Aurora Díaz Obregón
Madrid, 28 mayo. 15, AmecoPress/ Pikara. Varias
periodistas de medios españoles narran episodios de acoso sexual y
comportamientos machistas que han vivido por parte de compañeros de
redacción y de fuentes masculinas. Al igual que las 40 periodistas
francesas que publicaron un manifiesto desenmascarando comportamientos
sexistas de políticos, reclaman a las empresas de comunicación
protocolos que permitan denunciar estas situaciones sin miedo y con
apoyo.
Ocurrió cuando
Noemí López Trujillo –redactora en el suplemento Gonzoo de 20minutos–
era becaria en la sección local del diario ABC. La periodista tenía que
cubrir las pruebas de Selectividad en la Universidad Complutense de
Madrid. Allí se encontró con un enjambre de periodistas curtidos. Ella
parecía inexperta, así que un periodista de la cadena de radio Onda Cero
le ofreció su ayuda; le dijo que podía utilizar como recurso las
declaraciones que él había grabado. Entraron a una pequeña sala de
ordenadores de la Facultad de Odontología e intercambiaron los
contenidos que habían recopilado. Estaban solos. Ella le dio las
gracias. Él le pidió el número de móvil. Le llamó guapa, maja. Le pidió
un abrazo a modo de agradecimiento. Ella se lo dio.
— Empezó a babosearme el cuello con mucha fuerza, cogiéndome de la cabeza. Me sentí agredida y utilizada.
La primera
reacción de Noemí López Trujillo fue echar a correr y llorar. Luego se
lo contó a uno de sus jefes, quien le dijo al periodista de Onda Cero
que no se volviera a acercar a ella. Pero la joven siguió temiendo
encontrárselo en cualquier rueda de prensa.
Una compañera
de redacción me preguntó qué me había pasado y yo le conté la historia. Y
ella me respondió: “Yo fui una vez con él a cubrir un evento a una
iglesia, estábamos allí y me besó en la boca”. Ella también era becaria
cuando sucedió.
El periodista, casado y con hijos, sigue en el mismo puesto de trabajo.
López Trujillo
no es la única periodista que ha enfrentado una situación de acoso
dentro y fuera de las redacciones, por parte de compañeros de trabajo o
jefes. Hay datos sobre la presencia de las mujeres en las redacciones
periodísticas, pero no se suele investigar sobre cómo a las periodistas
les afectan las situaciones de sexismo y de acoso machista.
Deportes, un asunto de hombres
“No sabes lo
que es una pelota, ¡andá a lavar los platos!”, dijo El Loco Gatti
–exfutbolista– a la periodista Carme Barceló, el 22 de marzo del 2015 en
el programa de televisión ‘El Chiringuito de Neox’.
En las
secciones de Deportes abundan las mujeres que se han sentido
desacreditadas por sus compañeros de profesión. A Sofía Domínguez
–nombre ficticio porque desea mantener su anonimato– le ocurrió hace
tres años. Era nueva en la sección, la única mujer trabajando con siete
hombres. Era joven; 23 años. Compartía escritorio con un periodista. Él
trabajaba durante la semana. Ella los fines de semana. Casi nunca
coincidían. La tercera semana, el compañero asistió a la redacción para
ayudarla con un artículo. Él entró por la puerta con altitud altiva.
Golpeó la mesa exaltado y puso sus cosas encima: “Que sea la última vez
que te sientas en mi sitio”, le gritó.
Este
periodista, junto con el resto de compañeros de redacción, adoptaron una
actitud negativa hacia la periodista. No valoraban su trabajo.
Comenzaron a comentar errores de sus artículos, mediante chismorreos y
hasta por Twitter. Domínguez cree que todo esto se produjo por una
razón: ser mujer. Pese a ser una entendida en deportes, le hacían creer
que esos contenidos eran temas de hombres.
Le contó la
situación a un superior: “Él me dijo: ‘¿Qué? ¡Pero es un chico muy
majo!’. Y ahí se quedó la cosa. Eran coleguillas”. Dejó la sección y
pasó a la de Actualidad, donde no ha tenido problemas.
La primera vez
que fue capaz de contárselo a alguien cercano, fue después de año y
medio. Una amiga le aconsejó acudir a Recursos Humanos, pero en ese
momento ella se decía que la situación no era tan grave, que no era
necesario meterse en líos, que tal vez fueran cosas suyas.
“En esta redacción no hay feas”
Estar cubriendo
un evento y que te suban la falda, que te toquen las nalgas, que te
quiten el micrófono por la calle, que el jefe te exija pintarte más,
“que estás ahí por tu físico”. Aguantar comentarios después de un
directo como “Vaya escotazo, no podíamos concentrarnos en lo que
decías”. Anna Fantova –nombre ficticio– tiene claro que a las
periodistas que, como ella, trabajan como reporteras de televisión, se
les falta el respeto y se las exige un mejor aspecto físico que a sus
compañeros varones. “En mi redacción no hay ninguna mujer fea ni gorda”,
asegura.
