Página 12
La
estocada para el partido fue el mal manejo de la crisis que significó
la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, víctimas del
alcalde perredista José Luis Abarca, hoy preso. El gobernador de
Guerrero –también del PRD– debió renunciar.
Postrado y
agotado, sin autoridad moral ni credibilidad, hundido en la corrupción,
diluido como opción política y a punto de la disolución, el Partido de
la Revolución Democrática (PRD) ha entrado en una etapa crítica de la
que sólo tiene dos salidas: o la reconstrucción o su desaparición de la
faz democrática de México.
El diagnóstico es de su fundador,
Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quien dos veces en la última semana ha
exigido la renuncia de la actual dirigencia nacional del PRD, que fue
electa y tomó posesión el pasado 5 de octubre cuando el ex guerrillero
Jesús Zambrano dejó el cargo para que asumiera el ex senador Carlos
Navarrete.
La estocada para el PRD fue el pésimo manejo de la
crisis que significó para el partido la desaparición de 43 estudiantes
normalistas de Ayotzinapa y el asesinato de otros tres, el pasado 26 de
septiembre, en Iguala, Guerrero, víctimas del alcalde perredista José
Luis Abarca, hoy preso.
En una carta abierta, el propio Cárdenas
se quejó de “años de desviaciones y claudicaciones”, en referencia a
las últimas dirigencias partidistas. Con Zambrano, el pragmatismo cedió
a los principios doctrinarios y se hicieron alianzas electorales con el
derechista PAN sólo para ganar unos pocos gobiernos estatales, incluido
Guerrero, con candidatos alejados de lo que se podría esperar de un
partido de izquierda. Aún más, Zambrano llevó al PRD a alinearse en los
acuerdos nacionales sobre reforma política, laboral, de
telecomunicaciones y energética propuestos por el presidente Enrique
Peña Nieto, en un acercamiento al PRI jamás visto en los recién
cumplidos 25 años de historia del PRD.
La que hasta ahora
todavía es la principal fuerza política de izquierda surgió de la
ruptura del PRI en 1988, cuando el ala progresista de ese partido fue
avasallada por el grupo neoliberal de Miguel de la Madrid y de Carlos
Salinas de Gortari, presidentes de México entre 1982 y 1994. La salida
de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, hijo del general revolucionario
Lázaro Cárdenas del Río, que nacionalizó el petróleo medio siglo atrás,
junto con un importante grupo de priístas, entre los que destaca
Porfirio Muñoz Ledo, fue la confirmación del cisma que sólo doce años
después habría de terminar con las siete décadas de gobiernos
hegemónicos del PRI, pero no por la izquierda cardenista aglutinada en
el PRD, partido que se fundaría en 1989, sino por el derechista Partido
Acción Nacional, el PAN, y su candidato, el populista Vicente Fox.
Cárdenas
fue candidato a la presidencia de la república en 1988, 1994 y 2000,
derrotado las tres veces por el PRI. Fue el primer jefe de gobierno
electo de la Ciudad de México entre 1997 y 1999, con lo que se inicia
el ascenso electoral del PRD que casi lleva a la presidencia a Andrés
Manuel López Obrador, en 2006. Después de eso, la izquierda perredista
ha ido retrocediendo en las urnas. El propio López Obrador abandonó
este año las filas del PRD para crear su propio partido político:
Movimiento de Regeneración Nacional (Morena). Con él, miles de
perredistas cambiaron de afiliación.
Actualmente el PRD es
gobierno en el Distrito Federal, Morelos y Tabasco; lo era también en
Guerrero hasta que el ex priísta Angel Aguirre Rivero renunció por la
matanza y desaparición de estudiantes en Iguala. Además, comparte la
gobernación en Oaxaca, Sinaloa y Puebla, mediante la coalición con el
derechista PAN y varios partidos menores. Antes gobernó Zacatecas, Baja
California Sur, Michoacán, Chiapas y Tlaxcala. Excepto el último, todos
esos estados los perdió en las urnas entre 2010 y 2012.
Por sí
solo, o en otras coaliciones y alianzas, el PRD también encabeza 286 de
los 2456 municipios del país, lo que significa que gobierna
directamente a poco más de 14,6 millones de mexicanos, es decir, el
13,52 por ciento de la población total del país, de acuerdo con las
estadísticas en línea de ese partido. En total, son 2708 funcionarios
municipales electos por los que debe responder. José Luis Abarca era
uno de ellos, en Iguala.
