“Son capaces de matar a Zelaya y decir que se resistió”, afirma sacerdote hondureño
“La prepotencia del gobierno golpista es demasiado grande, y por eso la gente piensa que van a meterse a la Embajada de Brasil: yo creo que Manuel Zelaya va a morir y que van a decir que se resistió.” La voz del sacerdote Fausto Milla suena en el teléfono desde Santa Rosa de Copan, una región que agrupa cinco departamentos en el occidente de Honduras. Este hombre de 82 años, uno de los referentes de los movimientos sociales y organizaciones populares, mantiene una postura rotundamente opuesta a la de la cúpula eclesiástica hondureña, que dirige Oscar Andrés Rodríguez, un cardenal que bendijo desde el comienzo la cruzada del presidente de facto Roberto Micheletti. “Yo creo que Mel va a morir diciendo que él no quiere un solo muerto más en Honduras, que todo debe ser pacífico, que la razón tiene que triunfar”, apuntó.
Milla estuvo el domingo en el velorio de Wendy Elizabeth Avila, una manifestante que murió como consecuencia de la represión. “He visto tantos cuerpos castigados a garrotazos, mujeres que me mostraban sus brazos, horriblemente golpeados”, relató, y apuntó que la marcha de ayer en Tegucigalpa para repudiar el cierre de Radio Globo y Canal 36 disminuyó algo el caudal de manifestantes –unos 5000– debido a “las amenazas de muerte, que cada vez son más fuertes”. “Estamos con entera desinformación, porque los únicos medios que llegaban al pueblo fueron clausurados y destruidos –contó–. Los militares rompieron las puertas y se llevaron los equipos. Según acabo de saber, los periodistas están libres, consiguieron escapar a tiempo. Ahora aquí la información es ‘de tú a tú’, o por Internet, o vía radios o canales de afuera. Está Radio Progreso en el norte, pero dicen que es inminente su clausura. Es que ellos tienen que cortar con todo: el decreto de suspensión de garantías dice que clausurarán toda comunicación social que manifieste desprecio, o disgusto, unos términos que se prestan para cualquier cosa. La ley, ahorita, es prohibido pensar, hablar, oír. Prohibido ser humano. Esta es la situación en Honduras.”
Tras sucesivas denuncias de la masacre de campesinos del río Sumpul, a comienzos de los años ‘80, Milla fue perseguido y detenido por los escuadrones de la muerte. Tuvo que exiliarse y recién pudo volver en 1986. Aquella represión y ésta tienen un nombre en común: Billy Joya Améndola, creador de los escuadrones y ministro asesor de Micheletti. “Se sienten sus estrategias, sus modos de persecución, con tácticas más peligrosas todavía –dice Milla–. Ahora se cuidan un poco más y disimulan los crímenes, los hacen aparecer como desgracias, o como asesinatos hechos por delincuentes comunes. Nos cuidamos, tratamos de no salir solos a la calle. Tomamos nuestras medidas de seguridad.”
“Lo peor, lo triste, es que desde hace tiempo se viene pidiendo auxilio al mundo y no pasa nada: solo hablan y hablan –cuestionó el sacerdote–. Tenemos organismos de miles y miles de millones de dólares, como la ONU y la OEA, y nada: la gente aquí tiene que sufrir y morir calladamente. Sólo acuden al auxilio del que está mal cuando se murió. Acuden al entierro.” Milla le reclamó un bloqueo económico total al gobierno norteamericano: “Si lo hicieron durante 50 años a Cuba, ¿qué les cuesta hacerlo cinco o diez días contra Micheletti? –planteó–. Con eso se acaba el problema, pero no se atreven, porque el dinero vale más que la vida humana. Si las naciones del mundo no actúan en nombre del pueblo hondureño, los golpes se van a desencadenar por toda América latina de acuerdo con la conveniencia de los golpistas de Estados Unidos y del continente. Honduras ahorita es un laboratorio. Y si tienen éxito, El Salvador tiembla: la oligarquía allí ha demostrado sus barbaries contra el pueblo durante tantos años, apoyada por Estados Unidos… El interés real es desbaratar el ALBA: ellos tienen modos de golpear en cada país, sobre todo en Centroamérica, por donde empezaron.”
Milla señaló que los candidatos de los principales partidos no se pronuncian con contundencia sobre las sucesivas violaciones institucionales y a los derechos humanos por una sencilla razón: “Es que son todos de ellos, de los golpistas”, dijo. Con respecto a la cúpula eclesiástica de Honduras fue acaso más áspero: “Allá, en Tegucigalpa, esa gente recibe dinero de los políticos, de los gobiernos: eso es lo que pelean, nada más –dijo–. Ahí se cumple lo que dice Al Gore: ‘El apareamiento incestuoso del poder y el dinero es el peor enemigo de la democracia’, a lo que yo agrego ‘de la iglesia, también’. Pero no hay que confundir eso con la iglesia del pueblo’”. En torno de Juan José Pineda, el obispo que visitó a Zelaya en la embajada, Milla señaló que “es un acólito del cardenal (Rodríguez), basura de gente”. El religioso diferenció y contrapuso al obispo de su diócesis, Luis Alfonso Santos, opositor al golpe, y explicó que “cuando un cardenal se comporta como Judas, la gente se confunde”.
El domingo, también, pudo llegarse hasta la puerta de la embajada, donde habló unos minutos con la primera dama, Xiomara Castro. “Lo que hizo Mel es de una audacia increíble, de novela –concluyó–. Nadie sabe cómo llegó a Tegucigalpa, ni siquiera su mamá. Y esa burla que le ha hecho a la inteligencia del Ejército, que se cree tan poderoso, es lo que los tiene más enfurecidos y confundidos. Y eso los ha llevado, también, a estos extremos de ayer, de dejarnos ya sin garantías constitucionales.”
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