilegio de una infancia perfecta, pero hoy podemos transformarlo.Es momento de abrazar a ese niño que llevamos en nuestro interior, sanarlo y recordarle que aún merece jugar, reír y sentirse amado. Al final todos seguimos llevando dentro a ese infante que alguna vez fuimos, a veces herido, a veces lleno de ilusiones, pero siempre esperando ser comprendido y escuchado. Y tú, si tuvieras la oportunidad de mirarlo a los ojos, ¿qué le dirías a ese niño?

Rafael Eduardo Toscuento Plata
Se deslindan de actos de vandalismo en marcha del 1º de mayo
Los integrantes del plantón dominical pro palestino en el Ángel de la Independencia que participamos en el contingente que marchó el 1º de mayo, nos deslindamos públicamente de la violencia desatada por un grupo de jóvenes embozados, quienes durante todo el trayecto se dedicaron a causar destrozos rompiendo ventanales, vandalizando comercios, así como estaciones del Metrobús.Conscientes estamos que un acto violento conduce a otro y que en el caso de Palestina los violentos son sus ocupantes sionistas genocidas.
Alberto Escalante, Arturo Robledo, Gilberto García Mora, Benjamín Ortiz, Francisco Rosas, Rogelio Rueda, Javier Bautista, María Elena Chávez Guillermina Torres, Xóchitl Loreto, Columba Jiménez, Josefina Mena e Ignacio Hernández S.

Desean la pronta recuperación de Manuel Banda Maya
Nuestro amigo, ex catedrático e investigador de la UNAM Manuel Banda Maya fue intervenido quirúrgicamente de unos hematomas cerebrales el pasado miércoles. El maestro Banda no inicia su día sin antes leer La Jornada. Le deseamos una pronta recuperación y la conclusión exitosa de su investigación sobre los antiguos caminos reales y el transporte en Tecámac.
Manuel Soriano Álvarez

Invitación
Conversatorio
Brújula Metropolitana invita al conversatorio y taller Lista de la justicia, para debatir e integrar nuestra lista de candidatos al Poder Judicial a elegir el 1º de junio.La cita es hoy a las 17 horas en Misantla número 11, Roma Sur, instalaciones de la Central Campesina Cardenista, a tres calles del Metro Centro Médico. Entrada libre. Informes al 55-5275-6418 y en brujulametropolitana@yahoo.com
Laura Nava y Fabián Zavala

Libertad de expresión frente a la revolución de la inteligencia artificial

En un mundo plagado de conflictos y divisiones, el Día Mundial de la Libertad de Prensa pone de relieve una verdad fundamental: la libertad de las personas depende de la libertad de prensa.

El periodismo libre e independiente es un bien público esencial. Se trata de la columna vertebral de la rendición de cuentas, la justicia, la igualdad y los derechos humanos.

Los periodistas de todo el mundo deben poder informar libremente y sin miedo ni favoritismos. Cuando los periodistas no pueden trabajar todos salimos perdiendo. Por desgracia, cada año esta labor se vuelve más difícil y peligrosa, los periodistas se enfrentan a agresiones, detenciones, censura, actos de intimidación y violencia, e incluso a la muerte simplemente por hacer su trabajo.

Estamos siendo testigos de un gran aumento del número de periodistas asesinados en zonas en situación de conflicto, sobre todo en Gaza.

En la actualidad, como nos recuerda el tema de este año, la libertad de prensa se enfrenta a una amenaza sin precedentes: la inteligencia artificial puede impulsar la libertad de expresión, o sofocarla. Los algoritmos sesgados, las mentiras descaradas y el discurso de odio son minas terrestres en la autopista de la información. La información precisa, verificable y objetiva es la mejor herramienta para desactivarlas.

En el Pacto Digital Global, que fue aprobado el año pasado, se ofrecen medidas concretas para reforzar la cooperación internacional para promover la integridad informativa, la tolerancia y el respeto en el espacio digital.

La inteligencia artificial debe configurarse de forma que respete los derechos humanos y dé prioridad a los hechos. Además, los Principios Globales para la Integridad de la Información, que presenté el año pasado, están apoyando y fundamentando esta labor en el marco de nuestra lucha por un ecosistema de la información más humano.

En este Día Mundial de la Libertad de Prensa, comprometámonos a convertir esto en una realidad y protejamos la libertad de prensa y a la prensa en todo el mundo.

* Secretario general de Naciones Unidas

La primera vez que oí hablar a don Ernesto Zedillo Ponce de León fue en 1992, cuando vino a Guadalajara para participar, en nombre del Gobierno de la República, a efecto de conmemorar algo que carecía por completo de sentido: el Bicentenario de la Real y Literaria Universidad de Guadalajara, misma que había desaparecido por completo del mapa más de 120 años antes, no tuvo una existencia continuada desde 1792, ni dio nunca buenas señales de vida.

Fue una movida de quien era el rector de la Universidad de Guadalajara –nacida en verdad en 1925 y fundada por el gobernador de entonces, José G. Zuno–para hacer una gran fiesta y conseguir la presencia y el consecuente respaldo del Secretario de Educación Pública.

Fue un verdadero margallate celebrar una longevidad institucional con base en la edad de una institución totalmente diferente y, para colmo, fallecida hacía mucho.

Quien preparó el discurso oficial del ministro debe haber pasado apuros y, claro, no pudo evitar poner en boca de su jefe algunas verdaderas barrabasadas.