Cuenta que una
vez, tomando café en la redacción, un compañero reincorporado al trabajo
después de dos meses de baja, se dirigió a ella y le preguntó: “¿Y tú
qué? Sigues tan zorrita como siempre?”. Ella no supo qué decir: “En la
redacción se sabía que yo lo había dejado con mi expareja. El jefe
estaba delante y no dijo nada”.
Cuando entró a
trabajar en otra redacción de televisión, plantó cara al acoso por parte
de un compañero de trabajo. La primera vez, ella se acercó a la
fotocopiadora y preguntó en voz alta cómo se metía el papel. El
periodista se levantó, se acercó a ella y le espetó: “Otra que se ha
acostado con alguien para trabajar aquí”. En ese momento tampoco supo
reaccionar.
Al día
siguiente, Anna acudió al jefe de redacción para proponerle un tema. El
mismo compañero, que ya estaba hablando con el jefe, la miró de forma
obscena, como haciéndole una radiografía, y le dijo: “Oye, con ese
escote no se puede venir a trabajar”. Ella le contestó: “No mires, me
pongo lo que me da la gana”.
En otra ocasión, ella estaba sentada en su sitio, y el periodista se aproximó a ella para masajearle los hombros:
— ¿Qué estás haciendo? —reaccionó, molesta.
— Qué sosas sois en el norte —replicó él, que era del sur.
La reportera ha
sentido a menudo que en su trabajo se valora menos a las mujeres
jóvenes. Por ejemplo cuando, en una conexión como enviada especial a un
país asiático, le dijo a su cámara que prefería otro plano. Él le
contestó: “Tú a mí no vas a decirme lo que tengo que hacer, niñata,
porque yo he estado en muchas guerras”. Ocurre también con los
entrevistados: “Te llaman ‘niña’, no te toman en serio, no te respetan
como periodista”, añade.
Lucía Martínez
Odriozola, profesora de Periodismo en la Universidad del País Vasco
(UPV) y expresidenta de la Asociación Vasca de Periodistas, describe las
dos caras que suele mostrar el hombre periodista, ya sea jefe o
compañero. Una cara amable, en la que prima la protección hacia la
periodista: “Tú no puedes ir a la guerra, que no hay váteres para ti; tú
no puedes cubrir tal manifestación, esto es lo mejor para ti”, enumera.
Y la cara hosca, llena de desprecio: “Da igual que tengas el gran
notición. Si eres una mujer, te hacen dudar de tus cualidades como
periodista”.
Fuentes que se toman confianzas
“¿Tienes un
gato? Anda, yo también. Quiero conocerte, a ti y a tu gato”. Una
periodista de prensa escrita –también quiere mantener su anonimato–
cuenta cómo un hombre con el que contactó por Twitter y después por
Whatsapp para pedirle una entrevista insistió en que deberían verse.
Ella vivía en otra ciudad y la entrevista no podía ser cara a cara. Él
dijo que una buena periodista tiene que desplazarse a hacer la
entrevista en persona, que el periodista tiene que ir allí, donde
ocurren los hechos.
No es la única
que relata cómo fuentes expertas masculinas se toman confianzas
indebidas con las periodistas. La directora de Pikara Magazine, June
Fernández, llamó a un profesor universitario de Criminología para que le
recomendara fuentes para un reportaje sobre las mujeres en las tramas
de corrupción. El experto le dijo que le mandaría contactos por email.
La escribió, pero no sin antes teclear su nombre en Google y leer
artículos de su blog, incluido uno titulado ‘Puteras’, en el que la
periodista hablaba, entre otras cosas, sobre las mujeres que contratan
masajes tántricos, en los que es habitual eyacular. Al final del email,
el académico incluyó una posdata: “Supongo que te parecerá muy machista
(…); si fuera necesario, yo daría el masaje ese para puteras sin
complejos. Prometería esforzarme para conseguir el efecto que se
describe”.
Fernández se
sintió impotente, asqueada. Pero le contestó: “Esa posdata me parece
fuera de lugar teniendo en cuenta que no nos conocemos y que estamos
hablando de temas profesionales. Y me ha incomodado”. Él le replicó: “Te
ruego que me disculpes y lo olvides por favor. Era solo una broma pero
entiendo que no he estado muy acertado”. Fernández reconoce que no es
sencillo denunciar estas situaciones, pero anima a hacerlo: “Por muy
feminista que seas, sientes miedo, pero los machistas se lo pensarían
dos veces si empezáramos a hacer públicos esos comentarios”.
El poder político
Hace unas
semanas, 40 periodistas francesas, profesionales de los medios más
prestigiosos del país, publicaron en el diario francés Liberatiòn el
manifiesto ‘Nosotras periodistas políticas, y víctimas de sexismo‘.
Relataron escenas como la del senador que se lamentó de que las
periodistas lleven jersey de cuello alto en lugar de escote o el
candidato electoral que, en plena rueda de prensa, contestó la pregunta a
una periodista diciendo que llevaba un vestido muy bonito. Ellas
aseguran que sería necesario que las periodistas denunciasen estas
situaciones con nombres, apellidos, caras, números. Pero son conscientes
de que esto podría exponerlas a despidos y más discriminaciones.
June Fernández
también se ha topado con faltas de respeto por parte de políticos. El
pasado diciembre, le tocó ir sentada frente al expresidente de una
república centroamericana en un vuelo de regreso de un congreso en el
que ambos estaban invitados. “Fueron unas horas tortuosas, hasta me hice
la dormida para que dejase de hablar”, confiesa. El político
intercalaba loas a su partido y disertaciones filosóficas “sobre los
secretos de la vida” con preguntas inconexas sobre el trabajo y la vida
personal de la periodista. La parte más indecente fue la de los
‘piropos’:
— Que si soy
bella, que si está enamorado de mis ojos, que si yo hiciera carrera
política, llegaría a presidenta: “Yo te apoyo. Imagínate: Bachelet,
Cristina Fernández, Dilma Roussef y June”. Y que me invitaba a su país a
hacer reportajes: “Pero yo ahí sería otro hombre, delante de mi esposa,
ya sabes”, me advirtió.
Cuando ella se
puso seria y le dijo que las jóvenes periodistas están hartas de que los
hombres con poder las traten así, el político replicó, burlón: “Lo hago
para hacerte rabiar porque sé que te molesta”.
Perspectiva de género: la asignatura pendiente
Para sacar
estas situaciones de debajo de las alfombras de las redacción, para
poder identificarlas y ponerlas encima de la mesa, es importante empezar
por el principio, por las facultades de Periodismo. La redactora de
eldiario.es y coordinadora del blog Micromachismos, Ana Requena Aguilar,
afirma que a la carrera de Periodismo le falta una asignatura:
perspectiva de género. “Debería ser obligatoria o al menos que forme
parte del temario de una asignatura”, opina. Una periodista debería
conocer las dificultades a las que se expondrá en el mundo laboral.
Salarios más bajos. Comentarios sexistas. Que en vez de Pilar, te llamen
Pili, porque sí. O rubia. O morena. La periodista Diana Rivero,
investigadora también en la UPV, ha sido testigo de trabajadores de las
redacciones que hacían rankings para ver qué becaria es más guapa. “Hay
que acercar al alumnado a la realidad en la que vivimos”, dice. También
se debería enseñar que hubo mujeres excluidas de la historia del
periodismo: “¿Quién habla en las facultades de Carmen de Burgos o de
Concepción Arenal?”, ilustra.
Lucía Martínez
Odriozola señala que las redacciones deberían instaurar unos protocolos
en los que se diga qué es acoso, qué grados hay. Y después establecer
unas garantías que protejan a la periodista, no solo en las situaciones
más graves y de peligro extremo. Rivero está de acuerdo: “Debería
existir una ley específica que promueva la igualdad en la comunicación y
aplicar lo que ya contemplan las leyes de igualdad; porque leyes hay,
pero es como el que se salta un semáforo y no le multan. Debería existir
un órgano que corrigiese estos problemas. O un observatorio interno de
los medios de comunicación donde se publiquen datos reales”, opina.
Ascensos poco objetivos
La tesis
doctoral de Rivero, La situación profesional de las periodistas en los
principales medios de comunicación del País Vasco, aporta datos sobre la
desigualdad de género en la profesión. El 93,4% de los cargos
directivos y el 70,4% de los puestos intermedios de los medios de
comunicación vascos están copados por hombres, a pesar de que el 67% de
las personas licenciadas en Periodismo en la Universidad del País Vasco
entre 1999 y 2004 fueron mujeres. De estas, solo el 36,5% ha trabajo en
una redacción. Para su estudio reunió en grupos de discusión a personas
de diferentes medios del País Vasco. Una de las principales conclusiones
fue que la maternidad es el principal obstáculo de las periodistas para
prosperar en los medios de comunicación: “Las mujeres tienen que
dedicar más horas a sus hijos”.
Martínez
Odriozola, por su parte, echa en falta combatir los sistemas informales
de ascenso: “Salvo en algunos medios que sí practican la transparencia,
normalmente no está claro cuáles son los méritos para decidir un aumento
o una promoción”. Una de las claves es que las profesionales suelen
estar “más aisladas” en las redacciones: “Ellos son los acompañantes,
los colegas de paddle y compañeros de copas del jefe”.
Fotos: archivo AmecoPress, cedidas por PikaraMagazine, realizada por Emma Gascó
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