“En esta ocasión el Frente Opositor del PRIAN se salió con la suya, aunque todos sepamos que las fórmulas neoliberales que los mantienen cohesionados, partan de la creencia de que los pobres son pobres porque quieren”.
El día 28 de marzo pasado, el equipo de Xóchitl Gálvez discutió cómo podrían quitarse de encima lo que, en distintos momentos, tanto la hoy candidata del PRI y PAN como sus asesores han reiterado por lo menos cuatro veces: que de llegar al poder quitarán los programas sociales, que las pensiones a adultos mayores serán sólo para quienes las necesiten, que las becas a estudiantes no deberían ser derechos sino asistencias temporales, y que todos ellos generan indolencia en la población, y no ganas de echarle más ganas. Los mercadólogos de Xóchitl llegaron a la conclusión de usar el logotipo del INE para convencer a los votantes de que, aunque el PAN votó en contra todos los derechos constitucionales, no podría echarlos abajo. Esa fue su propuesta. Usar, una vez más al INE, sus colores, tipografía, y rasgos decorativos en una campaña del PRIAN.
Lo que han dicho en contra de los derechos sociales es plenamente consistente con la posición de los neoliberales ahí donde abren la boca y argumentan. El discurso neoliberal es muy simple: la pobreza es una falla del esfuerzo individual. Siendo una falta, una deficiencia, hay que corregirla y eso se hace castigando a los pobres para que se esfuercen más. El castigo viene en dos presentaciones: poner en alto a los oligarcas que presumen sus yates, sus colecciones de arte, sus masiones como si tuvieran más valor humano que los demás; y resaltar los casos de excepción entre los pobres, aquellos que demuestran que el esfuerzo y el echarle ganitas rinde frutos.
Eso último es Xóchitl. Es la excepción que se trata de generalizar como idea de éxito: de las gelatinas a los contratos millonarios de su empresa. No se trata, pues, de un modelo económico ni de un concepto de las obligaciones del Estado con los vulnerables, sino publicitar una anomalía, una irregularidad, como si fuera un ejemplo a seguir. Y si no puedes emularlo, pues es tu culpa y cargas con la humillación doble: ser pobre y que sea tu propio fallo.
Quisiera quedarme un poco más en el argumento neoliberal. Si la pobreza es una falta de la voluntad para prosperar, como lo son también para los neoliberales la mala salud y la deficiente educación, entonces nadie debería hacer algo por ayudar. Menos el Estado con el dinero de los impuestos que tanto esfuerzo “real” le cuestan a quien “sí trabaja”. La pobreza y el sufrimiento son consecuencia del fracaso de los pobres en reconocer su propia libertad y de su equivocada dependencia del gobierno. La gente pasa hambre y es pobre no por recursos limitados o por una concentración desigual de la riqueza, sino por el despilfarro gubernamental.
Si los países son prósperos es porque sus gobiernos interfieren menos con la libertad para amasar fortunas. Esa es la idea del neoliberalismo y la vemos reflejada en todas las expresiones de Xóchitl Gálvez sobre que es una obligación individual pagar los seguros médicos, que los programas sociales no son derechos sino asistencias temporales, o que el sur de la República no trabaja ocho horas seguidas porque “no está en su cultura”. Jamás escucharán a Xóchitl hablar de desigualdad entre clases sociales sino sólo del gasto del gobierno porque, para los neoliberales, la desigualdad es “natural” e incluso “buena” porque provoca que te quieras superar, y lo único que hay que hacer es que el gobierno no gaste, es decir, que no cobre los impuestos que personajes como Salinas Pliego le deben al fisco.
Detrás de esta desconfianza al Estado, los neoliberales esconden otra más hacia el conocimiento: como no se puede saber cuál será el resultado de la libre concurrencia de libertades en el mercado, nadie puede planear ni intervenir desde el gobierno a riesgo de arruinar todo. Cuando gente como Salinas Pliego dice “comunista”, no se refiere a Corea del Norte, sino a la planeación del Estado de cosas como carreteras, puertos, aeropuertos, plantas de energía solar. Han llegado, pues, al ridículo de caracterizar a la planeación e intervención del Estado como “totalitarismo” o “dictadura”. Así, para los neoliberales, las capacidades de dirección de los seres humanos son muy limitadas. No creen que se pueda resolver la desigualdad con la intervención humana y de la planificación económica desde el gobierno y, por ello, dicen que no hay nada que hacer, que es “natural” y pasan a otros temas como la inseguridad.
