Palabra de Antígona
"El patriarcado solo se sostiene en el autoritarismo. Sus expresiones se hallan en la vida de relación cotidiana, en la pareja, en la casa, en los hogares, sin duda. Pero sus efectos van mucho más allá, es la historia de la guerra y el poder: están en el sistema de jerarquías, en el gobierno y en los diferentes niveles del Estado"
México
DF., 25 nov. 14. AmecoPress.- Sucede que en este país hace 40 años
descubrimos que los agravios contra las mujeres, violentadas física o
psicológicamente, asesinadas por ser mujeres, fue un descubrimiento al
que le pusimos nombre: patriarcado.
El
patriarcado solo se sostiene en el autoritarismo. Sus expresiones se
hallan en la vida de relación cotidiana, en la pareja, en la casa, en
los hogares, sin duda. Pero sus efectos van mucho más allá, es la
historia de la guerra y el poder: están en el sistema de jerarquías, en
el gobierno y en los diferentes niveles del Estado; en donde, cada vez
más, se pospone la democracia y la justicia, tras varios siglos de
discursos y análisis. Ahí estamos las mujeres.
Un sistema
jerárquico y autoritario que no entiende que la violencia contra las
mujeres y contra quienes no tienen poder, es un sistema con las más
variadas acciones que afecta la vida de relación entre las personas, la
democracia y todos los gobiernos. Es ahí, en ese núcleo de poder donde
la violencia es un mecanismo para que sobreviva el estado de cosas.
De ahí
proviene el mal entendimiento. ¿Por qué habríamos de sorprendernos de
que se use la violencia para combatir lo que violenta al sistema? Al
sistema lo violenta la movilización de las y los ciudadanos pidiendo
cuentas; al sistema lo violenta que haya quienes denuncian la
corrupción, la injusticia, el estado de debilidad de quienes deben
impartir justicia; lo violenta que no se le obedezca y no se respete a
las instituciones que le dan vida y justifica sus horrores; al Estado y
sus gobiernos los violenta quienes no se venden por tres mendrugos y
quienes lo cuestionan porque piensan.
La marcha de
20 de noviembre es en sí misma, por su expresión, por quienes se
reunieron espontáneamente, organizadamente o simplemente, para decir
que no soportan que a cada tramo de su vida nadie escuche que se ha
llegado a un límite. Encabezado por las madres y los padres, con
participantes, como muchos y muchas, que en el camino de la injusticia
hemos perdido a nuestros seres queridos, sin que nadie nos responda.
Es muy
peligroso para el gobierno no saber ver ni saber oír. Es peligroso que
se vuelva a prácticas usadas antaño, crear un ambiente que produzca
miedo, que contribuya a poner una cortina de humo sobre la verdadera
protesta. Los testaferros del sistema solamente ven a los aguerridos,
desesperados, que reaccionan con una violencia proporcionalmente
desigual a la que se ha venido soportando por la población. Los
autodenominados anarquistas, son un pequeño grupo localizado, ¿Por qué
entonces tanta alharaca? Seguramente para tapar la verdadera violencia
cotidiana que la ciudadanía sufre, vive, soporta diariamente.
Los asesores
del presidente de la República le están mintiendo. El tema es que urge
una reforma del Estado, por una parte, para rearmar las reglas de
convivencia, como propone ahora Cuauhtémoc Cárdenas, que no tiene más
armadura que su propia vida y su calidad moral; lo mismo que hizo antes
denodadamente Porfirio Muñoz Ledo; otros piden la reforma del Estado de
Derecho, eso incluye a sus amigos, que tienen micrófono para distraer;
algunos más se revelan con distintas manifestaciones, cartas, quejas,
demandas, marchas, gritos y hasta esa terrible equivocación juvenil de
los petardos.
Estamos en una
situación muy complicada. No es tan simple como dice el Secretario de
Gobernación, ni tiene sentido hablar de paz en medio de las diatribas y
las mentiras; ni se trata de defender al gobierno apabullado con tanto
problema heredado de los múltiples gobiernos de los últimos 70 años; ni
se trata de pensar que es necesario “matar” a los violentos o
encarcelarlos, se trata de entender qué está pasando. Volver a cerrar
la válvula de escape es simplemente posponer lo que ya nadie puede
parar.
Los asesores
¿entenderán? Por ejemplo qué significa la revolución de las
comunicaciones; sabrán medir, mapear, analizar los efectos de las
reformas y quiénes se sienten afectados; sabrán qué significa para las
mujeres tener un hijo, verlo crecer, mirar como aprende a comer, como
da sus primeros pasos, ¿entenderán que el tema no se resuelve con
promesas, detenciones sin explicación? Entenderán los egresados de
Harvard, del Instituto Tecnológico de Massachusetts y del ITESO,
¿entenderán algo? los opinadores que no saben la fuerza que una sola
madre puede tener para mantener su protesta porque su hijo o hija ha
desaparecido.
