Un hombre que iba a pasear con su esposa al Zócalo fue golpeado por granaderos, quienes incluso le aplicaron choques eléctricos.
Foto: Cuartoscuro.
José Alberto y Tamara tienen 21 años y están casados.
El pasado 20 de noviembre se encontraban en el Centro Histórico porque
José Alberto es ejecutivo en uno de los negocios de la zona, y Tamara
lo había ido a recoger, sin saber ninguno que quedarían
atrapados en el operativo policiaco realizado en conjunto por
autoridades federales y locales para desalojar por la fuerza a los
miles de manifestantes que, esa noche, reclamaban la
presentación con vida de los 43 normalistas desaparecidos por la
policía de Iguala, Guerrero, el pasado 26 de septiembre.
Tamara, con cuatro meses de embarazo, resultó con una ceja abierta y un chichón en la cabeza, al ser agredida por un granadero que la golpeó con el canto de su escudo apenas a un centímetro del ojo, pero José Alberto no corrió con la misma suerte: al intentar cubrir de los golpes a su esposa, él fue jalado por los granaderos, golpeado en al menos tres ocasiones por una decena de uniformados, y luego torturado con choques eléctricos en la calle de Corregidora, donde finalmente fue abandonado por la policía, inconsciente.
“Yo me encontraba laborando cerca del Centro Histórico –narra José Alberto, dos días después de abandonar el hospital donde fue atendido–, y me quedé de ver en el Zócalo con mi esposa, porque queríamos ir por el Día de la Revolución, queríamos pasear“.
Al llegar al Zócalo, sin embargo, la pareja se percató de
que la manifestación ciudadana convocada para ese día continuaba y que
no había ningún otro tipo de acto conmemorativo por el 20 de Noviembre,
por lo que decidieron retirarse, pero “en un momento la plaza quedó
completamente rodeada –recuerda José Alberto–, y se veían
salir granaderos detrás de Catedral y de los edificios aledaños a la
plancha del Zócalo, iban replegando a la gente, y entonces un
grupo de policías se acercó a nosotros, y uno de ellos quiso golpear a
mi mujer, y yo lo único que hice fue ponerme enfrente de ella,
para que los golpes me tocaran a mi, no a ella, y lo que sucedió fue
que los granaderos me jalaron, me metieron a una bola de policías y me
empezaron a golpear, eran aproximadamente 10 granaderos, que me golpearon hasta que quedé yo mal, hasta que ya no me pude levantar…
entonces me jalaron a otra bola de policías, y en esa segunda bola me
arrebataron mi mochila y el bolso de mi mujer, que yo le venía
cargando, y nuevamente me siguieron pegando, ese segundo grupo también
era de unos 10 granaderos…”
José Alberto fue golpeado en todo el cuerpo, pero mantenía
su rostro cubierto con sus brazos, por lo que “ellos me pedían que me
descubrieran la cara y que con eso ahí quedaba, ‘descúbrete la cara y
ahí le dejamos’, me decían, pero sus intenciones eran
estrellarme la cara en un tubo, y no me dejé, sólo quedé con un golpe
en la frente y en la nariz… ya que ese segundo grupo de policías se
cansó de golpearme, dos o tres granaderos me obligaron a levantarme,
primero venían casi arrastrándome, porque yo estaba ya muy golpeado,
pero aún así me obligaron a correr no sé cuanto, tal vez dos o tres
cuadras, y me llevaron hasta donde estaba un camión de la policía,
azul, de los que usan para transportar granaderos, y ahí me
tiraron, me hicieron que me hincara y empezaron a darme toques
eléctricos con un aparato, a partir de ahí, la verdad, ya no recuerdo
mucho…”
A la medianoche del 20 de noviembre, José Alberto fue
localizado en la calle Corregidora, junto con un grupo de cinco
personas más que, como él, habían sido detenidas poco antes
durante el operativo para desalojar por la fuerza el Zócalo capitalino.
Todos estaban tan severamente golpeados que, al ser encontrados, se
hallaban inconscientes.
–¿Quién encontró a José Alberto? ¿Quién te notificó a ti que había sido localizado? –se pregunta a Tamara, su esposa.
