Carlos Bonfil
Un ciudadano honesto (Ezrah Mudag, 2022), tercer largometraje del israelí Idan Haguel, aborda de modo irónico y crítico la situación de un hombre gay liberal orillado, muy a su pesar, a jugar el papel de cómplice involuntario de una discriminación racista. El origen de su predicamento es su afán perfeccionista de mantener todo en orden, desde el arreglo de cada detalle doméstico hasta su vida laboral y amorosa, al punto de provocar con esa manía una situación injusta que no podrá controlar. Poco importa que después procure ayudar a familiares de las víctimas o de hacer entender a su pareja, y también a su sicólogo, el conflicto moral que le atormenta. Su suerte está echada y cada esfuerzo suyo sólo acentuará su frustración al ver cómo se desploman unas a una sus certidumbres de liberal progresista. Una aguda sensación de culpa obliga a Ben a la simulación o a guardar un silencio vergonzante. Es raro que en el cine un personaje gay asuma hoy el rol de victimario, consciente o no, de otras minorías semejantes a la suya. Este cambio de perspectiva no deja de ser significativo en un cine israelí cada vez más abierto y sensible a este tipo de situaciones. El resultado aquí es provocador e incisivo. Un detalle interesante: en la vida real los dos actores centrales forman una pareja sentimental y los afrodescendientes vapuleados por la policía son inmigrantes sudaneses y eritreos que interpretan vivencias propias.
Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 17:30 horas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario