Mario Campos
Si el gobierno de Enrique Peña Nieto hubiera terminado después de su primer año habría pasado a la historia como el presidente de las reformas. Si hoy llegara a su fin sería el presidente de Ayotzinapa, la “casa blanca” y la gran protesta social. Al Presidente le quedan cuatro años por delante y la pregunta es cómo quiere ser recordado cuando termine su periodo. De la respuesta dependerá lo que pase con su gobierno y el país.
México está en crisis. Pero no es una crisis de los ciudadanos sino del poder. De la confianza en las instituciones y en las autoridades que las encabezan. Según la encuesta del diario Reforma publicada el pasado sábado, solo un 20% creyó en la explicación de Angélica Rivera sobre sus propiedades, y solamente un 19% cree que el Presidente ha sido claro en su declaración patrimonial.
A esa desconfianza hay que sumar la crítica de columnistas y comentaristas que han cuestionado la actuación del Presidente. La protesta ha dejado de ser de unos cuantos para estar en las conversaciones cotidianas. Periódicos deportivos, como Récord, han dedicado portadas a las recientes marchas. Cuentas de Twitter dedicadas a temas de humor han escrito sobre las protestas. Artistas o deportistas han abordado el tema, desde el Chicharito hasta Calle 13.
¿Qué va a hacer el Presidente ante este clima? Son tres las respuestas posibles. Unos quieren que se vaya. Yo he dicho que no comparto esa salida. No veo al país en un proceso electoral, sin candidatos fuertes, sin proyectos definidos.
La segunda es intentar contener el movimiento. Apostar porque las vacaciones de Navidad sean las que apaguen las protestas. Sin duda la atención de los manifestantes cambiará por un tiempo pero las causas del malestar ahí seguirán.
El gobierno tiene que entender que las protestas ya no son sólo por lo que ocurrió en Guerrero. Es sobre las condiciones que lo permitieron. Ayotzinapa es el síntoma de una enfermedad mayor. Fue la chispa pero no es el motor, ésa es la indignación. Apostar por contener es una mala estrategia pues le quedan cuatro años por delante. ¿Va a gobernar con el círculo rojo en contra?, ¿con miles en las calles pidiendo su salida?, ¿con la prensa internacional encima?
Por eso la tercera opción es la más viable —y a la vez la menos imaginada por muchos— es que en vez de tratar de frenar el cambio, el Presidente lo encabece. O al menos lo intente.
¿Puede? Sí. Porque aunque hoy no lo parezca Peña Nieto es uno de los presidente más poderosos que ha tenido México en los últimos 20 años. Tiene al Congreso en la bolsa (con su partido y una oposición a modo), controla a los gobernadores, cuenta con dinero como pocos y ha demostrado capacidad para armar una agenda y aplicarla.
La misma energía que usó para las reformas económicas tiene que aplicarla a las reformas políticas y del sistema de justicia. Se requiere un compromiso con la transparencia, el combate a la corrupción —empezando por su gobierno y los gobernadores—, la limpieza del sistema de justicia en todos los niveles. Que en el camino tendría que enfrentar muchos intereses, sin duda. Pero al menos tendría el apoyo de algunos de los que hoy están en su contra.
¿Sería creíble que el presidente encabece el cambio? Para muchos no, nada que haga funcionará porque él es parte del problema y no puede ser la solución.
Para otros, no en principio pues muchas veces hemos oído que ahora sí van serio, pero los hechos —y no los discursos— tendrían que convencer. Mostrar resultados ya, esta semana, este mes, día a día. Con reformas pero también con acusaciones, detenciones. Si no va así no va a funcionar.
Hoy, honestamente, no veo otra salida para esta crisis si el gobierno no quiere vivir en este clima lo que resta de su periodo. La decisión tiene que ser pronto. Las presiones no se van a ir. ¿Cuál de las tres opciones elegirá? ¿La salida, la contención o el cambio? La respuesta la tiene el Presidente.
Politólogo y periodista.
@MarioCampos
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