11/26/2014

26 de septiembre: noche de Iguala, amanecer de México



A dos meses de la noche lluviosa de balas, tortura, horror, muertes y 43 estudiantes de la Normal de Ayotzinapa desparecidos, en justicia nada tenemos. La demanda de padres, estudiantes y sociedad de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, se ha gritado por dos meses en calles, plazas, auditorios, radios y monitores de televisión. Y nada.

Al mes escribí el primer artículo: “Ayotzinapa, crimen, impunidad, corrupción y poder”. Otros hechos se han sumado en este bimestre que refuerzan la relación entre los componentes de aquel titular: un presidente, que sin decirlo, al igual que Fox, en dos ocasiones se ha preguntado ¿Y por qué yo? Lo hizo en los primeros diez días en que no atrajo el caso y se dedicó a evadir su responsabilidad de Jefe de Estado y Comandante Supremo de las fuerzas armadas, declarando la responsabilidad de los gobiernos locales, estatal y municipal. Un presidente que no asiste al lugar de los hechos. Que no visita a los estudiantes en la Normal Isidro Burgos, que no acompaña a las familias en su dolor. Un presidente ajeno que se va a China y Australia, como si en casa no pasara nada. Y a su regreso, molesto y enfadado, nos dirige el reproche de estarnos oponiendo a su proyecto de nación, todo porque Aristegui noticias lo atrapa en la corrupción, en el delito de conflicto de intereses, con uno de sus proveedores, durante su gobierno en el estado de México y ganador de la “licitación” de tren México Querétaro.

El descubrimiento de la casa blanca del él y su esposa le hace voltear a los ciudadanos, nuevamente con la pregunta de Fox, ¿Y por qué yo? Si yo no soy la señora de la casa, ella que aclare cómo se hizo de esa casa. Y la señora actuó y moralmente rodó la primera cabeza de la colaboradora más cercana del presidente. Por la bobada que nos contaron y la desfachatez para eludir la responsabilidad legal sobre los hechos denunciados, la crisis de corrupción que está en el fondo de la tragedia nacional, se evidenció y con ello ha rodado moralmente, también la cabeza del presidente.

Nos toca ahora, después de la noche trágica de Iguala, volver la crisis del país en nuevo capítulo emancipador de nuestra historia: la derrota de la corrupción y la impunidad. El amanecer de otro México: el de la solidaridad; el de una sociedad organizada que ejerce el derecho de ser ciudadano; el surgimiento del ciudadano soberano que toma en sus manos la crisis de Estado; que podrá tomar en sus manos el proceso electoral del 2015 para recomponer a la clase gobernante; que podrá retomar en sus manos el centenario de la Constitución, en el 2017, para una nueva Constitución del Estado Mexicano. La noche de Iguala puede acercarnos a una ciudadanía soberana.

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