Carlos Bonfil
En las dos primeras cintas de la trilogía de Schrader ( El reverendo, 2017; El contador de cartas, 2021), el también guionista de Toro salvaje (Scorsese, 1980) y director de Mishima (1985), había perfilado ya el retrato de un hombre maduro, acosado por la culpa, que confía a su diario personal los pesares de una vida malgastada y sus arduos propósitos de enmienda. En El maestro jardinero el personaje que interpreta Edgerton aparece como alguien irremediablemente ligado a una reputación muy turbia en tanto antiguo miembro de un grupo de supremacistas blancos misioneros del odio, la mezquindad moral y el crimen, y su peculiar relación con la elitista y posesiva Norma sólo complica indefinidamente toda posibilidad suya de redención. El jardinero vive atrapado así en un círculo vicioso de contradicciones morales y sujeto a un proceso de autoflagelación continua.
Con elementos dramáticos tan ásperos, era imaginable un guion más incisivo, a la altura del talento del mencionado Wilder o de lo que el propio Schrader había ofrecido ya en ese otro relato de culpa y redención que fue Taxi Driver (Scorsese, 1976). El maestro jardinero es, sin embargo, una cinta dramáticamente dispareja, y aunque las actuaciones de Sigourney Weaver y Joel Edgerton son estupendas, la interacción de sus dos personajes con el de la joven Quintessa Swindell se resuelve en un triángulo pasional descafeínado. A esto cabe añadir, como elemento sorprendente, una nota final de optimismo en el guion, muy fuera de sitio respecto a lo que prometía su propuesta inicial sulfurosa y la propia reputación de un cineasta, por lo demás, siempre apreciable.
Se exhibe en la sala 2 de la Cineteca Nacional Xoco a las 12:45 y 18 horas.
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