Lo que pensamos entonces fue que no tenía la culpa el indio sino el que lo hizo compadre. Un par de años después vivimos la tragedia del asesinato en Tijuana de Luis Donaldo Colosio, mismo que no se ha esclarecido por completo aún, lo cual deja la sensación de que los culpables eran gente de muy arriba… De acuerdo con las leyes, de los esclarecidos adláteres del presidente Salinas, quien mejor podía convertirse legalmente en candidato a la presidencia de la República por lo que quedaba del PRI, era precisamente el doctor Zedillo, pero en términos beisboleros, puede decirse que lo agarraron fuera de la base.

El suscrito fue un buen día convocado a grabar un programa de TV en que se supone que interrogaríamos al novel candidato con preguntas duras para que el público se forjara una imagen más sólida de él.

Yo fui el primero en hablar y le pregunté sencillamente ¿por qué quería ser presidente? Fue un error de mi parte: su respuesta resultó un galimatías que dio lugar a que, a fin de cuantas, el programa nunca saliera al aire. Creo que fue lo mejor.

El caso es que el hombre no había tenido entonces ni tiempo para reflexionar en ello. Debe haber sido una decisión del presidente Salinas de Gortari que, a lo mejor, ni siquiera se la consultó al interesado.

Hay coincidencia general en que los primeros años de Zedillo en la silla presidencial resultaron bastante desastrosos. La popularidad general era bajísima, aunque debe reconocerse también que al mediar su sexenio empezó a recuperarse y a crecer la opinión a su favor. Sin embargo, el caso fue que las simpatías del PRI no dejaron de menguar y fue él, no sabemos si con gusto o no, quien dejó el espacio en el trono al peor partido de oposición posible y a un personaje deplorable.

Podremos criticar mucho a Zedillo, pero no pude desestimarse que era un hombre prudente y discreto. Todo lo contrario que su nefasto sucesor.

A lo largo del cuarto de siglo que ha transcurrido, con frecuencia ponderamos y aplaudimos su silencio, aunque no pudimos negar los desgarriates que dejó y su solidaridad con ciertas empresas extranjeras que resultaron favorecidas por él y supieron compensarlo…

No sería remoto que hubiera sido por indicación de su antiguo jefe que se haya decidido acabar con su, para todos, benéfico mutismo, arremetiendo contra nuestro gobierno actual.

Nos queda la sensación de que no tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre y esconde la mano después de tirar la piedra.

En 1994, cuando asumió la presidencia de la República, el doctor Ernesto Zedillo Ponce de León tenía 43 años: quizás era demasiado joven. Ahora tiene casi 75: tal vez sean muchos…

No voy a ir a votar porque siento que nadie me representa. Esta frase, que se escucha cada vez que se aproxima una elección –histórica– como la que tendremos en un mes para renovar uno de los poderes de la República, implica un tipo de despolitización que lo mismo se oye entre universitarios que entre ensayistas muy connotados. Se vincula con otros prodigios de la cultura de la inmediatez. No me representa está relacionado con escribir un libro sin haber leído otros libros o, como dijo Martin Amis, la idea de que uno tiene una novela dentro es, en realidad, la idea de que uno tiene recuerdos propios. Tal y como, desde hace 250 años, la novela se escribía en tercera persona y, de pronto, en los años 70 del siglo XX comenzó a hacerse desde la primera persona; así, igual, lo público dejó de ser un ejercicio de imaginación donde uno pertenece a una patria y reconoce como iguales a personas a las que nunca va a conocer, para dar paso a la política como identificación y, por supuesto, a la imposibilidad de que alguien que no sea yo mismo pueda representarme.

Por supuesto, que el cambio del ellos al yo no implica sólo un vuelco gramatical, sino de temas, sentidos y ópticas. Baste recordar los temas de la novela en sus primeros 250 años: el mercado matrimonial, la llegada a las ciudades, la revolución, el colonialismo, los personajes tratando de encontrar su coherencia dentro de una sociedad en mudanza. Luego, con el siglo XX, la guerra total, el flujo de la conciencia, la imitación cinemática hasta el pastiche de los años 60. Tal y como desaparecieron las dimensiones sociales en la política neoliberal, en la llamada autoficción el planeta está poblado por yo-yos. Sin flitros, diciendo las cosas como son, asistimos a la exaltación de una presencia que existe antes y casi en contra de su representación. Es decir, una cualidad antiliteraria que reniega de la imaginación y quiere presentarse como puros hechos testificados por quien los vivió. Es como si la literatura de mesa de novedades se hubiera llenado de reality shows: memorias, auto-ficciones, ensayo personal.

Éste es un acento cultural que se ha difuminado en muchas áreas. Hablando de elecciones, en la idea de que los candidatos deben hablar exclusivamente de ellos mismos, su familias, y que sus campañas deben ser una exhibición impúdica de su intimidad volcada a lo público. El elector solitario, entonces, votará por si le parece que las experiencias y expresiones del candidato lo llevan a identificarse con él. Las elecciones dejan de ser políticas y se convierten en terapias. Así como en la literatura de la autoficción, también en la política no se trata de ejercer esa facultad del sentido común que es imaginar a los demás, configurar una idea de justicia y practicar una forma de pertenencia a una patria. Se trata, en cambio, de averiguar quiénes son ellos mismos a través de la política.