–En el momento en el que a él lo jalaron –describe la joven– un granadero me pegó en la cara con el costado de su escudo,
y en ese momento yo me hice para atrás, y ahí me contuvo una persona,
un muchacho, porque yo quise correr nuevamente hacia los policías, para
ayudar a José Alberto, porque ya lo estaban golpeando… pero como no
pude hacer nada, entré en shock, y una persona me encontró, con la
herida en la cara, y me llevó con unos brigadistas paramédicos, de la
agrupación Marabunta, y ellos me atendieron, ahí una persona
de la Comisión Nacional de Derechos Humanos me pidió mis datos, y luego
la gente de Marabunta me llevó hasta mi casa… pues bien, como
a las 3:30 del día siguiente, 21 de noviembre, fue una persona de la
CNDH la que se comunicó conmigo, y me informaron que a Alberto lo
habían encontrado en la calle de Corregidora, inconsciente, de todos
los golpes que le habían dado, y que estaba junto a otras seis o siete
personas que estaban en las mismas condiciones…
–¿Quién te llevó al hospital? –se pregunta al joven ejecutivo.
–La verdad, recuerdo poco… desde la primera vez que me
golpearon quedé noqueado, luego me pegó un segundo grupo de policías,
luego me hicieron correr hasta el camión, y ahí me dieron diez o quince
descargas eléctricas, y siempre golpeándome, y de hecho, el
último golpe, con el que perdí el conocimiento, fue con el aparato de
descargas, porque le aumentaron la potencia y con eso me quedé tirado…
después, únicamente me acuerdo de que varias personas me empezaron a
tomar datos, unas me tomaron fotografías, y lo siguiente que recuerdo
es que estaban subiéndome a una ambulancia, y me llevaron después al
hospital Magdalena de las Salinas…
–¿Con qué lesiones resultaste, qué te dijeron en el hospital?
–Me tomaron tomografías y rayos X, pero el diagnóstico sólo dice que fui “policontundido”…
Tengo marcas en lo que es el costado del cuerpo, de las quemaduras del
aparato de descargas, y además todo el cuerpo lo tengo lleno de
moretones rojos, moretones morados, en algunas partes la piel medio
abierta, tengo toda la espalda lastimada, el cuello y la cabeza, y
tengo una lesión en la frente y otra en la nariz…
Ante el temor de sufrir represalias, ya que sus documentos personales fueron robados por los policías que detuvieron y golpearon a José Alberto,
esta pareja de jóvenes aún no ha decidido si presentarán denuncia
formal por la agresión que sufrieron a manos de los granaderos de la
Policía Federal y de la Policía Auxiliar del DF, el pasado 20 de
noviembre, y hoy Tamara y José Alberto se resienten de sus lesiones
solos, apoyados únicamente por sus familias.
Tamara no sufrió, aparentemente, afectaciones en su embarazo
y José Alberto, aún con todas sus lesiones, este domingo 22 de
noviembre se preparaba para ir al trabajo, ya que “no me
dieron incapacidad, y eso me indigna… resulta que como no le pedí al
primer médico que me atendió que me extendiera una incapacidad, pues no
me la dieron, y yo me pregunto, ¿cómo querían que hiciera yo esa
solicitud al ‘médico de primer contacto’, como le dicen ellos, si yo
llegué inconsciente al hospital?”.
Epílogo: el recuerdo…
Antes de concluir la plática, ya entre las despedidas, José Alberto
recuerda un detalle que es, afirma, “muy importante no dejar fuera: por
los golpes no recuerdo bien toda la secuencia de los hechos, pero hay
algo que sí recuerdo con exactitud, y es que en el momento en que yo
llegué al camión de granaderos donde me hincaron, habían ahí cerca de
15 personas más, vestidas de civil. De ellas, cinco estaban siendo
golpeadas, como yo, pero otras diez estaban ahí, entre los policías,
sentados, descansando… a mi parecer, ellos eran los que había provocado
los alborotos…
-¿Crees que había infiltrados en la manifestación, y que estaban
ahí, descansando en el camión, en el momento en que tú fuiste llevado
hasta este vehículo?
-Sí –responde con absoluta seguridad–, y creo que eran bastantes…
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