11/26/2014

El presidente que nunca entendió a los jóvenes

Serpientesy Escaleras
Salvador García Soto

La imagen de Enrique Peña Nieto huyendo de una multitud de jóvenes universitarios que lo increpaban enardecidos el 17 de mayo de 2012 fue algo más que un parteaguas que marcaría su campaña presidencial; dos años después de que asumió el gobierno, esa misma imagen, multiplicada ahora por decenas de miles de universitarios gritando en las calles consignas contra el ahora Presidente, confirman que aquello fue también premonición y aviso de que Peña Nieto nunca se entendería con los jóvenes.
Lo que comenzó aquella tarde de mayo en el plantel de la Universidad Iberoamericana en Santa Fe, y que luego dio pie a un fugaz y fútil movimiento estudiantil como el #Yosoy132, volvió a surgir, pero esta vez con más fuerza y rencor con el #Yamecansé y los movimientos, paros y protestas estudiantiles y universitarias que han cobrado fuerza para exigir justicia en el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Y entre esos dos momentos hay una constante: un presidente que choco desde el principio con los jóvenes y que nunca pudo comunicarse con ellos.
Si en la Ibero fue Atenco lo que provocó la ira estudiantil y los reclamos que acabaron con Peña Nieto perseguido por los jóvenes y obligado a salir corriendo del plantel universitario, ahora es Ayotzinapa lo que confirma el divorcio entre el Presidente y un sector que representa el 26% de la población total del país, donde 31.4 millones de mexicanos de entre 15 y 29 años de edad, son uno de los sectores más golpeados por el bajo crecimiento económico, el desempleo y los bajos salarios, la inseguridad y violencia del crimen organizado, la falta de acceso a las universidades públicas y, en general, la pérdida de expectativas sobre su futuro.
Las edades de los 43 jóvenes desaparecidos y los otros 6 normalistas muertos en Iguala oscilaban precisamente en ese rango de entre los 19 y los 22 años, justo el grupo de población que hoy se ha movilizado más en las protestas sociales en varios estados del país. Es el mismo grupo de edad que se registra en un porcentaje importante entre los muertos víctimas del crimen organizado y agresiones en el país. 36 mil 956 jóvenes de entre 18 y 29 años murieron en México en 2012, y casi el 60% de esas muertes juveniles fueron violentas, según cifras del Inegi.
En el primer trimestre de este año se reportó que casi el 10% de jóvenes entre 15 y 19 años no encontró empleo y otro 9.2% de jóvenes de entre 20 y 24 años también estaba desempleado, mientras la deserción escolar también ha crecido, producto de la falta de expectativas, y 21% de jóvenes entre 15 y 19 años no asiste a la escuela.
La paradoja es que Peña Nieto llegó al poder bajo el eslogan de representar a “una nueva generación de políticos” a la que la mercadotecnia política bautizó como “el nuevo PRI”. Pero en los hechos, las formas acartonadas y solemnes y el estilo soberbio de varios de sus colaboradores, terminaron por construir una barrera de comunicación entre el nuevo grupo gobernante y los grupos de jóvenes que desde la campaña les habían expresado su rechazo.
Desde el 8 de agosto de 2011 la UNAM presentó, un año antes de las campañas presidenciales, un documento generado en la Conferencia Internacional de Seguridad y Justicia, en la que el fallecido Jorge Carpizo, proponía varias acciones “urgentes” para frenar la violencia que vivía el país y “rescatar a la generación de los jóvenes que —decía Carpizo— estaba a punto de perderse”. Entre esas propuestas presentadas por el rector José Narro estaban: “establecer programas que reconozcan la heterogeneidad de los jóvenes y contemplen foros para su expresión y vinculación con la comunidad; generar programas para propiciar la permanencia o reinserción de los jóvenes al sistema educativo, con insumos para su desarrollo laboral; rediseñar políticas de empleo que destaquen la importancia del nexo escuela-trabajo; ofrecer estímulos fiscales a empresa que contraten y capaciten a jóvenes; generar un subsistema de comercialización juvenil que propicie cultura emprendedora en ese segmento y establecer una defensoría que oriente, proteja y asesore a jóvenes en los entornos familiar escolar, civil y administrativo”.
Nada de eso figura como prioridad en las políticas impulsadas por Peña Nieto en sus dos años de gobierno. Hoy esa misma generación que Carpizo advertía que estaba a punto de perderse, es la que más protesta y se manifiesta en contra del gobierno en las calles. El jueves que anuncie su “Reforma al Estado” seguramente el Presidente tampoco contemplará a los jóvenes en sus propuestas para atender la crisis social y política que vive el país. Pero lo que es un hecho es que esa desconexión y hasta enfrentamiento con los jóvenes es algo que ya marcó para la historia al gobierno de Enrique Peña Nieto.

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