3/21/2019

¿La crítica, los intereses y las malas tripas?



Miguel de Unamuno nos legó la sabia advertencia no confundir la crítica con las malas tripas. Es conveniente recordarla, en particular ahora cuando la Cuarta Transformación está generando tantas controversias y debates, en los cuales, además de las razones y los intereses, se inmiscuye una fuerte animosidad.
De las diversas concepciones de crítica, es útil la que, en términos concretos y sencillos, propone la idea de crítica como la aplicación de criterios válidos, de racionalidad, éticos y/o estéticos, en el momento de emitir un juicio sustentado en un análisis apropiado; de modo que dicho juicio corresponda con la verdad, o se aproxime a ella, o se acerque a lo más probablemente verdadero. En algunos espacios se identifican los criterios válidos con los postulados de la lógica, y consecuentemente se denomina pensamiento crítico a la aplicación de la lógica, al respeto a sus reglas. Esta concepción es reduccionista pues, como hoy se reconoce, es insuficiente como criterio de verdad; además de las reglas de la lógica, la aproximación a la verdad supone otros elementos.
En el ámbito educativo se habla con frecuencia de educación crítica, o pensamiento crítico; sin embargo, también es usual que no se avance en la definición de lo qué se quiere decir con ello. El proyecto de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México incluye en su definición el concepto de educación crítica como un derecho de los estudiantes y se advierte que “la crítica no consiste en la denostación o el simple señalamiento de defectos y debilidades … (la crítica) es el uso de la razón, de la ciencia y de la cultura para develar los prejuicios, los engaños, los autoengaños. El objeto central de la crítica no son las personas, ni los hechos mismos, lo son las falacias, los tabúes, la propaganda, las obsesiones, las traiciones del inconsciente, los estereotipos, la incorporación subrepticia de los intereses en los razonamientos” (Ley de la UACM. Exposición de motivos).
También el proyecto del Instituto de Educación Media Superior (IEMS) contiene a la formación crítica como elemento esencial de su plan educativo, y en un intento de concreción define a la formación crítica de los estudiantes como la suma de cinco elementos: a) una actitud crítica (una disposición auténtica, honesta, de búsqueda de la verdad), b) un dominio del campo u objeto de la crítica (dominio no quiere decir saberlo todo acerca de ese objeto, sino saber lo importante y reconocer lo que se ignora), c) la capacidad y hábito de vigilancia epistemológica (la infaltable pregunta de cómo construyo mis conocimientos acerca de ese tema), d) la capacidad y hábito de contextualización teórico-cultural, y e) la capacidad y hábito de contextualización histórico-social.
Esta formación crítica, junto con una formación científica y una formación humanística (también definidas en el documento fundante del IEMS), alimenta la formación integral que este proyecto ofrece a los jóvenes del bachillerato de la ahora Ciudad de México, por considerar que esta formación integral es necesaria para que puedan vivir libres, creativos, responsables, en una sociedad tan compleja y demandante como la presente. El proyecto del IEMS se elaboró a partir de una reflexión acerca de las necesidades educativas, culturales, de los jóvenes; los tres ámbitos de formación que lo estructuran constituyen la calidad de la educación que propone.
Formar jóvenes críticos no es, pues, formar revoltosos, sino personas capaces de entender que encontrar la verdad no es cuestión solamente de método (mucho menos de mera afiliación ideológica), sino antes que nada de compromiso vital con esa verdad, y de la valentía para aceptarla con todas sus consecuencias. Quien no tenga la valentía de aceptar todas las consecuencias de la verdad, no la buscará, y de toparse con ella la ignorará y olvidará, sumergiéndose en un mundo de tinieblas. Esto es válido para la formación de los jóvenes, y para todos los que se involucran, de una u otra manera, en los complejos acontecimientos sociales.
En el ámbito de la política nacional, hoy es necesario reubicar las malas tripas (ya que no se les puede eliminar por completo) pues impiden que se preste debida atención a los argumentos, y complican el de suyo complejo problema de dilucidar la verdad en controversias en las que están en juego fuertes intereses ¿Es correcto privatizar el patrimonio nacional? Sin duda es un asunto complejo si de un lado discuten los beneficiarios de tal privatización, y del otro los dueños originarios del patrimonio nacional (la Nación) y sus representantes. En la discusión de asuntos como éste están involucrados criterios históricos, científicos, jurídicos, éticos, que no pueden obviarse.
Con seguridad habrá quienes juzguen ingenua la reivindicación de la palabra, del diálogo, de la discusión, cuando un actor central de la vida nacional es un poder económico formidable concentrado en unas cuantas manos. Carlos Salazar Lomelí, nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, voz pública de esos intereses, ha declarado que están dispuestos a participar en los espacios de diálogo con el Gobierno federal, pero advierte que nadie tiene la verdad absoluta.
A discutir, pues, más que debatir (véase la determinante distinción en este espacio del pasado 22 de febrero), pues del otro lado se ha constituido un poder popular (expresado en 30 millones de votos) que puede ampliarse y consolidarse si cuenta con información y razonamientos que ayuden a comprender y juzgar la situación actual, y a perfilar acciones de auténtica transformación nacional. Este es el papel de la crítica, entendida como se ha propuesto líneas arriba.

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