En su ensayo sobre la inmediatez, Anna Kornbluh describe así este efecto en la literatura: “‘Escribe lo que sabes’ es la elevación de la experiencia vivida del sujeto individual a un tratamiento literario; la desconfianza hacia la autoridad desvinculada de la experiencia; la filtración de las dinámicas sociales e históricas a través de lentes subjetivas (o el descrédito activo de las lentes objetivas); la promoción de la fenomenología como horizonte límite para el conocimiento; la empresa del confesionalismo; la preocupación por la vida doméstica (ya sea la infancia o el matrimonio).” Lo que sucede es que esta tendencia a la yo-ización de nuestros relatos acaba por coincidir con la cultura digital de los meta-data, donde no hay posibilidad de contar nada cualitativo, sino sólo cuantitativo. El yo sólo puede ser desglosado. Veamos: lo que me pasó, lo que quiero, el cuerpo, desde la punta de la cabeza hasta el dedo meñique, los sueños y las excreciones por igual, los orificios y sus usos varios. Son desgloses que no conducen más que a un listado de cosas. Listados que se parecen mucho a los algoritmos, a las listas de los mejores libros de la historia, las mejores escenas de película, los riffs del rock. Todo es una lista, pero eso se desvincula de la historia, lo social, los demás y el nosotros.

Muy pronto la memoria pasa a convertirse en una marca personal. Así, vuelven a coincidir la yo-ización con la economía neoliberal, la de ver a las personas, no como sociedades, sino como capital humano; un nombre que se le pone a los perfumes, ropa, hoteles o la portada de tus memorias, cuando eres de la élite mediática o capital humano desechable si eres de 99 por ciento restante. La autopresentación, antes y en contra de la representación, es la única exigencia para estar en las redes, en Tik-Tok, Instagram, X. Como escribe Anna Kornbluh: Instagram es memoria en tiempo real. Es memoria sin el acto de recordar. Es derribar la distancia entre escritor, lector y crítico. Este aplanamiento de esferas distintas es una especie de vaho que embadurna y hace todo un embarrado en torno a la marca personal. Si la identidad individual está basada en la solidificación de la experiencia, entonces literatura o política no son ya cultivadas sino emanadas. Escribe Kornbluh: la capacidad de decir cualquier cosa a quien sea, pero rápido, es una velocidad que no sólo es tecnológica sino también cognitiva y afectiva.

Volvemos al no me representa. La cultura dominante evacuó lo social de su entraña y, con ello, la imaginación que nos permite pertenecer a un mundo que no conocemos con nuestros ojos y experiencia. La reducción del mundo al yo se agudiza cuando el yo se transforma, a su vez, en una marca personal, en una presencia antes de la representación. Por eso, parece muy actual con su respectiva aura de superioridad permanecer en la distancia que existe entre el cuerpo libidinal de cada uno y la sociedad en la que deambula. Para ellos no hay futuro, sólo fluir.

El lunes todo se apagó en la península ibérica. Nos dimos cuenta de forma gradual y al mismo tiempo rápida. No era la primera vez que se iba la luz en casa. Que se fuese en todo el edificio ya fue más raro. Ver a todos los vecinos de la calle salir al balcón a ver qué ocurría resultó definitivo. Todo se paró. Hasta los relojes tuvieron reparos en seguir contando segundos. Quietud absoluta y, al mismo tiempo, cierta inquietud. ¿Qué ha ocurrido? Una primera constatación: no sabemos vivir sin electricidad.

Segunda lección: claro que sabemos. Al menos por un rato. Hubo situaciones extremas y gente que lo pasó mal; no hay que frivolizar, pero en términos generales, el apagón no fue un gran drama para la inmensa mayoría de la gente. Fue una anécdota que nos sacó a la calle. El día era hermoso, la gente desplegó su silla en la calle y, por un rato, saboreamos la vida en comunidad. Un apagón de vez en cuando –con previo aviso y tiempo limitado, a poder ser– no sea quizá una mala receta.

Tercera nota: había bulos, rumores y fake news antes incluso de que el apagón fuera total. Corren más que los propios hechos que tergiversan. No emergen de la nada, responden a intereses y agendas muy concretas y viven agazapados a la espera de su oportunidad. Tan pronto como alguien mencionó la posibilidad de ciberataque, todos pensamos en Rusia, aunque geopolíticamente no tenga mucho sentido. Así de programados estamos. Aprovechar lo ocurrido para echar más leña al fuego del rearme era demasiado goloso, pero la respuesta al apagón no parece estar en los Urales.

Cuarta: le dicen península, pero es una isla. Bruselas exige a los países miembros una interconexión de 10 por ciento, pero en la península, los cables que nos unen al resto del continente apenas cubren 2 por ciento. En Madrid siempre se ha acusado a París, alegando que nunca le ha interesado demasiado integrar a su vecino meridional. El apagón en Andorra, enclave soberano en medio de los Pirineos, duró exactamente 10 segundos, los que tardó en desconectarse de la red española y conectarse a la francesa. Una mayor interconexión hubiera mitigado el apagón, pero no lo hubiera evitado.

A las causas concretas todavía hay que ponerles nombre y apellido, pero entre las declaraciones de la empresa responsable de la distribución, Red Eléctrica, que ya ha descartado el ciberataque y ha apuntado hacia las instalaciones solares, los alegatos del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, contra las empresas eléctricas, y la opinión de ingenieros y otros expertos que entienden algo de esto, se va formando un relato que apunta directamente al oligopolio eléctrico.