Hay algo que no se atreven a decir y es que creen que los programas sociales financiados con la lucha contra la corrupción y el fin de la condonación de impuestos, son tirar “su” dinero a la basura. No piensan que los impuestos no son parte de su propiedad, sino la contribución que hacen para disminuir las desigualdades que el propio sistema genera. Un sistema del que son beneficiarios ante la enorme cantidad de familias que no pueden ni siquiera ahorrar. No lo dicen. Lo esconden, pero siempre ha estado en el centro de la ideología neoliberal. Por eso los problemas de Xóchitl para convencer al electorado, por eso se sangró un dedo, por eso abusó de la imagen del INE para legitimarse, por eso no habla de las condonaciones de impuestos, porque cree, al igual que toda la derecha, que ese dinero es “suyo” y no la parte contribuye a que haya menos desigualdades. Creen que el destino de los recursos públicos hacia los más vulnerables y a la infraestructura es un robo a su dinero ganado con esfuerzo. Creen, por lo tanto, que cobrar impuestos y gastarlos en programas sociales es un desperdicio de recursos en quienes tienen un fallo de la voluntad.
No hace falta ir más lejos que lo dicho por Xóchitl: si no encuentras medicinas, el gobierno te las compra en una farmacia privada; si no alcanzas universidad, el gobierno te la paga en una privada. Nada dice Xóchitl sobre aumentar, expandir, los derechos educativos y de salud desde el Estado. Nada de construir más escuelas y más hospitales; nada de crear más maestros y más médicos y enfermeras. Ella cree que la iniciativa privada tendría capacidad y, sobre todo, interés en resolver los problemas de pobreza, educación, enfermedad, vivienda, energía de una forma equitativa. ¿Por qué lo haría si su único interés es hacer más dinero? Pero así habló Xóchitl. Es esa desconfianza neoliberal a todo lo gubernamental lo que hace suponer a gente como Ricardo Salinas Pliego que “se han de estar robando como el 10% de las pensiones de adultos mayores”, sin presentar una sola prueba de cómo un dinero depositado individualmente en una tarjeta del Bienestar podría ser tomado por algún intermediario corrupto. Es simple desconfianza hecha ideología. Eso es Xóchitl Gálvez, también.
Pero no es sólo el tema de los derechos sociales contra la ideología de que no deberían ser para todos ni todo el tiempo, es decir, que ya no fueran derechos, sino decisiones como cuando el PRI y el PAN crearon “Programa Nacional de Solidaridad”, “Oportunidades”, “Progresa” y tantos otros, que eran discrecionales y cuyos padrones se hacían con base en los votantes. Es mucho más que eso. Es la idea de país que tenemos unos y otros. Para Xóchitl y sus partidos, el PRI y el PAN, la única vía es el escape. Hay que escapar de la pobreza. Hay que escapar del sur. Hay que escapar de lo popular. Como lo dijo la propia hija de Xóchitl, quien detenta un cargo en la campaña de su madre: “Mi mamá tuvo que domesticar su acento porque en Hidalgo todavía hay un acento de indio muy marcado”. Escapar para dejar de ser y convertirse en otro, más parecido a la clase alta. Y eso sólo se hace “teniendo”, es decir, todos los sentidos humanos son reducidos a uno sólo: tener. Algo sólo es nuestro si lo podemos comer, beber, vestir, habitar, poseer, hablar. No hay lugar para sentirse orgulloso del país, para sentirse involucrado en sus asuntos públicos, estar emocionado por el momento histórico. Eso no se tiene, no se bebe, no se come, no se habita, no se posee, no se habla.
De ahí que Jorge G. Castañeda haya recomendado a Xóchitl concentrarse en su historia personal con las gelatinas y tildar al proyecto de nación de “pendejada”, como él mismo lo escribió en septiembre del año pasado en la revista de Héctor Aguilar Camín: “(Hay que) saturar los medios locales, pagando lo que haya que pagar (prácticamente todos son venales). Para todo este público, el énfasis debe ser uno: la historia personal de Xóchitl, las gelatinas, el mensaje es la mensajera. Aunque no le guste a la comentocracia. Por otra parte, como muchos ya lo han dicho, el FAM y su candidata deben perfeccionar su discurso para el llamado círculo rojo. No se trata de un plan de gobierno completo, ni de la estupidez de un “proyecto de nación”.
