Lorenzo Córdova, presidente del INE.
Foto: Benjamin Flores
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MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las expresiones de
Lorenzo Córdova sobre las comunidades indígenas y los padres de los
desaparecidos de Ayotzinapa pueden ser analizadas desde varias
perspectivas. Ya he escrito respecto a algunas de ellas. Aquí abordo el
tema con nuevos elementos que me parecen esenciales.
Primero. Las manifestaciones
del presidente del Instituto Nacional Electoral (INE) e integrante del
Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM constituyen lo que en
psicología se conoce como acto fallido; es decir, la irrupción de un
pensamiento sobre alguien o algo firmemente arraigado en el inconsciente
sin pasar por el filtro de la conciencia. Así pues, dijo lo que piensa
en realidad de los indígenas y de los padres de los jóvenes
desaparecidos de Ayotzinapa, hecho que sigue vivo en el tejido social.
No vale una disculpa, porque nadie puede disculparse de lo que piensa y
de cómo concibe su entorno. Peor: No vale una disculpa al lastimar la
dignidad de una persona o un grupo de personas por su origen.
Segundo. Es muy lamentable escuchar en voz de Lorenzo
Córdova exclamaciones de discriminación, mofa y bullying contra las
capas más desprotegidas de la sociedad mexicana. Lo es más por las
funciones del INE, que implican albergar un sentido interno y externo de
pluralidad y de altura cívica, así como el compromiso de contagiar las
prácticas democráticas bajo el principio de inclusión, no de la
exclusión de que hace gala Córdova con palabras que dicen verdades verdaderas para él.
Tercero. Existe el presupuesto de que a mayor acceso a la
educación, a la cultura y a la visión cosmogónica del mundo debe
corresponder un mayor conocimiento y respeto sobre las asimetrías
sociales y la diversidad de culturas que hacen del país una nación
multiétnica y pluricultural. Córdova ha demostrado con sus palabras ser
una excepción a la regla.
Cuarto. La intervención telefónica es, por definición, un
delito si no está acompañada de la anuencia de los intervenidos. El
contenido, no obstante, puede o no ser de interés público. Si es de
trascendencia pública, como ocurre con el racismo de Córdova, tiene
preeminencia sobre su derecho a la vida privada. Esto por tres razones:
a) Porque el contenido de sus frases implica a su quehacer público; b)
Porque la comunidad tiene el derecho a saber lo que se piensa de un tema
que atañe a todos como país, y c) Porque tanto los interlocutores como
el medio a través del cual se comunican son pagados con cargo a usted y a
mí.
Quinto. La doble moral no puede ser característica de
quien preside una institución que debiera promover la democracia. ¿Se
imagina alguien al secretario ejecutivo de la CIDH, Álvarez Icaza,
pensando y diciendo a un tercero las mismas expresiones de Córdova?
Sería una aberración porque su tarea es precisamente la defensa de los
derechos humanos. Además, la calidad de una democracia se mide por el
respeto y reconocimiento de las minorías, teniendo el INE esa labor
fundamental.
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