Nada es fácil en este campo, pero a mí quien mejor me lo ha explicado ha sido la profesora de la Universidad del País Vasco Oihane Abarrategi, que nos pide que nos imaginemos una cisterna. Se llena conforme le echamos agua –o electricidad de diferentes fuentes, en este caso– y se vacía conforme la sacamos –la distribuimos a los consumidores que la demanda–. Es crucial mantener el equilibrio entre lo que entra y lo que sale para que la cisterna se mantenga estable, y eso no ocurrió el lunes, cuando en el sistema entró muchísima más electricidad de la que se demandaba en ese momento. Hay tecnologías que ayudan a estabilizar estos desfases, pero por lo visto, resultan muy caras y no siempre se instalan como debieran por parte de unas empresas eléctricas que también saben mucho de llenar la cisterna de dinero y sacar más bien poco.

Todo esto es mucho más complicado técnicamente –léase el artículo de Alonso Romero de esta semana en estas páginas–, pero sirve para ilustrar la quinta lección: dejar sectores estratégicos en manos de entes que no responden al interés común, sino al de sus accionistas particulares, es peligroso.

Sexta: hay que aprovechar este escenario para revertir privatizaciones que se han demostrado un fiasco, como las del sector eléctrico, comenzadas por Felipe González (PSOE) y rematadas por José María Aznar (PP). De nada sirve cargar contra las Iberdrola, Endesa y Naturgy de turno si no se actúa sobre las condiciones que les permiten campar a sus anchas. No es fácil pintarle una raya a ese tigre, pero se impone aprovechar contextos como el de esta semana para dar pasos hacia una suerte de terapia de shock a la inversa.

Y va la séptima y acabamos. La regulación y el impulso público activo son imprescindibles cuando de transición energética hablamos. Por el monto de las inversiones a realizar y porque no hay que hacerlo bajo un prisma empresarial que sólo quiere optimizar beneficios. Uno de los problemas que revela el apagón es que se está avanzando en el despliegue de las renovables sobre un sistema de distribución centralizado y obsoleto que responde a lógicas de otro tiempo y a grandes plantas generadoras a partir de materia fósil. La crisis climática nos obliga a las renovables, y ellas nos fuerzan a replantearnos dónde y cómo obtenemos la energía. Son preguntas cruciales que van a marcar el futuro de nuestros países. Las respuestas no pueden dejarse en manos de empresas que nada tienen que ver con la búsqueda del bien común.

A cien días de la nueva presidencia de Trump –el 45 y el 47 presidente de Estados Unidos y sólo el segundo en ganar dos mandatos no consecutivos después de Grover Cleveland (1885-1889 y 1893-1897)–, un punto en el que los comentaristas tradicionalmente se ponen a evaluar cada nueva administración, entre una avalancha de balances (n9.cl/xaaiy5, n9.cl/uwarx, n9.cl/tamgqa, n9.cl/abk4v) que ante mucho caos, disrupción pero menos resultados reales –salvo la radicalización de la agenda migratoria reaccionaria y la caza de brujas neomacartista– dependen más de qué tanto uno toma en serio la propia retórica trumpista, tal vez una mirada analítica atrás a su primera presidencia sería útil para pensar en el presente.

En este sentido, el trabajo de Corey Robin, profesor de ciencia política en la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), alumno del gran historiador marxista Arno J. Mayer (n9.cl/dnp2k), especialista en el movimiento conservador y autor, entre otros, de La mente reaccionaria: el conservadurismo desde Edmund Burke hasta Donald Trump (2011/2017) –libro que en buena medida predijo a Trump (n9.cl/860rz)–, constituye una interesante y sobria mirada.

Uno de los principales ejes de su análisis es el afán de pensar en la anatomía política de Trump como producto particular del conservadurismo estadunidense que estaba destinado a producirlo. En una explícita negativa a analizarlo mediante las comparaciones históricas al fascismo y contrario a muchos analistas conservadores-liberales que lo veían como una aberración −con tal de preservar la inocencia su propio campo−, para Robin, Trump desde los inicios ha representado lo más exitoso de la política masiva de privilegios en Estados Unidos contemporáneo, el meollo de toda la política conservadora, siendo a la vez una continuación e innovación de ella (n9.cl/lm1q8).

Si bien los conservadores, subraya Robin, siempre están interesadosen preservar algo o regresar a los viejos tiempos –como Trump con su MAGA y el afán de retornar hoy a la Edad Dorada de William McKinley (1897-1901)–, su objetivo a menudo son también las propias élites que se han vuelto demasiado cómodas con sus privilegios, los sentimientos que Trump instrumentalizó a la perfección durante la campaña de 2024 contra la gerontocracia demócrata.

Por otro lado, lo que desde los inicios era nuevo en él, era su voluntad –al menos retóricamente–, de desafiar el fundamentalismo de mercado desde la derecha. Por supuesto, no ha hecho nada sustancial respecto a esto, pero introdujo una retórica populista que no se ha visto en la derecha estadunidense desde hace un buen tiempo, escribía Robin, algo que igualmente se observa en su segundo mandato.

Como gran hombre de negocios, el estatus sobre el cual desde los inicios ha capitalizado, exponiendo de paso involuntariamente esta tradición como fraude y engaño (n9.cl/xrk07), no sólo ha tenido la osadía de denunciar los estragos del libre comercio sobre los estadunidenses, sino la globalización –hoy en ocaso–, como transa, vista así siempre desde la izquierda. Sus aranceles han sido pensados explícitamente como una panacea a ella, pero de paso revelaron igual que Trump es incapaz de comprender los conceptos abstractos de la economía o los mercados que al final se rebelaron contra él y lo forzaron a dar marcha atrás (algo que, de paso, confirmó el análisis básico marxista acerca del Estado y quién realmente gobierna en él).

