Por: Emma Martínez
México vive una hemorragia; en el norte tiene su propio Medio Oriente: periodista palestino
(28 de mayo, 2015).- Miguel tiene 7 años de edad, constantemente
sueña con sangre. Afirma que es la sangre de su padre y sus dos
hermanos que fueron ejecutados frente a él y su madre.
Ellos, su madre, padre y hermano, transitaban una de las
carreteras de Chihuahua. Un comando armado los detuvo y bajó de su
camioneta, hicieron que se formaran en una fila y así de pronto le
dispararon al hermano y al padre de Miguel. El grupo de hombres armados
aventó los cadáveres al monte. A él y a su mamá los dejaron en un
entronque. Miguel sueña con sangre, no hay más sueños que ese.
“A sus 8 años, Jaime, originario de Torreón, Coahuila, le ha
expresado a su abuela que espera “crecer para matar” a los asesinos de
sus padres. Tan sólo en esa ciudad, suman poco más de 150 niños que han
perdido a uno o a sus dos padres por la violencia de los últimos años”,
afirma Ramiro Ornelas, psicólogo e integrante de la asociación civil
Grupo Vida.
Asegurando que, “con frecuencia los familiares se ven en la
necesidad de esconder qué fue lo que pasó con su ser querido, para no
enfrentarse al escrutinio y condena social, a la que con frecuencia
afecta en mayor medida a los menores de edad, principalmente en el
ambiente escolar, donde predomina la discriminación, esto debido a que
las instituciones gubernamentales se muestran incapaces de tomar
medidas, al no estar preparadas para atender los efectos colaterales de
la violencia”, afirma Ornelas.
La madre de Jorge apenas se percató que el niño tiene una
alcancía, en la que deposita todas las monedas que llegan a sus manos,
tampoco era un secreto que escondiera su hijo. Cuando ella le preguntó
qué haría él con todo el dinero ahorrado, él respondió: “voy a comprar
un cuerno de chivo para matar a los que mataron a mi papá”.
En Chihuahua, uno de los estados más afectados, Jesús Ramón Lozano,
candidato a diputado federal por el Movimiento de Regeneración Nacional
(Morena), afirma, “el narcotráfico tiene consecuencias gravísimas, sin
dudarlo, una de las más sensibles es la orfandad de miles de niños de
todo el estado y el país. Es urgente aplicar programas de larga
duración, de atención psicológica y ayuda económica a las familias
afectadas, a quienes el gobierno federal tiene en el abandono absoluto”.
Agregando que, “paralelamente el sistema de justica debe basarse en
el cumplimiento de los protocolos internacionales establecidos con el
fin de combatir al crimen organizado, documentos que México ya firmó y
se comprometió a observar, motivo por el cual urge establecer un
compromiso con los afectados”.
Una familia que regresaba de vacaciones de Mazatlán, Sinaloa,
casi llegando a la ciudad fue interceptada por un grupo armado. Ellos
se llevaron al padre secuestrado, aunque horas más tarde apareció
decapitado. En el lugar la madre quedó en el pavimento desangrándose,
mientras sus hijos de 3 y 5 años lloraban desesperados.
Irene, de ocho años; Guadalupe, de 11; Ernesto, Carlos y Javier,
de seis años, temen jugar a la pelota en las calles de su natal
Chihuahua porque “vienen los malos que matan”. Ellos y ellas no saben
si los malos que matan son soldados, narcotraficantes, policías o
delincuentes comunes. Son, simplemente, adultos.
La diputada Lucila Garfias afirma que es urgente que se le dé
prioridad a la atención de los niños huérfanos, víctimas de la lucha
contra el crimen organizado, “ellos requieren apoyo adicional para
evitar las secuelas psicológicas que producen los entornos violentos,
porque hoy no existen programas especiales enfocados a los menores que
han quedado en la orfandad, porque han sido invisibilizados, lo que es
peor, no existe una contabilidad sobre los menores que se han quedado
sin padres o tutores, pues de acuerdo con organizaciones civiles, sólo
se tiene un estimado de 50 mil niños huérfanos en México”.
Sobre el tema, el Centro de Análisis de Políticas Públicas México
Evalúa, en su más reciente estudio, revela que en el periodo
comprendido entre 1990 y 2010, asciende a 803 mil 519 víctimas
invisibles de primer grado. En cuanto al número de menores que quedaron
en la orfandad por motivos de crimen organizado, no existe tal.
Julio, un niño de 9 años, comenzó ahorrar y pidió ayuda a sus
familiares, quiere comprar una bomba y hacerla explotar en el canal de
televisión, donde mostraron la cabeza degollada de su padre.
El periodista palestino, experto en conflictos bélicos, Abdel Bari, comenta a Revolución TRESPUNTOCERO: “México
ha sufrido y sigue padeciendo una hemorragia, porque en su zona norte
tiene su propio Medio Oriente, por absurdo que parezca, la sociedad
mexicana no debe tenerle mayor miedo a los narcotraficantes, que a los
políticos y sus mentiras, a su falta de humanidad. Poco más de 50 mil
niños viven en orfandad, o se suicidan o se vuelven delincuentes, yo
pregunto al gobierno, ¿dónde están los programas de apoyo psicológico,
social, tanatológico, económico, educativo? No hay tales, porque
padecen un gobierno ensimismado, una presidencia regida por los
intereses personales y el control del poder. Un niño no podría
significarle nada que no sea ‘una carga’, en los Pinos se invierte en
que lo que deja dólares, ahí el humanismo, la democracia y el progreso
por medio de políticas públicas eficaces, no son rentables”.
“El número de muertos y desaparecidos del gobierno de Calderón y de
Peña Nieto no son exactos, mucho menos la cifra de los niños que ahora
han quedado solos y huérfanos, de eso el gobierno no se ocupa, y a
ciencia cierta tampoco los grupos independientes que estudian el crimen
organizado. Ese factor demuestra que México es una zona de guerra.
Nadie se ocupa, menos preocupa, y quienes lo hacen se basan en lo
inmediato, olvidando lo permanente, es decir miles de niños
desorientados y con la venganza a cuestas. Si en algo ‘triunfó’ la
guerra contra el narco, fue en convertir la violencia en algo
aplaudible, para el actual presidente todo a quien asesine el ejército
es narco, exhiben y celebran que sus fuerzas mataron, sin llevar a
juicio. Si alguien reclama le ponen una mordaza, si era un padre
inocente, el niño crecerá con el resentimiento, él sí podría matar”,
afirma.
Andrés, tiene 7 años, él estaba sentado viendo la televisión
cuando la policía entró de forma violenta a la casa y disparó a su
padre, madre y abuela. El niño fue el único testigo presencial de los
homicidios. Él no ha podido dormir desde entonces, a menos que un
adulto esté con él. Algunas veces asegura que se vengará.
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