El hongo que arrasa los cafetales en Chiapas permite a la multinacional cambiar el cultivo según sus intereses
La Marea
Antonio
López Jiménez agarra con delicadeza una hoja de su cafetal, hoy casi
deshojado. “Ésta es la roya”, se lamenta mientras muestra unas manchas
amarillas en la superficie de la planta. Hasta noviembre de 2013, la
mayor preocupación de Antonio era la de encontrar compradores de café
que le permitieran evitar a los intermediarios, y así cobrar un mejor
precio por su producto. Hoy todo eso ha cambiado para este indígena
maya de México, cuya mayor pesadilla es la roya anaranjada, un
hongo que se ha comido el 80% de los cafetales de grano arábica de la
cooperativa que fundó junto a otras 200 familias en 2010.
La
invasión de este hongo supone una auténtica amenaza para la economía
local de Chiapas, una de las regiones más pobres del país. El 88% de
sus habitantes vive en situación de pobreza, por lo que la venta de
café supone una fuente de ingresos indispensable para poder subsistir.
Desde 2011, el precio del grano arábica ha caído casi el 60%, y
los tres millones de campesinos que viven de su siembra temen por su
futuro. Además, sin dinero, los cafeteros apenas pueden invertir en el
mantenimiento de sus plantaciones, lo que favorece la extensión de la
epidemia.
Otro de los problemas a los que se enfrentan los
campesinos mexicanos a la hora de combatir la roya anaranjada es la
falta de una receta para acabar con ella: una variedad de arábica que
en un ecosistema resiste al hongo no necesariamente lo hará en otro.
Según datos de la Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras de México (CNOC), el 50% de los cultivos de café de Chiapas está afectado
por la roya anaranjada. Algo similar ocurre en otros Estados mexicanos
como Veracruz y Oaxaca, donde sus autoridades regionales han reclamado
al Gobierno federal declarar la situación de emergencia. Pero el
Ejecutivo mexicano niega que exista ninguna plaga. “El problema de la
roya afecta al 10% de los cafetales. No hay ni epidemia ni
emergencias”, zanja Belisario Domínguez, director de la Secretaría de
Agricultura. Una afirmación que contradice los datos del Servicio
Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (SENASICA),
que sostiene que la roya anaranjada es “la enfermedad más destructiva
del cafeto”. Según esta institución, en nueve municipios de Chiapas el
hongo afecta del 20% al 62,7% de los cafetales. Y en Veracruz, el 18,7%
de las plantas están contaminadas.
“Lo que falta en México es un
plan centralizado y nacional contra la roya. Hasta ahora no hemos
tenido ninguna reunión con el Gobierno”, denuncia Fernando Celis,
asesor de la CNOC. “Pero sí se han impulsado acciones locales, que
incluyen un reparto discrecional de recursos públicos de acuerdo a
quienes presionan”, advierte Celis.
Y aquí es donde surge la polémica, porque no todos pierden con la invasión de la roya
anaranjada. La inercia gubernamental lleva a productores e
instituciones locales a aliarse con empresas como Nestlé. La
multinacional suiza reparte en Veracruz plantas y productos químicos
para combatir la epidemia y pronto empezará a operar en el Estado de
Guerrero.
Nestlé distribuye café de variedad catimor, que supuestamente resiste a la roya. Desde 2010, a través del Plan Nescafé,
la empresa de alimentación también reparte matas cafeteras de una
variedad denominada robusta. Se trata de un grano de café de baja
calidad que, a diferencia del arábica, también crece por debajo de los
1.000 metros sobre el nivel del mar. Este producto se utiliza para la
elaboración de café soluble y es resistente a la roya.
“En
algunas zonas donde se puede producir ambas variedades, los productores
se han esforzado por sustituir el café arábica por matas de robusta. Y
esto ha sido debido a la roya”, explica Emilio Díaz, responsable de
abastecimiento de café para Nestlé.
La sustitución de los
cultivos es una buena noticia para la compañía suiza, que tiene en
México la planta procesadora de café soluble más grande del mundo.