Por otro lado, la negativa de Robin de comparar a Trump con el fascismo, residía siempre en la llamada cuestión de las instituciones: mientras la narrativa dominante –tanto durante su primer mandato como ya durante el presente– es que el trumpismo “destruye las instituciones que son ‘buenas’ y hay que defenderlas a toda costa”, para Robin “las cosas peores y más terribles que ha hecho Estados Unidos casi nunca han sucedido a través de la destrucción de las instituciones, sino a través de ellas y mediante las propias prácticas y ‘principios políticos’ estadunidenses” (n9.cl/g5o7e0).

Así, los problemas principales de la democracia en ese país tienen en sus ojos raíces estructurales en el orden constitucional anticuado y antidemocrático que privilegia el gobierno de minoría −la verdadera fuente del poder de los republicanos− y que, al no nutrirse tanto de la demagogia ni del populismo de masas, sino del constitucionalismo faccioso, es algo, en efecto, casi todo lo contrario del fascismo (n9.cl/vd9p4).

De allí que igualmente hablar hoy de una crisis constitucional, como subraya por ejemplo el jurista Samuel Moyn (n9.cl/8bj9b), es una manera de evitar de hablar de la política y la retórica de que las instituciones y/o las cortes nos van a salvar –el tipo de análisis que durante la primera presidencia de Trump fustigaba duramente también Robin (n9.cl/ij5jte)–, oscurece que han sido ellas y todo el orden constitucional vigente que en realidad facilitaron su auge.

Si bien queda claro que esta vez Trump llegó al poder con más experiencia, otro equipo y más determinación, el punto principal de Robin es que, a lo largo de su primer gobierno, no consolidó el control sobre el Estado ni estuvo particularmente interesado en ello (n9.cl/iraby), es digno de recordar. Hoy las iniciativas como DOGE son destructivas, pero no consolidadoras y −de modo sintomático−, Trump en sus primeros cien días no ha aprobado ninguna ley (sic), apoyándose sólo en las, fácilmente reversibles, órdenes ejecutivas, tal como lo hizo anteriormente. La mayoría de ellas, como bien apuntaba en su momento Robin, eran tan retóricas como sus propios discursos –como hoy una que... puso fin a los popotes de papel–, y que en realidad no ordenaban ni ejecutaban ninguna gran cosa.

Mientras Sonora se agrieta bajo el sol y los bebederos de las escuelas públicas permanecen vacíos, los niños mexicanos enfrentan una doble tragedia: sed y mala alimentación. En vez de agua limpia, beben refresco. En lugar de alimentos saludables, encuentran comida chatarra. Y mientras tanto, quienes deberían estar preocupados por la salud de las y los niños parecen más interesados en las urnas.

México vive una crisis ambiental, alimentaria y política. Más de 60 por ciento del territorio nacional sufre algún grado de sequía, según el Monitor de Sequía de la Comisión Nacional del Agua. Estados como Sonora, Chihuahua y Guanajuato están en condiciones críticas. En muchos planteles escolares, el agua no fluye, y lo poco que hay no es potable. Esto no es sólo una carencia de infraestructura: es una violación flagrante al derecho humano al agua.

En este panorama de escasez y abandono institucional, la industria del refresco ha encontrado un nicho estratégico. La falta de acceso al agua potable, sobre todo en escuelas y comunidades incentiva el consumo de bebidas azucaradas. Las grandes embotelladoras han aprovechado la ausencia del Estado para posicionarse como proveedoras de líquidos, incluso en lugares donde el agua escasea para lo más básico. Esta sustitución del agua por refrescos no es una casualidad; responde a un modelo económico que prioriza el lucro sobre la salud pública. Así, el refresco se vuelve más accesible que el agua limpia, perpetuando un ciclo de dependencia que afecta especialmente a la infancia y que pone en riesgo la salud de las próximas generaciones.

Pero la sed no viene sola, viene acompañada del azúcar. México encabeza los índices mundiales de obesidad infantil, uno de cada tres niños tiene sobrepeso u obesidad, según datos del Instituto Nacional de Salud Pública. Las causas son claras y evitables, refrescos y comida chatarra, normalizados y accesibles en casi todas las escuelas del país. En muchas cooperativas escolares hay más refrescos de cola que agua.

Cómo señaló Julio Hernández Astillero en su videocolumna, son indefendibles los arreglos de Mario Delgado con las empresas de comida chatarra, y ante todo este embrollo, el secretario de Educación guarda silencio. Su agenda parece estar dominada por la carrera presidencial, no por las necesidades urgentes de la infancia mexicana. Como ex secretario de Educación de la CDMX, debería saber que sin agua ni alimentación adecuada no hay aprendizaje posible. Y sin salud, no hay futuro.

¿Dónde están las propuestas para garantizar agua potable en las escuelas? ¿Dónde está la voluntad para prohibir o al menos regular la venta de comida chatarra en planteles públicos? No se puede hablar de transformación si dejamos que las nuevas generaciones crezcan con enfermedades prevenibles.

Es deber garantizar agua limpia y alimentos saludables en las escuelas, debe ser una prioridad nacional. No puede seguir siendo una conversación marginal en medio del ruido electoral. Este no es un problema técnico: es una cuestión moral.