Luego del ataque contra estudiantes
normalistas de Ayotzinapa el pasado 26 de septiembre, en el que la
policía municipal bajo las órdenes de Abarca asesinó a seis personas
(tres de ellos estudiantes) y llevó a la desaparición forzada de otros
43, la mirada nacional se volcó sobre Guerrero. Por todos lados
afloraron historias de narcopolítica, entre ellas informes de
inteligencia que se filtraron a la prensa, en que señalaban al menos
doce presidentes municipales como “objetivos de interés especial” de
agencias de investigación del Estado. Se trataba de ocho alcaldes del
PRD y cuatro del PRI.
A los alcaldes perredistas se los
vinculaba con los carteles de La Familia michoacana, Guerreros Unidos,
Los Rojos y Los Caballeros Templarios. Los priístas investigados
tendrían nexos similares, además, con el cartel de los hermanos Beltrán
Leyva.
La crisis interna del PRD se ha nutrido por los medios
alineados al gobierno de Enrique Peña Nieto, que han dado un
seguimiento inusual a la responsabilidad de los gobiernos perredistas
en el caso Ayotzinapa.
El propio Cuauhtémoc Cárdenas ha pagado
el precio de una opinión pública volcada contra el PRD, y el pasado 8
de octubre, en una de las primeras marchas por los desaparecidos de
Ayotzinapa, fue objeto de una agresión, al recibir empujones y ser
blanco de varios objetos que le lanzaron, algunos con líquidos que lo
dejaron empapado y sucio. Con él iba el historiador y politólogo
bonaerense Adolfo Gilly, nacionalizado mexicano desde 1982, que terminó
descalabrado. Cárdenas lamentó que se sancionara al PRD y pidió centrar
la responsabilidad en quienes han sido responsables de las decisiones
partidistas “que tienen nombres y apellidos”.
El 4 de noviembre,
el ex presidente del PRD Jesús Zambrano fue acosado en un acto en la
UNAM, a las afueras de la Unidad de Posgrado, donde fue rodeado y
seguido por varios jóvenes que le gritaron “traidor” y “asesino”,
mientras coreaban consignas por la aparición con vida de los 43
normalistas desaparecidos. Zambrano dirigió al PRD entre marzo de 2011
y hasta el 5 de octubre pasado, y en su período fueron postulados los
alcaldes perredistas detenidos en Guerrero, José Luis Abarca, en
Iguala, y Feliciano Alvarez Mesino, en Cuetzala del Progreso, preso
desde el 8 de abril. El PRD de Zambrano también apoyó y postuló al
priísta Angel Aguirre Rivero para ganar el gobierno de Guerrero.
Durante
su primer década de existencia, el PRD fue dirigido por el grupo
cardenista aglutinado en la que fue la Corriente Democrática del PRI,
que se opuso a la candidatura de Carlos Salinas de Gortari, a la postre
presidente de México entre 1988 y 1994. El primero en presidir el nuevo
partido de izquierda fue el propio Cuauhtémoc Cárdenas, y mantuvo su
ascenso durante las presidencias de los ex priístas Porfirio Muñoz Ledo
y Andrés Manuel López Obrador. Los últimos seis años han estado en
manos de la vieja izquierda que se disolvió para fundar el PRD.
Zambrano fue parte de la Liga Comunista 23 de Septiembre y fue preso
político entre 1974 y 1975.
Apenas pasado el 5 de octubre,
Zambrano entregó la dirigencia nacional del PRD a Carlos Navarrete,
otro viejo militante del desaparecido Partido Socialista de los
Trabajadores, el PST, donde también se formó Jesús Ortega, predecesor
de Zambrano.
Ese es el grupo al que Cuauhtémoc Cárdenas atribuye
la debacle del PRD y al que ha exigido un par de veces su renuncia,
acusándolo de convertir al partido en una franquicia electoral. Con una
convocatoria prácticamente para reinventar su partido, alejado del
sistema de cuotas que le ha atomizado. Eso sí, Cárdenas avisó que, de
aceptarse su propuesta, él no participará en ningún puesto directivo.
En
las próximas semanas podría realizarse un debate público entre Cárdenas
y Navarrete que defina el futuro de esta parte de la izquierda.
Fuente original: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-260510-2014-11-24.html
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