Ciudad Juárez, Chihuahua -cuya economía está intensamente ligada a la de Estados Unidos- como el resto del país se siente agraviada por los ataques, amenazas y descalificativos de Trump a los mexicanos. Los juarenses no entienden y se siguen preguntando: ¿cómo fue posible que sus vecinos del norte ungieran a Trump como presidente?
Juárez como cualquier otra frontera del norte de México y del sur de los Estados Unidos, serán las más afectadas por la política proteccionista e imperial que Trump está imponiendo en Washington. Una parte significativa de la población de Juárez depende del comercio, de la migración legal e indocumentada, del intercambio cultural y hasta de las actividades ilícitas como el narcotráfico y contrabando; y es que, así es la vida en la frontera.
El muro que Trump quiere construir para acentuar su desprecio por México, a los juarenses no les quita el sueño. Tienen toda la vida viviendo con ese odio y amor que priva en la frontera respecto a los Estados Unidos.
A los mexicanos, los güeros del otro lado no nos quieren pero nos necesitan. Esta es una regla no escrita en el trajín del día a día que aunque se siente, se ignora porque hace menos doloroso al racismo. Lo que inquieta a Juárez como al resto de la frontera norte, es la determinación irracional de Trump de alterar o anular al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y no porque este acuerdo sea una panacea, sino porque podría implicar el cierre de maquiladoras en las tierras limítrofes al sur del Río Bravo y con ello generar más desempleo.
La corrupción en el gobierno de Enrique Peña Nieto, y ahora el gasolinazo, en Juárez tiene repercusiones devastadoras como ocurre en cualquier otra parte del país.
La frontera norte no se destaca por la abundancia, excepto la de unos cuantos y la que gozan los narcos, que cuando tienen buen “jale” en el otro lado los dólares que reciben del incontenible consumo de narcóticos de los güeros, se sienten en las calles.
El dinero proveniente del narcotráfico se invierte en la frontera y crea empleos, le guste o no al gobierno aceptarlo. Y es que, así es la vida en la frontera del norte.
Por esta región pulula un ambiente bragado y de menosprecio a Trump. Nadie en el país está contento con Peña Nieto, está claro que es un presidente a la deriva. No obstante, se agradeció la decisión del mandatario de no ir a Washington para sentarse con Trump. No, no por el hijo predilecto de Atlacomulco; se agradece el hecho de tratar a Trump como él trata a los mexicanos. Es un tema de dignidad nacional. México es más que un presidente y mucho más que una Casa Blanca gobernada por un multimillonario que se siente emperador. México es nuestra patria y muy querida. Tampoco es patriotismo en tiempos de racismo.
En las fronteras, como la que comparte Ciudad Juárez con El Paso, Texas, ser patriota no es sinónimo de flagelo.
Muchos juarenses cruzan todos los días “la línea” para ir a Estados Unidos a trabajar, de compras, por razones familiares y hasta por mera diversión, pero siempre regresan a su tierra; varios podrían optar por lo contrario y sin embargo regresan.
No señor Trump, no todos los mexicanos anhelan su sueño americano. En las fronteras del norte de México no está el origen del mal que según Trump aqueja a los Estados Unidos.
Como dicen en Ciudad Juárez: a los güeros del norte lo que pidan, quieren trabajadores, aquí estamos. Si quieren “bisnes”, sabemos negociar. Y si no quieren drogas, pues calmen su ansiedad y paren su drogadicción. Esa maldita enfermedad que les aqueja, los mexicanos la estamos pagando con sangre.