Si permitimos que los niños mexicanos sigan creciendo entre la sed y el azúcar, ¿qué clase de país estamos construyendo? La infancia no puede esperar a que pasen las campañas. México necesita líderes que escuchen más allá de sus comités de campaña. Que vean la urgencia y no el cálculo político. Que entiendan que el futuro de un país se decide, también, en lo que hay (o no hay) en una lonchera escolar.

* Maestro

¿Hasta dónde debe llegar el compromiso de los intelectuales con la sociedad y su participación en un proceso revolucionario? ¿Basta con que el escritor cree para satisfacer su necesidad de expresarse, o sus obras deben estar al servicio de la sociedad? Cada lector responderá estas preguntas según su conciencia y filiación ideológica, pero durante la Gran Guerra Patria más de mil escritores soviéticos decidieron participar en la guerra contra el fascismo; de ellos, cerca de 400 no regresaron y 18 fueron condecorados con el título deHéroe de la Unión Soviética.

La amplia participación de escritores y artistas soviéticos en la guerra, así como la posterior conversión de algunos soldados en escritores, generó una vasta producción de obras sobre la lucha del pueblo soviético contra la invasión de la Alemania nazi. Gracias al esfuerzo de editoriales soviéticas como Ediciones en Lenguas Extranjeras de Moscú y Editorial Progreso, se publicaron en español más de un centenar de títulos sobre este tema.

Pero junto con el esfuerzo editorial soviético, en México el movimiento antifascista también impulsó proyectos editoriales que ayudaron a difundir de manera explícita los episodios de la Guerra Patria. Esta labor no tenía como fin principal el entretenimiento o la mera apreciación estética, sino que buscaba hacer de la edición una actividad de lucha antifascista, en concordancia con el deseo de los escritores de que sus obras fuesen vehículos de propaganda política que incitaran a la acción en medio de la guerra. Así, la edición de libros sobre los horrores del fascismo y sobre la heroica resistencia contra esta barbarie se convirtió en una práctica solidaria con la URSS.

La editorial Astro fue una de las casas editoras en México que publicó obras literarias sobre el heroísmo del pueblo soviético. Entre sus publicaciones destacan El pueblo es inmortal (1944) de Vasili Grossman, La epopeya de Stalingrado (1944), con participación de varios autores soviéticos, y Aquí el alba comienza (1944), novela de la periodista francesa Simone Téry, militante del Partido Comunista Francés y corresponsal del diario L’ Humanité.

Asimismo, la editorial Nuevo Mundo editó importantes obras con el apoyo de traductores exiliados españoles como Enrique Díez-Canedo, Wenceslao Roces y Juan Rejano. Entre ellas destacan El sitio de Sebastopol del autor Boris Voyetéjov (1943), Arcoíris (1944) de la escritora polaca Wanda Wasilievska –una novela que retrata con crudeza la violencia ejercida por los nazis sobre las poblaciones ocupadas, así como la resistencia antifascista de sus habitantes, en especial de los militantes comunistas–, y La séptima cruz (1943) de la escritora alemana Anna Seghers, una obra que aborda la temática de los campos de concentración nazis y la rebeldía de algunos prisioneros.

Esta editorial también publicó otros libros relacionados con la Segunda Guerra Mundial, incluyendo obras literarias, documentos y memorias provenientes de distintos escenarios de la contienda. Su catálogo constituye, sin duda, un valioso recurso para el estudio de la Segunda Guerra Mundial.

Por su parte, el Comité de Ayuda a Rusia en Guerra generó su propio sello editorial, por medio del cual difundió obras como Leningrado-Stalingrado: Dos epopeyas (1944), libro traducido por Wenceslao Roces que compendia una serie de narraciones sobre la defensa militar de estas dos ciudades soviéticas frente al fascismo. Los textos pertenecen a autores como Vasili Grossman, N. Tijónov, Vera Inber, entre otros. Esta misma editorial también publicó una edición del Nuevo Canto de amor a Stalingrado (1943) de Pablo Neruda.

En cuanto a la editorial El Libro Libre, vinculada al Movimiento Alemania Libre –fundado por militantes del Partido Comunista Alemán como Anna Seghers y Paul Merker, y que operó en México durante los años 40–, destaca un catálogo de 25 libros en español y alemán. Entre sus títulos más relevantes se encuentra La batalla de Rusia (1943), obra del agente checoslovaco Otto Katz, quien firmó con el seudónimo André Simone. En este libro se describe el desarrollo de la guerra en el frente soviético, así como las batallas y acontecimientos políticos más significativos ocurridos entre junio de 1941 y junio de 1943.

Otra obra antifascista publicada por esta editorial fue La caída de la República Alemana (1944) de Paul Merker. En ella, el autor analiza los acontecimientos políticos desde el desarrollo del capitalismo alemán en 1914, cuando el capital arrastró a la clase obrera a la guerra; aborda también la revolución espartaquista (1918-1919), la instauración de la república de Weimar, y denuncia cómo las acciones del gobierno socialdemócrata –al servicio del gran capital– contribuyeron a que el fascismo ascendiera al poder en Alemania y, posteriormente, instaurara una dictadura.

El libro más representativo de esta editorial de los exiliados alemanes fue El libro negro del terror nazi en Europa (1943), una obra magníficamente ilustrada con grabados y dibujos de miembros del Taller de Gráfica Popular (TGP), así como de artistas soviéticos y de otras nacionalidades. Además, incluye 164 fotografías que documentan la barbarie nazi. Los textos están conformados por testimonios y obras narrativas de escritores de diversos países que retratan los crímenes del nazismo en Rusia, Austria, Polonia, Checoslovaquia y otros países ocupados por las hordas nazis. El comité de redacción de esta obra estuvo integrado por Antonio Castro Leal, André Simone, el poeta español Juan Rejano y Anna Seghers; la ilustración del libro estuvo a cargo del arquitecto alemán Hannes Meyer.

