EE.UU. truena contra Zelaya
La diplomacia de la ambigüedad que ha practicado Estados Unidos con respecto al golpe de Estado perpetrado el 28 de junio en Honduras, ha llegado quizás a su máxima expresión cuando el representante estadounidense ante la OEA, Lewis Amselem, declaró ayer que el retorno de Zelaya, fue “irresponsable e idiota” y que “debe parar sus alegatos salvajes y no actuar como protagonista de viejas películas de Woody Allen”.
“Ahora que el presidente Zelaya volvió, sería oportuno devolverle su puesto”, había dicho la semana pasada la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Igualmente, voceros del Departamento de Estado hablaron en ese momento de que el retorno de Zelaya era una “ocasión” para una salida negociada a la crisis.
Aunque de todas formas el Departamento de Estado mantenía su línea de no calificar con certeza el hecho de que Zelaya ha sido víctima de un golpe de Estado (en parte porque la sospecha de que tal golpe se cocinó en Palmerola es incontestable) ese tipo de declaración se acercaba a un criterio constructivo y respetable.
Por otra parte, la declaración de Almensen, aunque sin nombrarlo, también dirigió sus cañones hacia Brasil: “Los que facilitaron el retorno del presidente Zelaya, en las condiciones actuales, tienen una especial responsabilidad por el bienestar del pueblo hondureño, que enfrenta otra crisis y más trastornos en sus vidas, sin tener culpa de nada.”
No es posible asegurarlo, pero semejantes declaraciones de extrema virulencia, que no pocos interpretan como el verdadero sentimiento de la élite política estadounidense, podrían haberse conjugado con presiones, al estilo Bush, sobre algunos de los representantes. Ello explicaría por qué los 33 países de la OEA que se reunieron de forma extraordinaria en su Consejo Permanente, tras diez horas de debate no consiguieron aprobar una resolución sobre el desarrollo de la crisis política en Honduras, ni lograron acuerdos sobre si se debe o no reconocer los resultados de las elecciones (inconstitucionales) que se efectuarían en el mes de noviembre, organizadas por el gobierno de facto.
La OEA ni siquiera logró condenar con toda energía la expulsión de cuatro de sus altos funcionarios, que recientemente no fueron aceptados a su llegada al aeropuerto de Tegucigalpa.
En resumen, la reunión del Consejo Permanente de la OEA no solo acabó sin definir camino alguno, sino que avivó diferencias entre los países, sobre todo entre Brasil y Estados Unidos. El embajador brasileño ante la organización llegó a decir que “la OEA está caminado hacia un absoluto estado de irrelevancia”.
A mediodía de este martes, no se conoce que Estados Unidos haya aclarado si las aseveraciones de Amselem reflejaban la posición oficial del Departamento de Estado, pero no caben dudas que las declaraciones del representante imperial ante la OEA pueden, de una manera u otra, engordar aún más la prepotencia del gobierno golpista y animar a los que dentro y fuera de Honduras están barajando la posibilidad de asesinar a Zelaya, incluso dentro de la embajada de Brasil.
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