5/27/2015

Elecciones demenciales


¿Por quién votar? Ese es el gran dilema.


lasillarota.com


Debería darnos vergüenza el grado de descomposición política y electoral en el que estamos metidos hoy en México y del que todos, por acción, por comisión u omisión somos responsables. Todos tenemos vela en este entierro…

Las elecciones del 7 de junio son las más truculentas y sucias de la historia política moderna de México: Democracia inconclusa y cada vez más lejana; partidos políticos ungidos por la ambición, el cinismo y la descomposición; instituciones electorales coludidas con el mejor postor político;

Tribunales de lo electoral con resoluciones ‘a modo’; filtración de llamadas personales que comprometen y ensucian; grabación y exhibición de videos sexuales-electorales; asesinato y agresión de candidatos; integración de listas de candidatos con familiares, amigos, estrellas, estrellitas y asteroides del espectáculo deportivo y artístico; campañas electorales insulsas y sin contenido; candidatos independientes sin apoyos y borrados de lo electoral: Todo codificado…

Durante años dejamos que los hombres del poder político y el dinero decidieran la vida que habría de vivir el mexicano de a pie. Durante años dejamos hacer y dejamos pasar: hicimos la vista gorda en tanto que otros se beneficiaban y sacaban raja del árbol caído: La corrupción, el enriquecimiento ilícito, el abuso de poder, el nepotismo, la dictadura de partido y hasta el crimen ‘por razones de Estado’ se conocía y se toleraba: De todo aquí.

Mucho tuvo que ver, también, el grado de represión o de tiranía disfrazada de ‘motivación’ con el que los priístas gobernaron. Todo era ‘dejar hacer’-‘contener’-‘reprimir’. En 1968 comenzó a cambiar el mundo mexicano. Murieron muchachos que soñaban otro país. La tragedia siempre es punto de partida aquí.

Luego, más por temor a la explosión social que por voluntad democrática vinieron las reformas políticas impulsadas desde el gobierno para desahogar la olla exprés que estaba a punto de estallar. Sólo así… pero algo comenzó… o creímos que comenzaba:

Creímos la historia de la democracia; la de que aquí todo habría de cambiar (aunque no cambiara). Y como por arte de magia surgieron instituciones para garantizar la transparencia electoral, los tribunales para cuidar los desaciertos de las instituciones de lo electoral: se dijo que era por un tiempo, mientras se consolidaba la democracia mexicana y las elecciones no eran presa del chanchullo de los políticos y sus partidos… Pero ahí están todavía ¿hasta cuándo?

Hoy sabemos que el traslado de la decisión tiene una ruta diferente. De aquel tiempo del ‘dedazo’ en donde el presidente en turno o gobernador o presidente municipal decidían en directo y a todo color quién habría de ser candidato y seguro funcionario lo legislador, se pasa el trasto a los partidos políticos que hoy vemos que están en fase terminal…

La selección vertical y elitista de los candidatos hace que, por ejemplo, se mantenga el predominio del poder en unos cuantos; unas cuantas familias de poder para el poder y siempre el poder: Son quienes habrán de legislar y decidir lo que será México y acuden al llamado de la sangre, del linaje, de la heredad: no por méritos; si por apellidos:

Mariana Moguel, hija de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social; Néstor Núñez, hijo del gobernador de Tabasco Arturo Núñez; Sylvana Beltrones, hija del histórico priísta Manlio Fabio Beltrones; Pablo Gamboa, hijo de Emilio Gamboa; Felipe Cervera, hijo de Víctor Cervera Pacheco ya fallecido; Zaira Ochoa, hija de Rafael Ochoa Guzmán –SNTE-; Claudia Corichi, hija de Amalia García; Fernando Yunes, hijo de Miguel Ángel Yunes… y más… Los méritos no importan… ¿Los hay?

Y están los candidatos de relumbrón, los que llegan porque tienen fama en sus disciplinas, pero ningún pasado preocupón por lo político y social: seres humanos, sí, pero no para garantizar la felicidad social y política a otros humanos.

Y junto a esto, el panorama trágico en el que, como papel celofán púrpura, se envuelve el proceso electoral del 7 de junio: domingo siete:

Aun no se resuelve de forma fehaciente lo ocurrido el 30 de junio de 2014 en Tlatlaya, Estado de México en donde murieron 22 civiles; aun no se resuelve de forma fehaciente el caso de Apatzingán, Michoacán, por lo ocurrido ahí el 6 de enero de este año y en el que murieron 16 civiles; y ahora aparece el nuevo fantasma de la duda respecto de la actuación de la policía federal en la frontera entre Ecuandureo y Tanhuato, Michoacán, en donde hay 42 muertos de forma inverosímil… ¿Quién se hace cargo de todo esto?

Está, ahí, a la vista, el panorama sangriento de enfrentamientos entre crimen organizado y sus pandillas; está la confrontación entre autoridad y delincuentes; está la insospechada indiferencia de gobierno frente a ciudadanos; está la desconfianza cada día más creciente en las autoridades electorales y sus tribunales y está el ciudadano aparentemente inerme…

¿Inerme? No. Está la posibilidad del voto. Sí. El voto como solución. ¿Por quién votar? Ese es el gran dilema. Y la gran responsabilidad para todos; votar si no queremos ser mudos testigos del festín trágico en el que se nutren hoy los partidos políticos de México...

Urge remontar y exigir la creación de nuevos partidos políticos; unos que sean auténticos interlocutores entre ciudadanos y gobierno y que sean representantes no propietarios; partidos políticos con ambiciones de estado y no de dinero y de privilegios como ocurre con los que tenemos hoy.

Mientras seremos testigos de un panorama sombrío electoral y peligroso. Es lo que hemos hecho de este alto valle metafísico, como es México. ¿Hasta cuándo?

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