Esto que dice Castañeda refleja toda una idea de la sociedad que vende una candidatura comprando a los medios “venales”, es decir, sobornables y deshonestos: los electores sólo responden a apetitos, son incapaces de elaborar planes para su país, aún los del llamado “círculo rojo”, al que él se supone que pertenece. Hay que vender gelatinas, no “pendejadas”. Una historia que venda superación y auto ayuda, no un plan de gobierno. Así, los derechos sociales no son más que estupideces que se dicen para vender mejor.
Ahora, el problema es convencer a los votantes de que la derecha neoliberal cree en los programas sociales. Y ahí viene la reunión del equipo de Xóchitl en el “cuarto de guerra” en la que deciden que sea el uso faccioso del logotipo del INE el que los ayude a convencer a la gente de que esos programas son inamovibles porque están en la Constitución. La pensión de adultos mayores, la pensión universal para personas con discapacidad, el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, Sembrando Vida y las becas para estudiantes de bajos recursos no están en la Constitución como los propuso López Obrador el 5 de febrero pasado. Se trata de las reformas que se aprobarán sólo si funciona el Plan C, es decir, el de obtener las dos terceras partes de ambas Cámaras de representantes. No es, pués, la defensa de lo que ya está en la Constitución lo que se propone la izquierda, sino ampliarlos: garantizar que estén por arriba de la inflación, otorgarlos a los 65 años, en el caso de las pensiones a adultos mayores, ampliar los supuestos en que se otorgan las becas a estudiantes, y garantizar el acceso a la salud.
Por lo tanto, esa pelea de Xóchitl por decir que ya están y que ella no los va a mover no guarda relación con lo que pretende hacer Morena y sus aliados que es modificar la Constitución para ampliarlos y garantizarlos en el presupuesto de cada año, por arriba de la inflación. No es como dijo, exaltado, Aguilar Camín: “Es una obligación del Estado. Ahí lo dice”. Pues no lo es. El PAN votó en contra de la universalidad de la pensión de adultos mayores en 2020 y eso sugiere que, de llegar al poder, podría no implementarlos o acotarlos con leyes secundarias o argumentar que sale muy caro al presupuesto.
Bueno, pues, para convencer a los electores de que, si ya está en la Constitución, son inamovibles los programas de López Obrador, la gente de Xóchitl usurpa el logotipo del INE y hace un photoshop de espectaculares que dicen: “Ningún partido puede quitarte los programas sociales. Son tuyos. Instituto Nacional Electoral”. “Los programas sociales no pertenecen a ningún partido. Son tuyos”. Instituto Nacional Electoral”. Y, entonces, incurre en un delito que puede ser usurpación de funciones, uso indebido de la marca registrada en el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial con el número 23935555 o propaganda engañosa porque confunde lo que ella busca desesperadamente comunicar con una publicidad institucional del árbitro electoral.
En la sesión de la comisión de Quejas y Denuncias del INE, los consejeros Claudia Zavala, que ya había torcido las palabras del Presidente para llamarlo “misógino” en octubre del año pasado, Rita Bell, y Arturo Castillo, no tuvieron más que apechugar el delito. Según dijeron, el daño ya estaba hecho y, como Xóchitl aseguró que iba a bajar su propaganda engañosa, pues ya nada se podía castigar porque el futuro es muy incierto. Así lo dijo Claudia Zavala que, en otros momentos, ha pedido que se bajen inmediatamente y de jalón hasta siete conferencias mañaneras: “Son actos que ya fueron consumados (…) Y no creo que proceda la tutela preventiva porque sí es cierto, la tutela preventiva viene frente a la existencia de un riesgo, de un peligro; y lo que se trata de evitar es que se concrete ese peligro, ese daño. Pero también hay una clara doctrina en la que se dice que lo que tenemos que tener es elementos de una inminente realización nuevamente. Y aquí es donde no los tenemos”.
Así que la eficaz Comisión de Quejas que baja mañaneras, que quiere censurar el más reciente libro de AMLO porque se expresa bien de Claudia Sheinbaum, no hizo nada contra Xóchitl por usurpar la identidad institucional del INE, delito que estrenó Lorenzo Córdoba con su libro sobre la democracia que utilizaba los colores y la tipografía del INE y que se reprodujo en las marchas rosas de Claudio X. González, Beatriz Pagés, y José Woldenberg. Es como si a Xóchitl se le diera permiso de usar la imagen del INE argumentando que el gobierno usa la de los programas sociales.
En esta ocasión el Frente Opositor del PRIAN se salió con la suya, aunque todos sepamos que las fórmulas neoliberales que los mantienen cohesionados, partan de la creencia de que los pobres son pobres porque quieren.
Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.
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