El reconocimiento del heroísmo del pueblo soviético en las batallas de Stalingrado, Leningrado, Sebastopol y otras más fue ampliamente reflejado en estos libros, publicados en México como un acto de solidaridad con la Unión Soviética. Paralelamente, el pueblo mexicano, como expresión de internacionalismo proletario, brindó espacio a las organizaciones antifascistas de diversos países y permitió su actividad editorial como herramienta de propaganda política.

Si el Fondo de Cultura Económica (FCE) ha publicado obras como Los héroes de Panfílov y Un nuevo nombramiento de Alexander Bek, a ochenta años de la derrota del fascismo, ¿sería posible que esta u otra editorial reditaran alguna de las obras aquí mencionadas, o incluso las magníficas novelas de espionaje de Yury Dold-Mikhaylik, A solas con el enemigo y Entre los caballeros de espíritu negro?

Sin duda, la heroica resistencia del pueblo soviético, que enfrentó al fascismo con el sacrificio de más de 20 millones de vidas en defensa de la libertad de la humanidad, merece ser recordada y honrada. La literatura que refleja este glorioso episodio histórico debe preservarse y difundirse, asegurando su permanencia a través de nuevas ediciones que mantengan viva la memoria de tan significativa gesta.

* Historiador de la ENAH

El experimento de las titanes tecnológicas de besarle el anillo a Trump no resultó como esperaban. En los primeros 100 días de su gobierno las megaempresas ahora llamadas Los siete magníficos (Apple, Microsoft, Amazon, Alphabet –dueña de Google–, Meta, Nvidia y Tesla) han tenido pérdidas significativas en el valor de sus acciones debido principalmente a las políticas de Trump de imponer aranceles por doquier y especialmente a China. También se puso de relieve que China lleva la delantera en muchos aspectos de la producción tecnológica, incluso relacionada a estas empresas globales.

Según analistas de The Economist, las pérdidas de las cinco megaplataformas Alphabet, Amazon, Apple, Meta y Microsoft, junto a las de Nvidia, han sido de 2.3 billones (millones de millones) de dólares en capitalización de mercado, un promedio de 14 por ciento desde que Trump asumió la presidencia ( The Economist 29/04/25, https://tinyurl.com/42zdt7wf).

Pese a ello, al primero de mayo de 2025 siguen siendo las siete empresas más grandes del mundo en capitalización de mercado y sus dueños o directores están entre los 10 hombres más ricos del planeta.

La administración Trump tampoco impidió la continuación de los juicios antimonopolios que se iniciaron durante el gobierno de Biden: Google ha sido condenado dos veces en el último año–la más reciente el 17 de abril 2025– por su monopolio en publicidad digital y búsquedas en Internet. Meta, dueña de Facebook, fue sentada este mes nuevamente en el banquillo de los acusados en un juicio por monopolio debido a la compra en 2012 y 2014 de Instagram y WhatsApp.

Las agencias antimonopolio de Estados Unidos también están demandando a Amazon y a Apple y tienen investigaciones en curso sobre Microsoft y Nvidia. Paralelamente, la Unión Europea multó este mes a Apple y Meta con 700 millones de euros, por violación de la Ley de Mercados Digitales.

Hasta ahora, los juicios antimonopolio que han atravesado varias de ellas, no han tenido impactos significativos en su férreo poder oligopólico, justamente, porque tienen gran poder de manipulación y maniobra. Han acumulado fondos inmensos que les permiten absorber las pérdidas y mantienen un rol clave en la economía global por el control digital tanto en industrias como en la propia administración de muchos gobiernos. Los juicios sirven al menos para dar testimonio público de ese poder.

Tesla, la compañía de autos eléctricos de Elon Musk, llamado el copresidente no electo, también tuvo pérdidas severas, pero es útil recordar que las acciones de esa compañía se vieron infladas por las expectativas creadas con la elección de Trump. No obstante, Musk, tras haber terminado con el empleo de decenas de miles de personas en Estados Unidos y dañar severamente instituciones de educación, salud pública y medioambiente de ese país, se mantiene como el hombre más rico del mundo. En parte debido a que sus otras empresas como SpaceX, la empresa de implantes cerebrales Neuralink y la startup de inteligencia artificial XAI, se han beneficiado de nueva financiación.

Musk indicó en la última semana que estará menos tiempo en tareas de gobierno y volverá a ocuparse de sus empresas. Desde su puesto como director del Departamento de Eficiencia Gubernamental consiguió acceso a un volumen inmenso de información digital confidencial sobre las actividades y situación económica de personas, industrias e instituciones.

Tesla y Nvidia son las empresas que más han perdido valor bursátil en estos meses, la primera debido a aranceles en los materiales que necesitan para la fabricación de autos ya que gran parte de la cadena de montaje está fuera de Estados Unidos.

La segunda, por varios factores combinados: el nicho específico de Nvidia es vender chips esenciales para el desarrollo de inteligencia artificial (IA), la gran ilusión de las titanes tecnológicas para avanzar todas las industrias y administración de cualquier cosa, incluso gobiernos. Se convirtió en un cuello de botella en el desarrollo de IA, pero la mayoría de sus chips se fabrican en Taiwán.

