Como sociedad nos encontramos en un proceso de concientización de nuestro poder como comunidad para protestar contra prácticas arbitrarias de autoridades y particulares.
lasillarota.com
El
número 43 será tan inolvidable como el 68. Han sido ya muchos los
levantamientos y las manifestaciones provocadas por la desaparición de
los 43 normalistas de Ayotzinapa. Esta cifra, que de acuerdo con la
numerología está relacionada con revoluciones sociales y con desorden
por insatisfacción de necesidades de comunicación a nivel colectivo,
representa a un porcentaje mínimo del total de víctimas del contexto
violento en el que se encuentra nuestro país. Como la propia búsqueda
de los 43 jóvenes lo ha dado a conocer, hay un sinnúmero de fosas
clandestinas cuyo contenido no pareciera preocupar a la autoridad, ¿qué
pasa con todos los cuerpos encontrados?, ¿a quién pertenecen?, ¿qué se
está haciendo para encontrar a otros desaparecidos?... son tantas las
preguntas.
Los movimientos sociales forjados en estas últimas
semanas en demanda de justicia para las 43 personas desaparecidas, son
el resultado de un hartazgo generalizado, que está dispersado en todo
el territorio nacional y en todos los estratos sociales. Guerrero,
Oaxaca, Michoacán, Estado de México, Tamaulipas, son tan sólo algunas
de las entidades en las que existe una crisis institucional agravada
resultado de una fuerte desigualdad social, de la corrupción e
impunidad. Esta problemática extendida, que pareciera seguir creciendo,
esta inmersa en una “cultura” de la violencia, en la que la fuerza es
utilizada como única herramienta capaz de resolver las diferencias
entre las personas y grupos sociales.
El descubrimiento de
cuerpos y restos humanos nos ha despertado algunas preguntas: ¿A quién
pertenecen?, y ¿acaso estas víctimas no tienen familias que busquen
justicia por su ausencia y muerte? Los 43 normalistas han corrido con
un poco más de suerte en la medida en que su caso se ha escuchado y
tiene un fuerte eco a nivel nacional e internacional, sin embargo, son
muchos más los desaparecidos. Pareciera como si nuestra sociedad
estuviera enfocada sólo en localizar a los 43 estudiantes, ¿quién se
preocupa por las demás víctimas?
Existen cifras oficiales de
acuerdo con las cuales desde 2006 hay 22 mil 300 personas sin
localizar, cifras que de acuerdo con organizaciones de la sociedad
civil, no reflejan la realidad nacional. Aunado a lo anterior, existen
también cifras altas de comisión de delitos y la percepción de
inseguridad por temor al delito es alta, pues 67% de la población mayor
de edad considera que vivir en su ciudad es inseguro. De igual modo, de
acuerdo con cifras del INEGI, la expectativa social de mejora de la
seguridad pública es muy baja. La normalización de la violencia en
nuestra vida diaria, ha provocado que consideremos aceptable el uso de
la fuerza y el daño a otros seres humanos.
La violencia y la
percepción que de ella tiene la sociedad afectan el desarrollo humano e
impiden un adecuado ejercicio de los derechos humanos de toda persona.
Rechazar la violencia y solucionar los conflictos a través de una
comunicación activa y directa entre los interesados es uno de los
objetivos de una cultura de paz, para la cual las autoridades a todos
los niveles deben trabajar.
Alcanzar una mejor calidad de vida, así como una cultura de paz y de no violencia
puede lograr reducir los costos económicos y políticos del uso de la
fuerza y el poder ilegítimos. Ahora bien, ¿cómo desaprender como
sociedad las conductas y valores violentos que de manera implícita y
explícita se enseña en las escuelas, calles y familias? y ¿cómo
sustituir una “cultura” de la violencia por una cultura de paz? La
Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz, emtidas
por la Asamblea General de las Naciones Unidas, identifican ocho
ámbitos en los cuales debemos trabajar como sociedad para promover y
fomentar una cultura de paz, dentro de estos tienen un lugar
significativo la educación, el desarrollo de los derechos humanos y la
participación democrática.
Como personas capaces de exigir a las
autoridades el cumplimiento de sus funciones y del Estado Derecho,
resulta también congruente de nuestra parte, exigirnos a nosotros
mismos como ciudadanía la adopción de conductas conformes con nuestro
anhelo de paz y respeto de la dignidad e integridad personales. El uso
de violencia como arma para la resolución de conflictos u obtención de
justicia implica recurrir a la ya superada ley del talión (ojo por ojo,
diente por diente) y olvidar que “la violencia se alimenta de
violencia”, tal y como decía Gandhi.
Como sociedad nos
encontramos en un proceso de concientización de nuestro poder como
comunidad para protestar contra prácticas arbitrarias de autoridades y
particulares. Este poder ciudadano debe ser ejercido de manera
pacífica, en un proceso positivo, dinámico y participativo en el que,
a través de un espíritu de diálogo, entendimiento y cooperación
mutuos, se puedan solucionar los conflictos.
Adoptar una
disciplina de apertura, paciencia, compasión y flexibilidad hacia las
posturas adversas a las propias, tal y como Gandhi predicaba, es
fundamental. Si bien hace falta mucho por hacer para adquirir valores
propios de una cultura de paz, existen avances significativos por parte
de la ciudadanía que se está organizando, y de algunas autoridades que
están atendiendo los reclamos sociales al entrar en diálogo directo con
la sociedad civil, como lo han procurado diversas dependencias e
instituciones como la Subsecretaría de Derechos Humanos de la
Secretaría de Gobernación, la Comisión Nacional de Derechos Humanos y
la propia Universidad Autónoma de Guerrero, por ejemplo.
Como
resultado de la desaparición de los 43 normalistas seguimos
descubriendo fallas estructurales y una falta de asunción de
responsabilidades del gobierno y actores políticos. Recurramos a la paz
como método alternativo para resolver nuestras necesidades de
comunicación a nivel colectivo, y para expresar nuestras exigencias
como sociedad. Como ya decía Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz
es el camino”. No son 43, son muchos más los heridos en esta guerra de
violencia. Exijamos justicia por el camino de la paz.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario