Por: Emma Martínez
(27 de mayo, 2015. Revolución
TRESPUNTOCERO).- Ecuandureo, Michoacán, es un municipio reconocido
entre los habitantes como uno de los más peligrosos del estado, pero
fue apenas el viernes pasado que dicha zona acaparó mayor atención
nivel nacional, motivo de los sucesos perpetrados en el rancho El Sol,
situación que el ejército ha llamado ‘enfrentamiento contra
delincuentes’, aunque el Comisario de dicho pueblo asegure: “yo estaba
viendo todo y vi cómo desde el helicóptero que traían los policías, los
acabaron a todos, los del rancho. No tuvieron oportunidad de defenderse
mucho”.
Ecuandureo y su vecino Tanhuato, forman parte de la frontera de
Michoacán y Jalisco, pertenecientes a la zona llamada “corredor oeste
de las drogas”, ya que sus montañas escarpadas han sido escondites
perfectos de laboratorios de drogas sintéticas, además de coca y
marihuana, que poco después son trasladadas a Estados Unidos. El
corredor atraviesa los municipios de Vista Hermosa, Zamora y Yurécuaro.
“Más que otro enfrentamiento entre fuerzas federales y hombres
armados, la matanza de Ecuandureo, Michoacán, parece ser la crónica
recurrente de un ajusticiamiento extrajudicial, como ocurrió en
Tlatlaya, Estado de México, en junio pasado, donde 22 civiles fueron
acribillados por elementos de la milicia, y en Apatzingán, Michoacán,
el 6 de enero último, cuando por lo menos 16 personas (incluidos niños
y mujeres) fueron ejecutadas por policías federales y, ahora se sabe,
también con la participación del ejército”, sentencia el analista
político Rubén Cárdenas.
Asegurando que “en aquella región de Michoacán, el saldo fue de 43
muertos: sólo un agente federal y 42 presuntos delincuentes; de nuevo
una cifra desproporcionada para un tiroteo que oficialmente duró tres
horas y media, durante las cuales la puntería estuvo solamente del lado
de los federales, con un resultado muy disparejo, inverosímil, si se
toma en cuenta que quienes usan armas de alto poder no fallan tanto,
como se supone que habría sucedido en cada caso”.
Explosiones, detonaciones de fusiles de alto poder, helicópteros
policiales y gritos, preámbulo a las agonías de los acaecidos en
combates, son lo característico en los municipios michoacanos de
Ecuandureo y Tanhuato.
Ahí durante años la violencia del narcotráfico ha asolado la región,
además de la militarización como consecuencia de los grupos
delincuenciales, siendo frecuentes los enfrentamientos armados,
asesinatos de políticos y hallazgos de fosas clandestinas, esto último
relacionado con el hallazgo en 2013, donde ambos municipios fueron
noticia, ya que fue en aquellos límites entre Jalisco y Michoacán, que
se encontraron 56 cuerpos en diversas fosas clandestinas.
En dichos municipios donde se suscitan las masacres padecidas en los
últimos años -tratándose de políticos generalmente- los agresores
llegan hasta donde está la víctima, sacan un arma, la asesinan y
escapan. En 2014 Gustavo Garibay García, presidente municipal de
Tanhuato, Michoacán, fue asesinado en la puerta principal de su casa.
Aunque Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y Alfredo
Castillo Cervantes, comisionado federal para Michoacán, afirmaron que
esclarecerían el caso, hasta la fecha no ha ocurrido.
En 2012, Garibay García ya había sido herido en un atentado por no
haber permitido una extorsión. Fue en ese momento cuando se le
asignaron escoltas, pero en agosto de 2013 el alcalde anunció que le
había sido retirada la seguridad, aunque el gobernador Fausto Vallejo
aseguró que el presidente municipal se había negado a seguir
manteniéndola consigo.
Y tratándose de civiles, “en cada municipio que conforma a
Michoacán, siempre los culpables de las miles de masacres pertenecen a
algún cártel de la droga, si un individuo es asesinado a la luz del día
y con presencia de testigos, el narco lo mató, y cuando es probable de
que nadie haya presenciado el hecho, los muertos se convierten en
automático en sicarios y delincuentes a quienes los soldados abatieron,
buscando con ello credibilidad en su farsa de guerra contra el narco”,
asegura el periodista michoacano Carlos López.
También afirma que, “tanto Ecuandureo, como Tanhuato, regiones
peligrosas de Michoacán, cumplen con las características que
contribuyen a que el estado sea uno fallido. En ambos municipios
predominan los grupos criminales, ejército y policía, quienes a la
menor provocación disparan a quemarropa con tal de intimidar a los
civiles, jamás al delincuente, a ellos los soldados les temen, por eso
la entidad se convirtió en refugio de criminales y su zona de comercio
de drogas”.
Durante el 2014 Michoacán acumuló el mayor número de asesinatos del
que la entidad tenga memoria, mil 52 homicidios dolosos en 11 meses,
señalan las cifras del Informe de víctimas de homicidio, secuestro y
extorsión.
Dichas cifras convirtieron en 2014 a Michoacán en el segundo estado
más violento de la república, sólo superado por el Estado de México, en
donde la violencia cobró 4 mil 29 víctimas mortales en los 11 meses de
ese año. Según el Observatorio de Seguridad y Convivencia Ciudadanas,
“los asesinatos en Michoacán son particularmente notables porque ni la
masiva ocupación militar ni mucho menos la Comisión Nacional para la
Seguridad y el Desarrollo Integral del estado han logrado detener la
sangre que corre en la entidad, manteniendo una tendencia ascendente,
en donde las fuerzas armadas tienen mayores implicaciones”.
La doctora Isabel Gómez Junco afirma: “la estrategia del gobierno es
la guerra contra el narco. Las fuerzas armadas: el arma que asesina. Es
así como lo verdaderamente alarmante es el peligro inminente que
estados como Michoacán pueden llegar a padecer, en municipios que si
bien tienen suerte la tragedia se da a conocer, pero si no quedan en la
eterna impunidad”.
Puntualizando que, “las fuerzas armadas son toxicas y letales en su
desproporcionado uso de la fuerza, asesinando inocentes y denunciando
muertos a los que dicen llamar delincuentes. Acto seguido, Peña Nieto,
Osorio Chong y el equipo del gobierno, encubre las ejecuciones
extrajudiciales, y aún cuando salen en los medios, información grave,
como las actuaciones sin consentimiento de sus mandos, los hechos
homicidas quedan en el olvido, sin castigo y el sexenio sigue su curso”.
“En Ecuandureo frecuentemente hay muertos, casualmente las
explicaciones siempre tienen que ver con ‘fallecidos por nexos con la
delincuencia organizada’, no hay cifras lamentablemente porque la gente
jamás va denunciar. Sería ilógico que en una comunidad amenazada por
narco, ejército y policía, alguien interponga una denuncia con sus
agresores”, afirma López.
Cárdenas cuestiona, “¿Qué fue lo que ocurrió entonces en Tanhuato?
Las fuentes gubernamentales sostendrán la versión del enfrentamiento de
facinerosos contra policías federales, pero indagaciones más a fondo,
sean de algún organismo de derechos humanos o de medios informativos,
muy probablemente nos darán a conocer en el futuro cercano, si estamos
ante un caso más de ejecuciones en este país”.
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