Algunos candidatos y la reinvención discriminatoria de los cuerpos.
lasillarota.com
¿Por qué un/a candidato/a utilizaría el photoshop
y en qué específica dirección se utiliza en México? ¿Qué es lo que
quieren mostrar los candidatos y qué es lo que quieren ocultar? ¿De qué
nos “hablan” estos cuerpos alterados para “agradar” según lo que
muestran y según lo que ocultan? ¿Agradar bajo qué consideraciones,
prejuicios, supuestos? ¿Cuáles son las constantes que encontramos –en
las campañas en México- en la alteración de la realidad de los cuerpos?
¿Por qué un/a candidato/a querría parecer más joven, es decir ocultar
su edad? ¿Por qué un/a candidato/a querría blanquearse la piel, es
decir, ocultar sus orígenes y su pertenencia inicial? Rejuvenecerse y
blanquearse la piel en carteles de campaña no son datos menores que
correspondan al territorio de la intimidad, sino temas a discutir en lo
público.
¿Por qué lo hacen? El racismo y toda forma de discriminación
corresponden a la esfera de lo político en tomas de conciencia que
parten –necesariamente- de lo individual hacia lo colectivo. Y de
regreso. En un continuo movimiento pendular de reflexiones y de
acciones.
¿Puede la misma persona aceptar que el photoshop borre sus
arrugas de expresión y venir a hablarnos–de corridito- del valor de una
“experiencia” que ni él mismo sostiene y respeta?¿Puede alguien estar
dispuesto a falsear la realidad –tan identitaria- del cuerpo, y
mantenerse honesto y coherente en sus propuestas? Pensaba publicar
algunas fotos de los candidatos antes y después del photoshop, y decidí no hacerlo. ¿Por qué no publicar algunas?
Porque no las puedo publicar todas. Porque tendría que sentir que he
sido equitativa con ejemplos de hombres y de mujeres, y con ejemplos
de cada uno de los partidos, y porque lo que me parece más importante
es intentar analizar un poco: ¿En dónde estamos y ante qué? Y no
perderme en señalamientos personales que terminarían participando de
ese mismo juego que no me gusta: Mostrar a algunos es ocultar a otros.
Creo que basta con que observemos –cada una/o- la vendimia a nuestro
alrededor. Lo que me interesa es intentar acercarme a los discursos
discriminatorios implícitos en la manera específica en la que se
alteran las imágenes de las/los candidatas/os en México. Eso es lo que
me duele. ¿Esta alteración que desvirtúa la realidad con fines
publicitarios podría considerarse un problema ético? Sí, de más de una
manera. Somos ciudadanos en la antesala de una elección, y no
consumidores ansiosos en las proximidades de El Buen Fin. Y aún en los
casos de El Buen Fin, las promesas tienen que responder mínimamente a
la realidad de lo que se ofrece. Son candidatos a puestos de elección
popular con toda la responsabilidad que eso implica en el presente y a
largo plazo, y no licuadoras, aspiradoras o centros de lavado con un
año de garantía.
No es lo mismo, pero ni de lejos: “Se rompió el aspa de la
licuadora”, que “el diputado no ha vuelto a aparecer y nos mandó a sus
guaruras para que no lo estemos molestando”, o “al delegado se le
desaparecieron unos dineritos y ya nos dejó jodidos y sin agua”. Es muy
inquietante esa importancia creciente –desmesurada- de la
imagen/ficción en detrimento de las propuestas y las historias de vida
que sostienen/deberían sostener la legitimidad de las candidaturas y la
honorabilidad de las/los candidatas/os. ¿Tan banales las propuestas
como el photoshop? ¿Tan falsos los compromisos como sus fotos? ¿Qué más maquillan? Me imagino que para saberlo tendríamos que ir caso por caso.
Resulta comprensible que un/a candidato/a en campaña quiera lucir en
la mejor versión de sí mismo/a (no se trata de aparecer en la foto
desmelenada, furiosa y sin bañar) pero no deja de llamar la atención lo
que algunos candidatos consideran “la mejor versión de sí mismo”. ¿Por
qué en México tantas/os candidatas/os considerarían que alterar el
color de su piel mejora su imagen? No he visto una sola foto en la que
esa alteración consista en oscurecer su piel. Tampoco he visto ninguna
en la que el candidato aumente su edad agregándose una arruguita o unas
canas. Hay constantes en el trabajo de photoshop: Rejuvenecer, adelgazar, blanquear la piel, occidentalizar las facciones.
La artificial y domesticada reinvención de los cuerpos: Todas/os
tendríamos que renunciar a nuestra singularidad y terminar
correspondiendo -con calzador- al mismo modelo de los cuerpos
cosificados e imaginados como objetos de consumo. Los cuerpos
colonizados: Estirar la piel (como si fuera plastiquito) y desaparecer
las marcas de expresión.Ocultar las manchitas, ojeras, bolsitas debajo
de los ojos.Adelgazar los rostros.Afilar la nariz.Aclarar la piel.
Agrandar y aclarar los ojos.“Es que así se lo recomiendan sus
asesores”, me han explicado, como si el candidato tuviera fundidas las
neuronas y no pudiera elegir. ¿O quizá es peor? ¿El candidato acepta
porque no le parece que blanquearse para una campaña tenga ningún
significado importante? ¿Blanquearse no tiene nada que ver con “lo
político”? ¿No responde a una elección de trasfondo racista consigo
mismo y con los otros?
