Algunas de parlamentarias estadounidenses elegidas en noviembre de 2018. Crédito: Cortesía. |
Las razones de la transformación tienen que ver con el crecimiento de
una nueva estructura de poder político y del empoderamiento de las
mujeres, del gran impacto del Movimiento #MeToo (yo también) contra el
acoso y el abuso sexual y quizás, lo más importante de todo, la reacción
a los insultos públicos constantes del presidente Donald Trump
denigrando a las mujeres, tildándolas de “muñecas”, “perras”, “bagres”,
“animales desagradables” y con “poco coeficiente intelectual”.
En las elecciones de mitad de mandato, realizadas en noviembre, 102
mujeres quedaron en la Cámara de Representantes y 10 llegaron al Senado,
un número histórico nunca visto en el Congreso legislativo de este
país.
Jody Williams, premio Nobel de la Paz 1997 y presidenta de la
Iniciativa de las Mujeres Premio Nobel, dijo a IPS: “Como ciudadana
estadounidense y defensora de los derechos de las mujeres quedé
encantada, como muchas, con el resultado de las elecciones de mitad de
mandato de 2018.”
“La misoginia grandilocuente de Trump influyó en el resultado, tanto
en términos del número de mujeres que decidieron presentarse a las
distintas elecciones en este país, como en la votación que llevó a
muchas a ocupar un cargo”, opinó.
“También es resultado de que las mujeres reconocieran el cambio en
las estructuras de poder, aun si es demasiado lento para algunas, y
decidieran usar su poder individual para impulsar esos cambios”, añadió
Williams.
La Unión Interparlamentaria, con sede en Suiza, señaló que las
elecciones de noviembre fueron “históricas”, pues la diversidad de
representantes femeninas fue particularmente notoria, ya que jóvenes e
integrantes de minorías ingresaron a ambas cámaras del Congreso por
primera vez.
Tanto la Cámara de Representantes, como el Senado tienen más mujeres
que nunca, con 23,5 por ciento y 25 por ciento respectivamente.
De ellas, 37 por ciento no son blancas: hay dos musulmanas y la primera mujer indígena en ocupar un asiento parlamentario.
Tras las elecciones de 2018, también ingresaron las dos mujeres más
jóvenes de la historia del Congreso, ambas con 29 años, además de cinco
representantes de la comunidad LGBT, cuatro de los cuales mujeres.
Deb Haaland y Sharice Davids son las primeras indígenas con un
asiento en el Congreso, mientras Rashida Tlaib y Ihlan Omar son las
primeras musulmanas en representar a sus estados en la Cámara de
Representantes.
Y con 29 años, Alexandria Ocasio-Cortez y Abby Finkenauer son las legisladoras más jóvenes de la historia de Estados Unidos.
Tlaib, de padres palestinos, nació en Estados Unidos, y Omar, quien
emigró a este país procedente de un campamento de refugiados en Kenia
tras huir de la guerra civil de Somalia, es la primera
somalí-estadounidense en tener una banca en el Congreso.
Deb Haaland, de la tribu Pueblo de Laguna, es la primera indígena en
el Congreso, junto con Sharice Davids, de la nación Ho-Chunk, de la zona
del estado de Wisconsin.
También es histórico el número de mujeres, seis en total, que
declararon formalmente su candidatura a las elecciones presidenciales de
noviembre de 2020.
Ellas son: Kirsten Gillibrand, de Nueva York, Kamala Harris, de
California, Amy Klobuchar, de Minnesota, y Elizabeth Warren, de
Massachusetts, además de la representante Tulsi Gabbard, de Hawaii, y
Marianne Williams, candidata independiente.
Sanam Aderlini, fundadora y directora ejecutiva de la Campaña
Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN), dijo a IPS: “la
supremacía blanca” tuvo un crecimiento significativo en Estados Unidos
con la llegada de Trump a la Presidencia.
Su retórica y actitud hacia las mujeres, y en particular hacia las
que son fuertes e independientes y lo cuestionan, siempre fue virulento.
