El
día 26 de septiembre en el estado de Guerrero, en el municipio de
Iguala de la Independencia, seis muertos y 43 estudiantes normalistas
desaparecidos, con la complicidad de políticos, policías municipales,
Ejército y narcotraficantes y los efectos sociales y políticos
constatan que el Gobierno de Enrique Peña Nieto va cuesta abajo en la
rodada.
Y hablamos de camino al despeñadero, pues la agudización
de la crisis política y social mexicana no puede ya ser sofocada a
punta de represión y más muerte, sin que ello conlleve la posibilidad
cierta de tener a Peña Nieto fuera del Palacio de Gobierno. Sobre todo
si el establishment mexicano, sus partidos tradicionales y la
estructura de poder que sustenta el actual Estado - incluyendo el poder
fáctico ligado al narcotráfico - define que el mal menor es sacar al
actual mandatario, para tratar de salvar un modelo que agoniza.
La crisis mexicana se intensifica al observar los nulos resultados en
materia de combate al narcotráfico, en depurar y democratizar las
instituciones del Estado, entre ellos el Ejército, la Policía y el
Poder Judicial, y sobre todo, poner fin a la violencia crónica que se
ha apoderado de este país del norte americano - con 120 mil muertos y
50 mil desparecidos desde que se firmó, sintomáticamente, el Tratado de
Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos - el año 1994, mismo año en
que, además, comenzó la construcción del muro y las vallas por parte
del gobierno del ex presidente estadounidense Bill Clinton destinado a
impedir los flujos migratorios desde las sociedades, al sur del Rio
Bravo del Norte y que han generado, hasta hoy la muerte de 10 mil
personas, que buscaban concretar mejores perspectivas de vida.
México es un país donde los actores políticos tradicionales han
devenido en cómplices de las actividades delictivas y que han llevado a
denominar a México como un Narcoestado. Un dramático neologismo, que da
cuenta que este extraordinario país, está dominado en su acción por los
poderosos grupos criminales de narcotraficantes, que han expandido su
acción a todos los rincones políticos, sociales y económicos de México.
Un país que transita desde la adoración de la Virgen de Guadalupe a la
presencia de San Jesús Valverde, el santo de los narcos.
Según las últimas investigaciones ligadas a la desaparición de los
estudiantes normalistas, los 43 jóvenes habrían sido asesinados por
miembros del denominado Cartel Guerreros Unidos, tras ser detenidos por
policías municipales por orden del alcalde de Iguala, José Luis
Escobar, con la complicidad de su esposa. Entregados posteriormente a
sicarios del narcotráfico, torturados, quemados y luego tirados en un
basurero del Municipio de Cocula, localidad vecina a Iguala de la
Independencia. Esta versión oficial, como muestra del descrédito de los
organismos del Estado, no convence a los familiares, quienes han
intensificado sus denuncias nacionales e internacionales, hasta que
exista una confirmación certera y científica, que los restos
encontrados correspondan a sus familiares.
Para el
investigador del Centro de Investigaciones Pedagógica y Sociales
mexicano Rafael Lucero “con la desaparición de los normalistas, el
fantasma del Estado fallido cabalga por todo México, ante la exigencia
de justicia de padres, maestros y estudiantes, de por lo menos
cincuenta ciudades del país… los hechos en México, los crímenes
cometidos reiteran, una vez más, lo que desde hace tiempo el pueblo de
México sabe y padece: el crimen, la impunidad y la corrupción. Tres
conductas que se han impuesto y que Ayotzinapa, sus estudiantes y
padres nos reclaman a la sociedad mexicana y el Estado mexicano”.
La protesta social se ha multiplicado por todo México con un nivel de
intensidad cada día más creciente y ante lo cual el gobierno reacciona
tarde, sin propuestas y donde incluso los monopolios informativos
mexicanos no pueden acallar lo que sucedió en Ayotzinapa. No ha podido
ocultar la influencia que está teniendo la caravana de la verdad que
los padres de los normalistas desaparecidos están realizando por
México, en un cara a cara que implica llevar al seno de la sociedad el
reclamo por justicia, por luchar contra la corrupción enquistada en el
estado, en sus cuerpos policiales, en el ejército, en la justicia, en
los partidos políticos. Una caravana que logró reunir decena de miles
de indignados mexicanos en el Zócalo Capitalino exigiendo verdad y
justicia.
