Por Phumzile Mlambo-Ngcuka
- El
dolor y el coraje de más de un millón de personas que publicaron en
Twitter #MeToo y #YoTambién los últimos días han llenado las redes
sociales de historias personales sobre acoso y agresiones sexuales.
Esta protesta virtual resalta tanto la urgencia de encontrar una voz
compartida como la escala oculta que habían tenido estas agresiones que
previamente no habían sido registradas. Cuando las mujeres son casi
invisibles, cuando no son vistas realmente, parece que a la gente no le
tiene que importar lo que les sucede.
Esta protesta en línea es importante porque está dando voz a actos
que son públicos, pero que habían sido silenciados y neutralizados
convencionalmente. Es un cruel privilegio acosar a una niña o una mujer
con impunidad, pero en muchos casos esta es la norma.
Lo que estamos viendo ahora, mientras las mujeres construyen estas
narrativas y se refuerzan unas a las otras, y los hombres se unen a la
conversación para admitir su rol, es la validación del derecho a
denunciar estos actos públicamente. También estamos viendo en números la
fuerza que tienen estas experiencias individuales que normalmente se
callan y no se denuncian.
Mientras se construye una multitud a partir de las mujeres que
cuentan su historia, vemos emerger una imagen de la vida real. Una masa
crítica que está creciendo y que demuestra cuántas cosas están mal
cuando la gente puede actuar con impunidad en una cultura de silencio.
Esta ola en línea se une a una gran cantidad de movimientos masivos
que colectivamente expresan el activismo de las mujeres: las marchas Ni
una menos en América Latina para protestar por la violencia contra las
mujeres, particularmente contra aquellas menos privilegiadas; las
marchas de mujeres que tuvieron lugar alrededor del mundo a principios
de este año en apoyo a los derechos de las mujeres y otras libertades;
así como las marchas en Polonia e Irlanda en contra de la prohibición de
abortos.
El manto de silencio también había protegido a los perpetradores de
agresiones contra la comunidad LGBTI y otras comunidades que son más
vulnerables por motivos étnicos, de pobreza o de edad. Estas mujeres son
las más afectadas, las menos visibles y son las que tienen más por
ganar de esta fuerza colectiva de voces que construyen una cultura del
cambio y presión.
Después de todo, fue Tarana Burke, una organizadora comunitaria de
Nueva York que trabaja con las mujeres de color que dieron origen al
movimiento “yo también”, y su amiga Alyssa Milano, quien lo retomó y se
volvió la catalizadora para millones de personas que han sido alcanzadas
por este mensaje.
La participación plena y libre de las mujeres en la sociedad, en la
política y en el lugar de trabajo es esencial para que las voces de las
mujeres sean escuchadas y para que sus derechos sean respetados.
Mientras más mujeres ocupen altos puestos de representación tanto en
el sector público como en el privado, más oportunidades habrá para
cambiar la cultura de invisibilidad e impunidad, donde más hombres con
poder pueden acosar a las mujeres. El acoso sexual y de otros tipos en
el trabajo, en el hogar y fuera del hogar no son aceptables y no deben
ser ignorados.
La indiferencia casual, y gente que dice “no es nada”, es algo que
debe parar. El número de hombres que se han unido a esta campaña es
prometedor pero todavía está lejos de ser suficiente (30 por ciento, de
acuerdo a este reporte).
Ya ha sido demasiado tiempo en el que la ceguera permisiva ha sido la
norma. Esto se trata de que ambos, hombres y mujeres, cambien sus
respuestas a los actos de agresión sexual y que actúen con solidaridad
para hacerlo visible e inaceptable. Los hombres buenos no deben ser
espectadores silenciosos.
Necesitamos que todas las mujeres estén empoderadas para hablar, para
que sus derechos y sus cuerpos sean respetados, y que las conductas
sean establecidas y arraigadas como normales para que nadie se quede
fuera. No más impunidad.
Saludamos a las miles de mujeres que han peleado en contra de todas
las violaciones a los derechos de niñas y mujeres, y hacemos un llamado a
renovar la inversión en la lucha para terminar con todos los tipos de
violencias contra las mujeres.
Revisado por Estrella Gutiérrez
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