¿Las decisiones de qué características se alteran con el photoshop
en las fotografías de los candidatos responden a “las preferencias del
electorado” como dicen tantos “asesores de imagen”? Así, como el gato
que se muerde la cola. Un “asesor de imagen” puede hacer sugerencias a
partir de un real o supuesto statu quo, un candidato las
acepta o no. Depende cuál es su relación con la necesidad de
transformar esa sociedad para la cual –queremos suponer- está dispuesto
a trabajar. O cambiamos las conductas discriminatorias, o nos sumamos a
la recreación del más de lo mismo.
“Rejuvencerse” es la aceptación de una cierta tiranía de la juventud
como valor supremo. Aceptar las líneas de expresión en los rostros como
datos negativos, lo que significa una forma de negación de la madurez
física y de la experiencia de vida. Blanquear la piel es aceptar la
piel morena como una realidad negativa. Discriminarse a una/o misma/o y
a las personas que compartan nuestras características. ¿El mercadeo es
más importante que la honestidad y el compromiso? Casi siempre, según
nos muestran, por el momento, en una sociedad con todo el derecho y las
posibilidades de transformarse. Esa es la realidad más importante,
creo: podemos transformarnos.
¿Cómo funcionan hoy la mayoría de las campañas? ¿Qué conviene
venderles a los votantes (consumidores) y en qué tipo de empaque
(engaño)? ¿Qué me conviene decir y qué no? ¿Qué quieren y necesitan
escuchar? ¿Cómo los convencemos? ¿Qué necesitan para ver qué les
prometo? ¿Me trae votos? Y una se siente –estafada y desbrujulada-
como ante el comercial de la crema hidratante, y el momento en el que
la abre ya en su casa: La publicidad nos anuncia una crema en una caja
de ciertas dimensiones, adentro hay un tubo del tamaño de la mitad de
la caja, el tubo –a su vez- contiene mitad crema y mitad aire. En
algún lado en letra chiquita nos informan del contenido real del
producto, mientras tanto, ya una compró su porcioncita de crema y sus
tres cuartos de fantasía impuesta.
¿Cuáles son las características físicas –casi siempre- de las
personas que anuncian la crema, la batidora, el trapito, los zapatos?
Son aquellas de lo que en México llamamos “güeros”. ¿Y por qué son así
casi siempre? ¿No es la imposición del fenotipo occidental? La
colonización de los cuerpos, la negación de la diversidad. Ahora
resulta que los candidatos a los puestos de elección popular nos
imponen el mismo patrón a través del photoshop? Cada quien
es como es. Y punto. Imponer un fenotipo como “mejor” que otro es un
absurdo que nos llama a la cotidiana, silenciosa y/o estridente
batalla del “colorímetro mexicano” (Hortensia Moreno dixit). El “colorímetro” nos llama a esa cotidiana discriminación en la que vivimos inmersos.
¿Es lo mismo que una persona se rejuvenezca con photoshop en su perfil para los amigos del Facebook
a que lo haga un/a candidata/o comprometida/o con el bienestar de una
población de todas las edades? Los íntimos malestares de cada persona
con respecto a la realidad de su cuerpo, son íntimos y son suyos; en el
momento en el que ese malestar se manifiesta en lo público, toma una
dimensión muy distinta. ¿Qué sucede cuando los rejuvenecimientos a
fuerzas y las güereidades a fuerza invaden el terreno de las campañas políticas? Y sí, como en ciertas televisoras comerciales.
¿Qué sucede cuando los políticos se suman –entusiastas- a los
discursos racistas y clasistas de los mercaderes? ¿Qué nos dice el
candidato moreno en la realidad y blanqueado en el photoshop, como si su mestizaje lo avergonzara? Nos
habla de un México que nos lastima, que nos parte, que nos separa. Que
niega lo diversos que somos. ¿Y qué le puedo responder yo si no creo en
la temible “lógica de los idénticos”, ni para un lado ni para el otro,
sino en la fraternidad/sororidad inscrita (si así lo trabajamos) en
todas sus diferencias? Que no voto por él/ella. Que no puedo votar por
nadie que reproduzca los patrones discriminatorios que nos lastiman,
que mantienen a millones de personas en situación de precariedad. Que
nos llaman al dolor, a la impotencia y a la rabia.
Somos una sociedad profundamente clasista, nuestro clasismo, más
aceptado en tanto que problema social, nos ofrece una vía para
“invisibilizar”, la –sin embargo- ruidosa y cotidiana presencia del
racismo en México. La reinvención de los cuerpos: “Blanqueidad
y juventud”–insertos en la vida pública con toda su carga
discriminatoria- son un síntoma social. En lo privado como en lo
público los síntomas pueden ser transformados, si tenemos el coraje de
aceptar que existen, y que nos dañan. Si tenemos el coraje de
preguntarnos: ¿De qué están hechos los síntomas? ¿En qué momento
cargo/soporto/nutro al síntoma y soy entonces su cómplice?
¿En qué momento acepto -como inevitable- que los vendedores de
productos me conviertan, a mi vez, en un producto? Vivimos acosados
por los discursos discriminatorios. Por la incapacidad de cohabitar en
términos equitativos y justos con nuestra diversidad. ¿Hay una relación
entre un candidato que se blanquea la piel, las publicidades güereizantes
a ultranza, y la escena de un niño de piel morena pateado en el patio
de una escuela por el color de su piel, cuando está ante una mayoría de
“güeros” reales o imaginarios? ¿Hay una relación entre esa publicidad güereizante
e irreal y un niño de piel blanca pateado en el patio de una escuela
cuando está ante una mayoría de niños morenos reales o imaginarios?
El “colorímetro” nos parte, porque nos enfrenta. Porque no nos
plantea en tanto que diferentes, sino en tanto que rivales/adversarios
en nuestras diferencias. ¿Cómo es cada una/o cada día, parte y cómplice
de esos síntomas sociales?
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