Debido al poco volumen de producción de grano robusta en suelo
mexicano, la multinacional debe importar este café desde el extranjero,
con los gastos que eso representa. Por eso lanzaron hace un lustro el
Plan Nescafé. “Gracias a esta estrategia, en 2020 podríamos acabar con
las importaciones y ser autosuficientes con el grano de robusta dentro
de cinco años”, afirma Díaz.
Sin embargo, la producción de robusta conlleva varios problemas. Al desarrollarse en monocultivos, causa graves impactos medioambientales,
y genera pocas ganancias para los productores. “El precio del robusta
es más o menos la mitad del arábica, y eso a los agricultores no les
convence”, explica Domínguez, de la Secretaría de Agricultura. Por eso,
los programas gubernamentales impulsados desde esta institución “van
encaminados a apoyar las plantas de arábica y no las de robusta, que
suponen sólo el 3% de la producción nacional”, insiste. Así, en 2010 la
Secretaría de Agricultura acordó con el Consejo Mexicano de
Organizaciones de Productores de Café no involucrarse “en la promoción
de programas de robustas de las empresas transnacionales”.
Pero
este acuerdo no se cumple. A pesar de sus compromisos y declaraciones,
el Gobierno de México participa de forma activa en el Plan Nescafé, e
incluso apoya económicamente a los productores de robusta a través del
programa Trópico Húmedo. Este plan reparte cerca de 300 euros por
hectárea a los agricultores que cultivan este tipo de grano, mientras
que los campesinos de arábica –el 97% de los caficultores del país–sólo
reciben 79 euros.
Colombia invierte en investigación
El
tercer mayor productor de café del mundo, Colombia, tampoco se ha
librado de la invasión de la roya anaranjada. La región del Eje
Cafetero, al norte del país, registró un brote del hongo en 2008.
El 55,3% del área destinada a la agricultura está ocupada por plantas
de café, así que el problema era grave. Ese mismo año, el Gobierno
comenzó un proceso de renovación de los cafetales, que incluyó una
siembra de 50.000 hectáreas de plantas jóvenes, y de variedades
arábicas resistentes al hongo.
“En Colombia, Gobierno y empresas
reaccionaron a la epidemia invirtiendo en investigación. También
facilitaron que los productores de café accedieran a créditos e
incentivos”, explica Antoine Libert, de la Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM)–Xochimilco de Ciudad de México. Esta alianza entre
Gobierno y empresas no existe en el país mexicano, donde el respaldo
del Ejecutivo al sector agrícola ha sido muy puntual. “Existen
departamentos y oficinas gubernamentales que se dedican a la
agricultura, pero lo hacen de forma independiente y aislada. Hay poca
coordinación en este tema dentro del sector público”, lamenta este
experto.
Una bacteria que nació en Asia
En 1867, los
campesinos de Ceilán vieron cómo un hongo desconocido hasta entonces
arrasaba completamente sus cafetales. Se trataba de la Hemileia vastatrix, el nombre científico de la roya anaranjada, que hoy amenaza las plantaciones de café de medio mundo.
Tras el ataque voraz del hongo, los agricultores de la colonia
británica tuvieron que sustituir sus maltrechas plantas de café por
cultivos de té, y pronto la isla se convirtió en el primer exportador
de té del mundo. Pero la roya anaranjada ya había comenzado a
propagarse de manera imparable.
El hongo se extendió por el
sureste asiático, y de allí pasó a Oceanía y África. Un siglo después,
en 1970, llegó a América Latina a través de Brasil. En 1981, los
cafetales de México ya estaban infectados por la plaga. Desde entonces,
la roya se ha ido apoderando del ecosistema cafetero americano. Las
condiciones anormales de humedad y temperatura, a consecuencia del
cambio climático, han ayudado a propagar lo que hoy ya es una auténtica
epidemia.
El origen del actual brote de roya anaranjada se
sitúa en Guatemala en 2010. En este pequeño país centroamericano, el
hongo ha acabado con el 70% del cultivo de café. Perú y República
Dominicana tampoco se han librado de sus efectos destructivos.
Este
reportaje fue realizado en el marco de la Iniciativa para el Periodismo
de Investigación en las Américas del International Center for
Journalists (ICFJ) en alianza con CONNECTAS
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