Además de su
falta de entendimiento, tampoco saben historia. Es verdad que La Madre,
de Gorki es una novela fundada en un proceso que no entendió el Zar de
Rusia, y que no entendió Porfirio Díaz, ni entendieron los dictadores
de América Latina; no entienden cuál es la liga vital entre una madre y
sus hijos, no por subordinada y utilizada situación explotada por los
intereses del sistema, sino la madre que como las madres de Plaza de
Mayo, pueden protestar cada jueves durante años, con la herida abierta.
A ellas no les conformó nada, absolutamente nada ¿sabrán eso en
Bucareli?
Recuerdo que
las abogadas intelectuales buscaron para las madres de las asesinadas
en Cd. Juárez la reparación del daño: ¿reparación? Y hasta le pusieron
una cantidad y un culpable: debía pagarlo el Estado o el Gobierno, nada
de ello fue suficiente para Marisela Escobedo, que al final fue
asesinada porque quería saber si la justicia era posible y el autor del
asesinato de su hija iba a pagar. Y quién en medio de tanta bulla
recuerda a Margarita Santizo, quien durante cinco años buscaba a su
hijo, Esteban Morales, un policía federal desaparecido en Michoacán,
ella se presentó en un féretro a recordar a las autoridades que su
última voluntad era reclamarlo frente a Gobernación. Su cuerpo estuvo
ahí, nadie hizo la historia precisa, pero ella nunca pudo perdonar.
Se han
preguntado los asesores si es posible olvidar. A qué le tiran, a lo de
siempre e histórico: que el movimiento amainará en unas cuantas
semanas, que la protesta se diluirá, que no haya bronca, que la gente
no protestará toda la vida y menos si se la llena de miedo y le
presentan directamente a los anarquistas.
De buena
fuente estoy enterada, sí hay grupos enviados a aumentar la gresca y el
enojo, como aquellos que se confundían con los estudiantes en 1968.
¿Quién y por qué están ahí? Sencillamente porque andan buscando a los
culpables, los malos, los violentos, los que efectivamente se equivocan
y apoyan al sistema a tener un culpable, pero que finalmente son la
expresión del hartazgo, la frustración y la desesperación que se agolpa
en el pecho. No entienden que eso no convence a miles.
Por qué, me
pregunto, sólo un cronista que yo conozco, ha destacado el tamaño
fenomenal de la protesta, su capacidad de tolerancia y su esperanza
pacífica, pero entera y mayúscula. De qué habló la marcha, de que la
gente está harta, que ha dejado de creer en las patrañas, vengan de
donde vengan. Y ahí están devastados e insufribles los políticos
armando orquesta y concierto con el discurso oficial. Y muchos que se
conocían como de izquierda. Los “violentos”, sirven para apoyar el
olvido, y ahí está el foco, y ¿lo demás?.
México era uno
antes de Ayotzinapa (en Náhuatl: río de calabacitas) y después será
otro. Ayotzinapa, una población del Estado mexicano de Guerrero,
conurbada con la ciudad de Tixtla de Guerrero, cabecera del municipio
del mismo nombre y sede de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro
Burgos”. El lugar que se volverá imborrable, donde se concentra el odio
a la juventud, el deseo de que no exista la pobreza, ni el abandono de
más de 12 millones de indígenas mexicanos y mexicanas; el sitio que
recuerda que no hay progreso, reformas ni modernidad porque se puede
matar de esa manera, desaparecer de esa otra, mantener como si nada la
impunidad, dejar un reguero de cenizas en un río, o tenerlos por
secuestrados a quienes algunos voceros de siempre pretenden formarles
una historia miserable como la que ellos tienen.
El sistema
quiere borrar del mapa a quienes protestan desde que Guerrero, sus
montañas y su atraso, ha sido cuna de la guerrilla y cuna de la
dignidad que cientos, miles, millones de mexicanos y mexicanas han
olvidado con tal de un mendrugo porque el hambre, el consumismo y la
desventura son parte, dicen, de la condición humana.
Las mujeres
tampoco podemos olvidar a las asesinadas sin justicia, ni nos cabe en
el alma explicación alguna que no tenga que ver con la voluntad de
justicia; no nos convencen, los sabemos históricamente capaces de
cualquier cosa para evitar por autoritarismo ser cuestionados. México
empieza a ser tierra de nadie, donde cualquier fuego nuevo puede ser el
comienzo de otra vida, lo verdaderamente grave será que no podamos
evitar otro y otro y otro baño de sangre, contra el que se reveló
Antígona.
Foto: Archivo AmecoPress.
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