Para el analista político mexicano, Josafat
Hernández “el gobierno de Peña Nieto no puede aplicar fórmulas de
ninguneo, porque las protestas han alcanzado tal intensidad y extensión
que es imposible acallar las voces exigiendo justicia y que deje de
generar acciones (como la detención del alcalde Iguala y su esposa como
también algunos miembros del cartel Guerreros Unidos) que sólo generan
apariencias de interés de solucionar un problema que tiene que ver con
la estructura misma del Estado”. Voces de reclamo que vienen también de
gran parte de los gobiernos del mundo, organizaciones defensoras de
derechos humanos y medios de comunicación.
En un interesante
trabajo sobre el tema de la desaparición de los normalistas y los
efectos políticos de ese crimen el analista y licenciado en Filosofía
de la UNAM Ismael Hernández Lujano “El desenlace del movimiento popular
que busca la justicia por lo sucedido en Iguala marcará el futuro
inmediato del país. Se vislumbran dos escenarios. En el primero, el
movimiento de indignación se sostiene y hasta crece en cantidad y
vigor, y sus demandas poco a poco van haciéndose más radicales. Esto
podría conducir a la caída de Peña Nieto. Un colapso del régimen
neoliberal similar al de Venezuela en 1989, Argentina en 2001 o Bolivia
el año 2003. Esto abriría las puertas a una nueva etapa del país y las
posibilidades de construcción de un gobierno popular. El segundo
escenario es el de la derrota del movimiento, sea por el desgaste, por
la represión o ambos. Esto abriría la puerta para que el régimen se
recomponga y el año próximo pueda realizar en relativa calma las
elecciones intermedias, con lo cual recuperaría ante el mundo la imagen
de legalidad, estabilidad y fuerza que ha perdido”.
En
México, más allá de las elucubraciones sobre si Peña Nieto cae, se
mantiene, se desintegra el actual modelo político o se recompone; se
habla y con certeza de la instalación del narcoestado y los efectos que
tal modelo significa. Para los padres de los normalistas desaparecidos,
los analistas políticos que han asistido con asombro a las diarias
incongruencias de las voces oficiales respecto a estos crímenes y para
una sociedad cada día más numerosa, existe en México, una verdad
indesmentible como afirma el cientista político Arsinoé Orihuela “la
delincuencia organizada es el Estado Mexicano y el narco es el jefe
supremo de ese estado”.
Para mayor precisión, las familias de
los normalistas afirman “a nuestros hijos se los llevó la autoridad
municipal, en complicidad con otra gente, pero se los llevó la policía
en unas patrullas. Se los llevó la autoridad… pueden haber mil líneas
de investigación, pues bien sabemos que en Guerrero te ejecutan, te
desaparecen, te asesinan, te encarcelan, te reprimen y no pasa nada.
Eso ya lo conocemos nosotros. Pero no queremos que se desvíe la
investigación respecto a que fue la policía quienes se los llevaron y
es el estado mexicano el que tiene que responder por eso. Fue su
crimen”.
La pregunta que surge en estos días en México es
¿hasta cuándo, hasta qué niveles de indignación y rabia llegará la
sociedad mexicana? Por lo pronto, ha comenzado a oírse un coro que
exige la salida del actual presidente Enrique Peña Nieto, y con él toda
la clase política mexicana en un remake de esa Argentina del año 2001
que gritaba a viva voz ¡que se vayan todos! Lo trágico es que en
general esa clase política, con amplias ramificaciones en poderes
legales e ilegales, suele reciclarse y vuelve a salir a flote generando
la frustración de una sociedad cansada de tanto abuso, de tanto crimen,
de tanta corrupción e impunidad. Pobre México, solía decirse, tan lejos
de dios y tan cerca de Estados Unidos, a lo que se une la nueva máxima:
pobre México tan lejos de la justicia y tan cerca de la hecatombe.
Artículo del Autor cedido por Hispantv
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