La violencia relacionada con la tecnología es una forma
de VCM que se manifiesta en el contexto de estas
nuevas tecnologías. Las TIC pueden usarse para perpetrar
violencia en varias formas.
Los perpetradores de violencia utilizan teléfonos móviles e internet para acechar, acosar y vigilar los movimientos y actividades de las mujeres. En especial, usan los servicios de localización de los teléfonos celulares, obtienen contraseñas y vigilan los mensajes de texto y las llamadas entrantes. Los perpetradores también usan TIC para obtener y distribuir fotos y grabaciones íntimas y sexuales de mujeres sin su autorización.
Las formas más frecuentes de VCM relacionada con la tecnología son:
• Hostigamiento en línea y ciberacoso, una de las formas más visibles de VCM.
• Violencia de pareja íntima, cuando la tecnología se usa en actos de violencia y abuso en relaciones íntimas o conyugales.
• Agresión sexual y violación, donde la tecnología se usa para seguir los movimientos y actividades de las mujeres y para saber dónde están. También cuando la violencia continúa mediante la grabación digital y distribución de la violación. En otros casos, se han utilizado avisos o mensajes falsos en internet para atraer a las mujeres hacia situaciones en las que sufren agresiones sexuales.
• VCM culturalmente justificada, cuando la tecnología cumple una función en la creación de una cultura de VCM o perpetúa el uso de la cultura o la religión para justificar, ignorar o aceptar actos de VCM.
• Violencia dirigida a comunidades, donde determinadas comunidades sufren ataques y acosos en línea dirigidos a ellas por su identidad sexual o de género o por su posición política.
Las TIC permiten que los perpetradores cometan actos de violencia en forma anónima y a distancia de las mujeres a los que van dirigidos, por lo que es más difícil identificarlos y denunciarlos ante la justicia. Los servicios de rastreos de teléfonos y las plataformas para compartir en la red también permiten la vigilancia de las actividades de las mujeres y la reproducción y distribución de fotos íntimas con muy poco esfuerzo y bajo costo.
Debido a la memoria “todo se graba, nada se olvida” de internet y la posibilidad de reproducción infinita de la información, las mujeres experimentan las consecuencias de los textos e imágenes del acoso dirigido a ellas sin poder hacer nada para frenar la situación.
En muchos casos de violencia, los perpetradores son muchos. Por ejemplo, en la distribución no autorizada de imágenes privadas suele haber un único perpetrador principal – la persona que publica las imágenes. Pero quienes las ven y las hacen circular se convierten en perpetradores adicionales. De la misma manera, el acoso en línea suele involucrar a varios abusadores que publican comentarios sexualmente agresivos y amenazas. Todos estos actos de violencia violan un conjunto de derechos de las mujeres, que incluyen el derecho a la privacidad y a la protección de la información personal y delicada.
Las investigadoras feministas sostienen que en el contexto de las TIC, el cuerpo trasciende lo físico. En consecuencia, la distribución de representaciones íntimas y abusivas de cuerpos viola el derecho de las mujeres a la integridad y la autonomía corporal.
Más aún, la violencia relacionada con la tecnología afecta la libertad de las mujeres para expresarse, moverse en línea con libertad y disfrutar de las comunidades en línea – por lo que viola su autonomía, libertad de expresión y acceso a la información.
El daño que experimentan las mujeres por esta violencia es principalmente psicológico y emocional e incluye miedo, enojo, estrés y depresión. Pero además, el abuso en línea, si no se controla, puede escalar hacia un abuso físico en la vida real. En algunos casos, la violencia relacionada con la tecnología ha desembocado en suicidios, en particular de personas jóvenes. Las mujeres que sufren este tipo de abuso también tienden a retirarse de las redes sociales en línea y en la vida real, y dejan de participar activamente en la vida política, social y económica.
Los perpetradores de violencia utilizan teléfonos móviles e internet para acechar, acosar y vigilar los movimientos y actividades de las mujeres. En especial, usan los servicios de localización de los teléfonos celulares, obtienen contraseñas y vigilan los mensajes de texto y las llamadas entrantes. Los perpetradores también usan TIC para obtener y distribuir fotos y grabaciones íntimas y sexuales de mujeres sin su autorización.
Las formas más frecuentes de VCM relacionada con la tecnología son:
• Hostigamiento en línea y ciberacoso, una de las formas más visibles de VCM.
• Violencia de pareja íntima, cuando la tecnología se usa en actos de violencia y abuso en relaciones íntimas o conyugales.
• Agresión sexual y violación, donde la tecnología se usa para seguir los movimientos y actividades de las mujeres y para saber dónde están. También cuando la violencia continúa mediante la grabación digital y distribución de la violación. En otros casos, se han utilizado avisos o mensajes falsos en internet para atraer a las mujeres hacia situaciones en las que sufren agresiones sexuales.
• VCM culturalmente justificada, cuando la tecnología cumple una función en la creación de una cultura de VCM o perpetúa el uso de la cultura o la religión para justificar, ignorar o aceptar actos de VCM.
• Violencia dirigida a comunidades, donde determinadas comunidades sufren ataques y acosos en línea dirigidos a ellas por su identidad sexual o de género o por su posición política.
Las TIC permiten que los perpetradores cometan actos de violencia en forma anónima y a distancia de las mujeres a los que van dirigidos, por lo que es más difícil identificarlos y denunciarlos ante la justicia. Los servicios de rastreos de teléfonos y las plataformas para compartir en la red también permiten la vigilancia de las actividades de las mujeres y la reproducción y distribución de fotos íntimas con muy poco esfuerzo y bajo costo.
Debido a la memoria “todo se graba, nada se olvida” de internet y la posibilidad de reproducción infinita de la información, las mujeres experimentan las consecuencias de los textos e imágenes del acoso dirigido a ellas sin poder hacer nada para frenar la situación.
En muchos casos de violencia, los perpetradores son muchos. Por ejemplo, en la distribución no autorizada de imágenes privadas suele haber un único perpetrador principal – la persona que publica las imágenes. Pero quienes las ven y las hacen circular se convierten en perpetradores adicionales. De la misma manera, el acoso en línea suele involucrar a varios abusadores que publican comentarios sexualmente agresivos y amenazas. Todos estos actos de violencia violan un conjunto de derechos de las mujeres, que incluyen el derecho a la privacidad y a la protección de la información personal y delicada.
Las investigadoras feministas sostienen que en el contexto de las TIC, el cuerpo trasciende lo físico. En consecuencia, la distribución de representaciones íntimas y abusivas de cuerpos viola el derecho de las mujeres a la integridad y la autonomía corporal.
Más aún, la violencia relacionada con la tecnología afecta la libertad de las mujeres para expresarse, moverse en línea con libertad y disfrutar de las comunidades en línea – por lo que viola su autonomía, libertad de expresión y acceso a la información.
El daño que experimentan las mujeres por esta violencia es principalmente psicológico y emocional e incluye miedo, enojo, estrés y depresión. Pero además, el abuso en línea, si no se controla, puede escalar hacia un abuso físico en la vida real. En algunos casos, la violencia relacionada con la tecnología ha desembocado en suicidios, en particular de personas jóvenes. Las mujeres que sufren este tipo de abuso también tienden a retirarse de las redes sociales en línea y en la vida real, y dejan de participar activamente en la vida política, social y económica.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario