¿Por quién votar? Ese es el gran dilema.
lasillarota.com
Debería
darnos vergüenza el grado de descomposición política y electoral en el
que estamos metidos hoy en México y del que todos, por acción, por
comisión u omisión somos responsables. Todos tenemos vela en este
entierro…
Las elecciones del 7 de junio son las más truculentas y sucias de la
historia política moderna de México: Democracia inconclusa y cada vez
más lejana; partidos políticos ungidos por la ambición, el cinismo y la
descomposición; instituciones electorales coludidas con el mejor postor
político;
Tribunales de lo electoral con resoluciones ‘a modo’; filtración de
llamadas personales que comprometen y ensucian; grabación y exhibición
de videos sexuales-electorales; asesinato y agresión de candidatos;
integración de listas de candidatos con familiares, amigos, estrellas,
estrellitas y asteroides del espectáculo deportivo y artístico;
campañas electorales insulsas y sin contenido; candidatos
independientes sin apoyos y borrados de lo electoral: Todo codificado…
Durante años dejamos que los hombres del poder político y el dinero
decidieran la vida que habría de vivir el mexicano de a pie. Durante
años dejamos hacer y dejamos pasar: hicimos la vista gorda en tanto que
otros se beneficiaban y sacaban raja del árbol caído: La corrupción, el
enriquecimiento ilícito, el abuso de poder, el nepotismo, la dictadura
de partido y hasta el crimen ‘por razones de Estado’ se conocía y se
toleraba: De todo aquí.
Mucho tuvo que ver, también, el grado de represión o de tiranía
disfrazada de ‘motivación’ con el que los priístas gobernaron. Todo era
‘dejar hacer’-‘contener’-‘reprimir’. En 1968 comenzó a cambiar el mundo
mexicano. Murieron muchachos que soñaban otro país. La tragedia siempre
es punto de partida aquí.
Luego, más por temor a la explosión social que por voluntad
democrática vinieron las reformas políticas impulsadas desde el
gobierno para desahogar la olla exprés que estaba a punto de estallar. Sólo así… pero algo comenzó… o creímos que comenzaba:
Creímos la historia de la democracia; la de que aquí todo habría de
cambiar (aunque no cambiara). Y como por arte de magia surgieron
instituciones para garantizar la transparencia electoral, los
tribunales para cuidar los desaciertos de las instituciones de lo
electoral: se dijo que era por un tiempo, mientras se consolidaba la
democracia mexicana y las elecciones no eran presa del chanchullo de
los políticos y sus partidos… Pero ahí están todavía ¿hasta cuándo?
Hoy sabemos que el traslado de la decisión tiene una ruta diferente.
De aquel tiempo del ‘dedazo’ en donde el presidente en turno o
gobernador o presidente municipal decidían en directo y a todo color
quién habría de ser candidato y seguro funcionario lo legislador, se
pasa el trasto a los partidos políticos que hoy vemos que están en fase
terminal…
La selección vertical y elitista de los candidatos hace que, por
ejemplo, se mantenga el predominio del poder en unos cuantos; unas
cuantas familias de poder para el poder y siempre el poder: Son quienes
habrán de legislar y decidir lo que será México y acuden al llamado de
la sangre, del linaje, de la heredad: no por méritos; si por apellidos:
Mariana Moguel, hija de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo
Social; Néstor Núñez, hijo del gobernador de Tabasco Arturo Núñez;
Sylvana Beltrones, hija del histórico priísta Manlio Fabio Beltrones;
Pablo Gamboa, hijo de Emilio Gamboa; Felipe Cervera, hijo de Víctor
Cervera Pacheco ya fallecido; Zaira Ochoa, hija de Rafael Ochoa Guzmán
–SNTE-; Claudia Corichi, hija de Amalia García; Fernando Yunes, hijo de
Miguel Ángel Yunes… y más… Los méritos no importan… ¿Los hay?
Y están los candidatos de relumbrón, los que llegan porque tienen
fama en sus disciplinas, pero ningún pasado preocupón por lo político y
social: seres humanos, sí, pero no para garantizar la felicidad social
y política a otros humanos.
Y junto a esto, el panorama trágico en el que, como papel celofán
púrpura, se envuelve el proceso electoral del 7 de junio: domingo siete:
Aun no se resuelve de forma fehaciente lo ocurrido el 30 de junio de
2014 en Tlatlaya, Estado de México en donde murieron 22 civiles; aun no
se resuelve de forma fehaciente el caso de Apatzingán, Michoacán, por
lo ocurrido ahí el 6 de enero de este año y en el que murieron 16
civiles; y ahora aparece el nuevo fantasma de la duda respecto de la
actuación de la policía federal en la frontera entre Ecuandureo y
Tanhuato, Michoacán, en donde hay 42 muertos de forma inverosímil…
¿Quién se hace cargo de todo esto?
Está, ahí, a la vista, el panorama sangriento de enfrentamientos
entre crimen organizado y sus pandillas; está la confrontación entre
autoridad y delincuentes; está la insospechada indiferencia de gobierno
frente a ciudadanos; está la desconfianza cada día más creciente en las
autoridades electorales y sus tribunales y está el ciudadano
aparentemente inerme…
¿Inerme? No. Está la posibilidad del voto. Sí. El voto como
solución. ¿Por quién votar? Ese es el gran dilema. Y la gran
responsabilidad para todos; votar si no queremos ser mudos testigos del
festín trágico en el que se nutren hoy los partidos políticos de
México...
Urge remontar y exigir la creación de nuevos partidos políticos;
unos que sean auténticos interlocutores entre ciudadanos y gobierno y
que sean representantes no propietarios; partidos políticos con
ambiciones de estado y no de dinero y de privilegios como ocurre con
los que tenemos hoy.
Mientras seremos testigos de un panorama sombrío electoral y
peligroso. Es lo que hemos hecho de este alto valle metafísico, como es
México. ¿Hasta cuándo?
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