5/25/2015

El voto nulo. Hacia la acción colectiva


La regulación electoral está diseñada para privilegiar una decisión en la que solamente puede castigarse premiando a otro.

José Roldán Xopa 

lasillarota.com 

La anulación del voto como decisión constitucionalmente válida, además de ser una decisión personal tiene ya una dimensión colectiva. No es solamente una expresión ante la ausencia de alternativas, apunta a las causas y a la posibilidad de corrección de lo que impide que la competencia electoral pueda desplegar su potencialidad para resolver problemas públicos. El voto nulo es una posición política antisistema. El sistema dejó de identificarse con un partido político, el sistema son estos partidos políticos.

No se trata de simplificar el juicio afirmando que todos son iguales; pero sí de afirmar que se dan preocupantes prácticas en la actuación de los partidos que anulan la capacidad del voto en el premio y el castigo. La regulación electoral está diseñada para privilegiar una decisión en la que solamente puede castigarse premiando a otro, pero no para castigar a todos. Lo anterior es perverso porque conduce a opciones por descarte donde los partidos siempre terminan ganando independientemente de su desempeño.

Al eliminar el posible efecto de castigo del voto nulo se resta poder al ciudadano pues los partidos crearon un sistema que captura incluso el descontento hacia todos. El sistema electoral provoca un fenómeno de alienación del voto, de desapropiación que el ciudadano debiera tener sobre su decisión soberana y la plenitud del voto y sus posibles impactos en la democracia. El sistema electoral se ha estructurado a partir del interés de los partidos más que en el de los ciudadanos y sus condiciones de vida.

La vía para reapropiar las capacidades del voto, incluyendo el nulo y el abstencionismo y de que cuenten para mejorar la competencia e incentivar un mejor desempeño en la solución de los problemas públicos, debe considerar cuestiones como las siguientes:

a)    El voto nulo debe ser contabilizado en los resultados electorales.

b)    El voto nulo debe ser tomado en cuenta en los porcentajes para decidir el mantenimiento del registro de los partidos.

c)    El voto nulo debe ser “presupuestalizado”, es decir, tener un impacto en el financiamiento de los partidos. A mayor voto nulo, menor financiamiento.

La legitimidad de la democracia tiene una relación directa con la participación ciudadana. Por ahora se favorece la desvinculación del ciudadano: Mientras menos militantes tenga un partido, mejor; mientras más voto corporativista y clientelar, mejor (el ciudadano no es visto como tal sino como un cliente sobre el que se ejerce un poder derivado de la posibilidad de obtener un beneficio directo o evitar su pérdida).

El fortalecimiento de la democracia tiene que ir en la dirección de incentivar a los partidos para que vean como deseable y por tanto actúen para estimular la participación de los votantes y no que la ahuyenten. Es preferible que los ciudadanos opten por algún partido o candidato por sus méritos y no porque sea el menos malo o porque alternen el poder de las patologías.

Otro de los retos es fortalecer  la elección por méritos y resultados. Adriana García en un interesante artículo publicado en este portal, aborda el tema (Leer “No votar para que gane el mejor”). La cuestión central que Adriana plantea es el diseño de mecanismos con los cuales pueda relacionarse el voto (el nulo incluido) con el desempeño y los resultados en el gobierno. Por una parte, se trata de incentivar que los partidos se ocupen de pensar y de actuar en el interés y mejoramiento de lo público, o bien, si se quiere ver de otra forma: Cómo incentivar que hagan menos daño. Si el candidato o el partido cometen menos irregularidades, son menos sancionados, se premia el juego limpio.

Así los retos.

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