En la producción de libros y
artículos sobre asuntos económicos hay un cierto cambio de enfoque, aún
marginal, tras la crisis financiera de 2008 y sus repercusiones.
Algunos autores introducen variaciones que indican el tamaño del
desafío intelectual de dicha crisis. Las resistencias al cambio de la
mentalidad en el terreno académico y de los economistas profesionales
son muy grandes. Pero enorme es también el malestar en esta área del
conocimiento.
Kate Raworth publicó un libro contestatario con eco en los debates
críticos sobre la naturaleza de la disciplina económica, como se
codificó sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX. La
originalidad está en la presentación y uso ordenados de los temas que
recoge.
Se trata de Doughnut Economics (Chelsea Green Publishing, Vermont, 2017) con una traducción: Economía Rosquilla: 7 maneras de pensar la economía en el siglo XXI (Paidos, 2018). El título se refiere a la forma diagramática en que la autora hace su planteamiento.
En síntesis, comprende aspectos relevantes como la fijación que
existe de considerar como prioritario el crecimiento del producto
interno bruto, relegando otros componentes clave de la relación entre lo
económico y lo social, lo que alteraría la manera en que se gestionan
los recursos, los ingresos y la riqueza.
El criterio clave que guía la política económica es el necesario e
inacabable crecimiento del producto, a lo que puede añadirse: sea como
sea; y me refiero, por ejemplo, a costa de otras formas de producir y
distribuir; a expensas del medio ambiente y sustentabilidad del planeta.
Es erróneo decir que la economía mexicana no crece, lo hace en poca
medida (alrededor de 2.1 por ciento anual), de modo insuficiente para
satisfacer las necesidades de la gente y, además, con una muy mala
distribución del ingreso e ineficiente acceso a los recursos.
La autora insiste, como hacen muchos otros, en cuestionar la
concepción reinante de la racionalidad de los agentes económicos para
entender la naturaleza de las relaciones sociales. Enfatiza la noción de
un ente social con una fuerte interdependencia de los sujetos y
sustentada en el
mundo viviente; un sistema dinámico y complejo.
Desde este punto de vista, la de-sigualdad y la inequidad no son una necesidad económica, sino una
falla de diseño, en un sentido de fracaso en los modos de distribución. No hay una sola manera de organizar la sociedad; vaya, no se trata de una fatalidad.
Dice Raworth que la teoría económica considera que un medio ambiente
limpioes un bien de lujo que sólo los ricos pueden comprar.
Un argumento que redondea la posición de este libro es que:
La economía como disciplina no es una cuestión de descubrir leyes, es esencialmente un asunto de diseño.
Veamos, someramente, un caso práctico, de diseño: el nuevo aeropuerto
internacional de México. Este proyecto adolece de todos lo vicios que
propone Raworth. Responde, ciertamente, a una necesidad económica, no
sólo de la ciudad, sino del país. Su localización ha sido motivo de
fuertes debates políticos, no necesariamente técnicos y menos aún de
planeación integral de largo plazo.
Texcoco se ha defendido como la mejor opción por su impacto positivo
en el crecimiento económico general y de la zona. Según se afirma
detonarála actividad económica y el empleo; será una infraestructura que funcionará entre 60 y 80 años; se invertirán cuantiosos recursos, será eficiente y suntuoso.
El asunto del medio ambiente, que debería ser prioritario,
precisamente en este caso, se ha relegado en el sentido que propone
Raworth. Cuando aparece lo hace como un colofón, no como una argumento
central de un sistema dinámico.
Se trata de la famosa economía de la dona: el perímetro interior que
representa el fundamento social y el exterior el techo ecológico; entre
ellos ubica lo que llama el espacio seguro y justo para la humanidad.
El planteamiento mismo del proyecto lo ha impuesto como un asunto de
rentabilidad de las inversiones y no en el marco explícito de las
necesidades de largo plazo de la ciudad y sus habitantes con toda la
inmensa zona conurbada.
El tema del lago de Texcoco como parte del ecosistema de toda la región se ha sometido al argumento económico.
Hagamos apenas algunas preguntas: ¿Se cancela Texcoco como parte del
sistema para la gestión del agua en la ciudad y las regiones aledañas?
¿Cuál es el impacto sobre las condiciones del aire y cuál sobre el suelo
en esa extensa área?¿El efecto sobre el desarrollo urbano en su
conjunto?¿Es lo mismo construir un aeropuerto sobre el mar que sobre el
lodo del desecado lago?
El ecologismo parece aquí ser un lujo inaccesible. No se ha difundido
de manera suficiente el impacto ambiental del proyecto, lo que se
argumenta es que es el mejor lugar posible conforme a los criterios
determinados previamente. Hay una distinción entre ambas cuestiones que
no debe obviarse.
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