México
D.F., 26 may. 15. AmecoPress.- La Red Mundial de Mujeres por los
Derechos Reproductivos, con sede en Holanda, propuso que este 28 de
mayo, Día de Acción Internacional por la Salud de las Mujeres
organizadas en una sola voz, recordemos al mundo que negar servicios
seguros para realizarse una interrupción de embarazo, tener malos
servicios de salud y sufrir discriminación, se trata de violencia
institucional.
La
campaña tiene la consigna “¡Nuestra salud, nuestros derechos, nuestras
vidas! Es como todos los años una campaña dirigida a los 5 continentes.
De la mano y en
un solo hilo he tomado las reflexiones que sobre la campaña este
domingo puso como editorial el suplemento La República de las Mujeres,
de Montevideo, Uruguay y que dirige mi colega Isabel Villar.
La campaña del
28 de mayo, destaca la violencia institucional, tolerada y perpetuada
por los estados a través de la negación de derechos y servicios de salud
sexual y salud reproductiva. Son ejemplos de esa violencia negar el
derecho a acceder a servicios de aborto seguro y legal, las
esterilizaciones forzadas o coaccionadas, la violencia obstétrica y la
negación del acceso a anticonceptivos, incluyendo la anticoncepción de
emergencia. La campaña apunta también a la eliminación de toda forma de
violencia contra las mujeres.
La
conmemoración del 28 de mayo surgió como propuesta en el V Encuentro
Internacional de Mujer y Salud realizado en San José, Costa Rica, en
mayo de 1987. A partir de entonces, se fueron sumando a la misma
instituciones y países, llegando a ser en la actualidad una fecha tan
institucionalizada como el 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer) y
el 25 de noviembre (Día Internacional de la no Violencia contra la
Mujer), lo que constituye una muestra del poder de convocatoria de los
movimientos de mujeres en todo el mundo.
El derecho de
las mujeres a gozar de salud integral a lo largo de todo su ciclo vital
es un derecho humano universal, consagrado por el sistema internacional
de derechos humanos. La salud integral no es un hecho meramente
biológico, responde a factores biopsicosociales y depende del lugar que
las mujeres ocupan en las sociedades su capacidad de acceder a los
recursos materiales y simbólicos para vivir una vida digna, con igualdad
de oportunidades y exenta de violencias.
Una vida en la cual la sexualidad y la reproducción se ejerzan desde la autonomía y la libertad.
Hoy esto no
ocurre para millones de mujeres, en especial para las más pobres y las
más jóvenes, para las que aman a otras mujeres, para quienes son
inmigrantes o desplazadas, para aquellas que habitan en zonas rurales o
urbanas marginales, para mujeres de distintas razas o etnias, para
quienes tienen capacidades diferentes, entre otras condiciones. Para
ellas, el cruce de discriminaciones, violencias y exclusiones las aleja
del goce de los derechos humanos consagrados, especialmente el derecho a
la salud integral y los derechos sexuales y reproductivos.
Hoy día la
comunidad científica, de todo el mundo, reconoce la relación entre salud
y género, a partir de constatar que determinadas enfermedades afectan
de manera diferente a las mujeres y a los hombres, sin que esto se deba
exclusivamente a factores biológicos.
En lo referente
a salud mental, se ha comprobado que la depresión es dos veces más
frecuente en mujeres que en varones, porque está determinada por
múltiples factores sociales, psicológicos y biológicos.
La Organización
Mundial de la Salud (OMS), señala en cuanto a la salud mental que las
presiones socioeconómicas, el desempleo y la pobreza, constituyen un
riesgo para la salud mental de las personas y las comunidades.
En nuestra
época a ello se suma a la pérdida de salud mental de las mujeres las
condiciones de trabajo estresantes, la discriminación y la exclusión
social, la violencia en sus distintas expresiones.
Para mirar
hondo y profundo, no superficialmente o sólo con el retrato de la
realidad que son las cifras, para mí y para Isabel preocupa el impacto
de la discriminación por género y por opción sexual o identidad de
género, que subyace en la mala salud mental de las personas afectadas.
La violencia
con sesgo de género no solo repercute en términos de lesiones y abusos
físicos, sino que también detona distintos problemas de salud mental en
las mujeres y niñas agredidas. Así es posible identificar depresión,
ansiedad, trastornos de sueño, trastornos alimentarios, tendencias
suicidas, desorden obsesivo compulsivo, abuso de drogas y alcohol. La
última encuesta de la SEP en las escuelas de educación media, destaca un
tema tremendo: la tristeza entre las adolescentes.
Por ello los
gobiernos de todo el mundo tendrían que pensar en la salud integral de
las mujeres, ahora que están en la fase final para establecer la Agenda
de Desarrollo Post 2015, que incluirá un conjunto de Objetivos de
Desarrollo Sostenible (ODS), como nos ilustraron en marzo en la ONU, y
recientemente en Argentina, hablando de los asuntos de la inclusión o
exclusión social.
Esta mirada
global que guiará las políticas internacionales de desarrollo, las
prioridades y la financiación en los próximos 15 años, es un momento
crucial para atender lo urgente en salud y género.
Este proceso de
revisión del mundo, del estado mundial de las mujeres, y otros procesos
de revisión globales recientes, la violencia contra las mujeres ha
recibido atención de los gobiernos y las instituciones de las Naciones
Unidas (ONU), como una de las formas más frecuentes de violación de
derechos humanos en todo el mundo, limitando el empoderamiento de las
mujeres y obstaculizando el desarrollo sostenible.
No obstante,
las diversas formas de violencia contra las mujeres y las niñas, la
llamada violencia de género sigue siendo desenfrenada y creciente.
Reconocerlo sin prejuicios, debería ser el principio de su solución.
Ahora que tendremos más mujeres en el congreso, una buena cosa sería que
ellas lo incluyeran en su agenda legislativa, como vigilar el proceso
de incorporación a estos temas de desarrollo, en México. Veremos.
Foto: Archivo AmecoPress.
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