Por Bru Rovira
La violación de una adolescente de 16 años durante una fiesta en un pequeña ciudad norteamericana se ha convertido en la red en un hecho público y los culpables han sido amenazados por ’hackers’ protegidos bajo el nombre de "Anonymous Calendario". Los ’hackers’ habían dado hasta el día 31 de diciembre a los jugadores de fútbol americano implicados, para pedir perdón
La violación de una adolescente de 16 años durante una fiesta en un pequeña ciudad norteamericana se ha convertido en la red en un hecho público y los culpables han sido amenazados por ’hackers’ protegidos bajo el nombre de "Anonymous Calendario". Los ’hackers’ habían dado hasta el día 31 de diciembre a los jugadores de fútbol americano implicados, para pedir perdón
Mañana,
31 de diciembre, último día del año, se acaba el plazo para pedir
perdón públicamente. Esta es la amenaza que un grupo de hackers ha
hecho a los jugadores de fútbol americano del Big Red, un equipo de la ciudad de Steubenville, en Ohio.
Los hackers , que se identifican como cibermilitantes y actúan
protegidos por la careta de Anonymous, se han incorporado con sus
amenazas como los nuevos actores del escándalo y la vergüenza colectiva
producida por la violación de una chica de 16 años durante una fiesta
alocada de adolescentes. Según la información que ha trascendido, la
fiesta degeneró con juegos sexuales no consentidos y con el escarnio
público de la chica a través de la red, donde se difundieron
fotografías, vídeos y twits de la borrachera y la violación múltiple a
qué fue sometida, como si aquellos hechos lamentables fueran un trofeo
de caza o los recuerdos de una celebración de aniversario que resulta
divertido compartir.
"Cogéis una pequeña ciudad norteamericana típica -ha escrito el periodista Jérome Hourdeaux, del diario electrónico Mediapart-; una
ciudad con su equipo de fútbol del instituto, un grupo de jóvenes
deportistas considerados verdaderas estrellas locales, una fiesta de
adolescentes particularmente surtida y un monstruoso caso de violación
colectiva. Metedlo todo en internet y os encontraréis con los hechos de
Streubenville".
La ciudad del pecado
Los tristes hechos de Steubenville empezaron el viernes 10 de
agosto. Steubenville es una pequeña ciudad de diecinueve mil habitantes
situada al valle del río Ohio que tuvo un cierto esplendor durante los
años setenta y noventa gracias a la industria siderúrgica y al carbón.
En sus tiempos gloriosos -narra la crónica local en la cual últimamente
también se ha tenido que fijar el New York Times -, Steubenville
incluso se conocía como Sin City, la ciudad del pecado, puesto que la
riqueza industrial era un polo de atracción por el juego, la
prostitución y, como siempre pasa con estas dos actividades, la
criminalidad.
Actualmente, sin embargo, Steubenville es una ciudad que ha perdido
buena parte de sus habitantes y una cuarta parte de los que quedan
viven en la pobreza. El equipo de fútbol local, el Big Red, es -era?-
una de las joyas locales. Nueve veces campeón de Ohio, se le considera
un "elemento de cohesión social", y dispone de un estadio donde se
pueden reunir hasta diez mil personas los días que hay partido. Aquel
10 de agosto el chicos del Big Red jugaron por la mañana un partido de
pretemporada. Al acabar, se fueron de fiesta y se incorporaron a una de
estas celebraciones de jóvenes que se acostumbran a hacer para despedir
el verano, antes de reiniciar el curso escolar.
Fue durante esta fiesta cuando se produjo la violación que, al
parecer, fue reiterada y colectiva. Incluso durante la misma noche, en
la red empezaron a circular noticias y fotos sobre el que estaba
pasando. A pesar de que los hechos no se han podido establecer con
exactitud, puesto que cuando intervino la policía ya era demasiado
tarde -la policía y la judicatura siempre han ido un paso más atrás que
la red-, y la ciudad hacía días que iba llena y las imágenes y los
twits ya habían sido borrados -incluso se había colgado a YouTube un
vídeo de 12 minutos-, una bloguera, Alex Goddard, se interesó por lo
que había pasado y consiguió recoger pruebas que se le habían escapado
a la policía.
Así, Goddard, que abrió un espacio en internet dedicado al tema,
decidió hacer públicos algunos twits de los jugadores del equipo de
fútbol: "Hay un cadáver en la ciudad y todo el mundo sonríe", "La canción de la noche es Rape me [Viólame]",
con nombres como el de C.S., a quien denomina Cody Manson refiriéndose,
al asesino Charles Manson. Y algunos comentarios de la misma población,
como los de un vecino que sugería en un twit : "No dejemos que
tonterías como estas se carguen nuestro objetivo en el campeonato del
estado".
De ’hackers’ a justicieros
La entrada en escena de los hackers ha aportado un nuevo elemento:
si la justicia y la policía son incapaces de fijar los hechos y
procesar a los culpables, Anonymous se ofrece como el gran justiciero.
Si los culpables no piden perdón públicamente, si no reconocen su
crimen, Anonymous lo hará público. Y a la denuncia de los jóvenes
añadirían, amenaza Anonymous, varias historias truculentes de algunas
personas importantes de la ciudad.
A pesar de que la policía va detrás de Anonymous cerrando las
puertas que abren en la red, algunos jugadores ya se han excusado. Pero
no está claro si Anonymous, convertido en sheriff del ciberespacio, ha
quedado satisfecho ni que decidirá hacer hoy.
Sin querer hacer valoraciones sobre esta nueva manera de hacer
justicia tan propia del Faro West, los hechos de Steubenville nos
presentan la red como un segundo espacio que se escapa a la vida
democrática, regulada por las leyes, un espacio justiciero , de
escarnio, de exhibición, una segunda vida , otra realidad que se puede
sostener sobre cualquier hecho y, también, su hecho contrario, porque
los dos podían ser verdad y mentira al mismo tiempo.
Probablemente, los adolescentes que mostraban las fotos de la chica
borracha que "se dejaba hacer" -"Rape me!", escribían en twitter- eran
conscientes de sus actos pero confiaban a poder mantener el secreto
-pecados privados o de grupo-, porque no acaban de saber si el mundo
virtual es verdad , es una fantasía, forma parte del mundo interior
propio, y los pecados o los crímenes confesados a la pantalla son una
huella invisible, o es, maldita traición, como si los confesionarios y
las orejas de los curas tuvieran unos altavoces dirigidos a la
parroquia en plena misa de domingo a las doce.
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