Las acciones de Nvidia bajaron también cuando China lanzó DeepSeek, una aplicación similar a ChatGPT, cuya producción fue seis veces más barata y no depende de los chips de Nvidia. En abril de 2025, China le prohibió a Nvidia (en retaliación por aranceles) vender sus chips de inteligencia artificial en China, lo cual según la empresa significa perder 5 mil 500 millones de dólares.

Todas las grandes tecnológicas se vieron afectadas por los aranceles impuestos por Trump, especialmente por el 145 por ciento a China. Apple, cuya fabricación de teléfonos y computadores se hace hasta cuatro quintas partes en China, consiguió en negociaciones directas con Trump, que se exceptuaran de aranceles a teléfonos y computadoras. Tim Cook, director ejecutivo de la firma, declaró que la fabricación en China hace mucho que no es por mano de obra de barata, sino porque tiene cientos de veces más personal con alto grado de capacitación en ingeniería y otras habilidades sofisticadas que no tiene Estados Unidos.

Sin duda, a las titanes tecnológicas, globalistas por naturaleza, les disgustan algunas políticas de Trump. Aún así, mantienen una distancia cordial, esperando su apoyo contra cualquier regulación y limitación a sus actividades y al desarrollo de la inteligencia artificial, que conlleva nocivos impactos políticos, sociales, ambientales y alta demanda de agua, energía y otros recursos.

En meses recientes, gracias al zapeo aleatorio, encontré varias veces en uno de los canales de música de la televisión (que son 99 por ciento basura impresentable) la grabación de un concierto de rock de alto nivel que, finalmente, pude ver completo. Ocurrió en el Royal Albert Hall de Londres en el lejano 2006, y llevó por nombre Remember that night (Recuerda esa noche). El personaje central, un muy maduro David Gilmour, guitarrista de Pink Floyd y, a su alrededor, una banda de lujo, de alto octanaje musical y perfectamente ensamblada con el protagonista. Su cómplice principal: Richard Wright, quien fuera el tecladista de Pink Floyd y con quien, evidentemente, todavía se entendía perfectamente. Un extenso y variado concierto en el que, sí, hubo despliegue de efectos lumínicos, rayos láser y demás parafernalia propia de ese tipo de tocadas. Pero, dato fundamental, los efectos eran complemento, no lo principal del asunto. A diferencia de una buena proporción de los conciertos masivos de hoy, que abusan de lo escénico para mal ocultar las evidentes carencias musicales de sus protagonistas, en Remember that night el centro fue la música, mucha y muy buena música. Desfilaron esa noche algunas de las canciones emblemáticas del Pink Floyd maduro, junto con creaciones recientes de Gilmour, y dos cosas fueron muy evidentes: que Gilmour seguía siendo uno de los grandes guitarristas de la historia del rock, y que las rolas que cantó con el apoyo vocal de Wright seguían sonando, cómo no, al mejor Pink Floyd de antaño. La banda, formada por músicos de primera, destacando entre ellos el guitarrista Phil Manzanera (ex Roxy Music), el bajista Guy Pratt (yerno de Wright) y el saxofonista Dick Parry, quien 33 años antes había tocado el legendario solo de saxofón en Money, del álbum Dark side of the moon. En momentos selectos de la sesión, Gilmour se valió de la presencia de invitados imperdibles: gran experiencia, escucharlo cantar a cappella con David Crosby y Graham Nash; sensacional, verlo acompañado de David Bowie; estelar también la presencia de Robert Wyatt tocando nostálgicamente la trompeta. Otro mérito de Remember that night es que, también a diferencia de lo que hoy es costumbre, no hubo nada del insulso parloteo de las estrellas de estos tiempos, nada de chistes públicos o privados, nada de discursos lloradores: sólo gran música, la presentación de los miembros de la banda, discretos agradecimientos a la audiencia, y nada más. De la combinación de todo ello se desprende un contexto de madurez y buen añejamiento de Gilmour y Wright, así como la demostración visible y audible de que a un gran concierto de rock sólo le hacen falta buenos músicos y buena música; el resto es ruido.

La sincronicidad está en el hecho de que hace unos días se exhibió en esta ciudad, en una fugaz y macarrónica programación de horarios y cines, la versión restaurada y remasterizada de ese gran documental, ya clásico, que es Pink Floyd: Live at Pompeii (En vivo en Pompeya, Adrian Maben, 1972). Spoiler para las nuevas generaciones: no es un concierto, sino la grabación de varias rolas (geniales, todas) en el anfiteatro de Pompeya, sin público. Aquí aparecen algunos de los momentos más experimentales del trabajo de los señores Mason, Gilmour, Waters y Wright en esa época, con resultados visuales y sonoros de gran potencia. Este pietaje está combinado con momentos de grabaciones en estudio y algunos breves testimonios de los miembros de la icónica banda. En las grabaciones se percibe un complejo trabajo de mezcla sonora y, en los testimonios, la variedad de temperamentos de los músicos, destacando el humor sardónico de Gilmour y el ego monumental de Waters, que probablemente fue la causa primordial de la disolución del grupo. Sin duda, En vivo en Pompeya es un gran documento sobre una gran banda y, como en el caso de Remember that night, la música es imperdible de principio a fin.

Y sí, hay un dato muy específico de sincronicidad entre Remember That Night y Live at Pompeii: en ambas suena esa poderosa muestra del gran rock progresivo que es Echoes. Por dondequiera que se le vea y oiga, hay que mirar y escuchar ambos documentales.

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