“Y por supuesto, el hecho de que gran parte de eso esté dirigido a
las mujeres que no son blancas es en sí un indicio de la horrible mezcla
de racismo y sexismo en el centro de esos movimientos e ideologías”,
indicó Anderlini.
“Observamos el crecimiento y propagación de diferentes formas de
identidades extremistas. Esos movimientos aprovechan identidades
etno-raciales o una fe visceral. Todos abogan por la subordinación de
las mujeres y por la noción de hipermasculinidad y de patriarcado en su
seno”, explicó.
En lo que respecta a las mujeres de esos movimientos en particular,
buscan cooptar a sus congéneres para que apoyen el movimiento o a
coaccionarlas para controlarlas, analizó Andelini, quien integra el
Grupo de Expertos de la Mancomunidad para la Prevención del Extremismo
Violento.
Es bien evidente en su obsesión por el control de los cuerpos de las
mujeres, ya sea en términos de que se cubran o en términos de sus
capacidades reproductivas.
Por su parte, Mavic Cabrera Balleza, directora ejecutiva de la Red
Global de Mujeres Constructoras de Paz (GNWP), dijo a IPS: “Preferiría
llamarlo ‘redux de movimientos feministas’ en vez de ‘reacción’ porque
se inspiran en las activistas feministas de generaciones anteriores”.
El plural “movimientos” también representa la diversidad y la universalidad de la ideología feminista, precisó.
“También creo que la elección nunca antes vista de una mayor
diversidad de mujeres en el Congreso solo se debe en parte a Trump”,
opinó Cabrera Balleza.
Como puede ver, las mujeres no solo condenan los mensajes sexistas y
misóginos o reclaman castigo para los abusadores sexuales, sino que
también centran la atención y reclaman respuestas a cuestiones que hace
años que están en el tapete y no se han atendido como corresponde, si es
que se atendieron, explicó.
Entre ellos, migraciones, violencia armada, cobertura de salud
universal, degradación ambiental, guerras y militarismo, entre otros.
El fenómeno en las redes sociales de #MeToo contra el abuso sexual
derivó en otras movilizaciones como #Time’s Up, #Niunamenos,
#NotOneMore, #BalanceTonPorc, #TotalShutDown, entre otras campañas
similares en distintos idiomas, observó Cabrera Balleza.
“Mi gran esperanza es que los resultados de las elecciones de mitad
de mandato en Estados Unidos se hagan eco en el resto del mundo, pues
muchos países experimentan o están bajo la amenaza del autoritarismo”,
indicó
“Quiero ver movimientos de resistencia no violentos exitosos en el
mundo en la próxima década. Con mis colegas en la GNWP contribuimos a la
concreción de esa visión”, indicó Balleza.
Anderlini dijo a IPS que la superposición o la relación transaccional
de beneficio mutuo entre la derecha blanca y el movimiento evangélico
tampoco es una coincidencia.
“Lo vemos en el dúo Trump-Pence”, observó, refiriéndose al vicepresidente Mike Pence.
“Precisamente porque apuntan y buscan controlar a las mujeres, ellas
fueron las primeras en movilizarse y denunciar y resistir. Eso ha pasado
en todos los países que conozco, del Irán de 1979, cuando los
islamistas buscaron imponer el hiyab y 100.000 mujeres salieron a
protestar, hasta Washington en 2017, cuando fue la marcha del millón de
mujeres”, ejemplificó.
La movilización de mujeres en la esfera política es una extensión de esos acontecimientos, indicó Anderlini.
En muchos países, el camino al poder está bloqueado para las mujeres, por lo que mantienen su activismo en la sociedad civil.
En Estados Unidos, por suerte, hay más oportunidades. También obedece
a los muchos años de trabajo de organizaciones como la Lista de Emily, y
otras que alientan y ayudan a las mujeres a presentarse a cargos
electivos, destacó Anderlini.
Traducción: Verónica Firme
No hay comentarios.:
Publicar un comentario