erlín, 16 de febrero. Ya transcurrida la primera mitad de la Berlinale es dudoso que la competencia se recupere de una medianía uniforme. No se han visto películas deleznables, pero tampoco algo que merezca ser visto fuera de la pantalla casera. Ciertamente no ayuda la insistencia en los mismos temas, en particular el de los ex presidiarios con una causa que perseguir.
La más reciente fue la iraní Shekarchi (El cazador), que en realidad es una especie de programa doble, en el cual la primera parte –un hombre (el director Rafi Pitts) descubre, al salir de la cárcel, que su esposa e hija han desaparecido, tras una represión de manifestantes– no guarda relación alguna, ni siquiera estética, con la segunda: el personaje mata a dos policías en venganza y es perseguido a su vez por un par de corruptos representantes de la ley. Para colmo, las secuencias del asedio policiaco son muy parecidas a las de la austriaca Der Räuber (El asaltante), con lo que se acrecienta la incómoda sensación de déjà vu.
Más misteriosa aún es la inclusión, fuera de concurso, de la estadunidense Please Give, recién estrenada en el festival de Sundance, detalle que ya anticipa una pertenencia genérica a ese retrato de familia disfuncional y clasemediera, con personajes abrumados por neurosis e inseguridades, aunque al final siempre habrá una reconciliación.
Como siempre, ayuda el desempeño de buenos actores, –Christine Keener, Amanda Peet y Oliver Platt en este caso–, pero nada borra la impresión de estar viendo una serie de televisión por cable. No es casual, pues la directora Nicole Holfcener ha dedicado buena parte de su carrera a dirigir episodios de Gilmore Girls, Six Feet Under y Sex and the City. (Conste que la comparación televisiva no es necesariamente peyorativa. Ojalá alguna de las películas en concurso demostrara la tensión y dinamismo narrativos de las mejores temporadas de la serie 24, por ejemplo.)
Es posible creer que cinematografías como la iraní no hayan ofrecido algo más contundente a la hora de la selección. Lo inconcebible es que en una industria tan pródiga y diversa como la hollywoodense no se haya podido encontrar algo menos doméstico, en el peor de los sentidos, que Please Give.
Por lo mismo, las funciones especiales de la Berlinale denotan ese desánimo para dar con verdaderas exclusivas. Por ejemplo, la oferta china de hoy, Da bing xiao jiang (Pequeño gran soldado), viene protagonizada por Jackie Chan, nada menos. A estas alturas, el cincuentón Chan ha perdido incluso su habilidad acrobática. Entonces, ¿de qué se trata?
Algunos de los delegados del festival –mismos que seguirán anónimos– me han contado, con frustración, que su propuesta original incluía varios títulos superiores a los que finalmente se tomaron. O sea, el problema del festival no es la escasez de material cinematográfico de primera, sino la incapacidad para reconocerlo.
Ya lo decíamos al comienzo del festival: a pesar de todos sus defectos, Moritz de Hadeln era un programador mucho más apto que Dieter Kosslick, al haber ejercido un equilibrio entre las diversas instancias que pueden hacer atractiva una competencia internacional.
Quedan entre las películas cuatro dirigidas por mujeres. A ver si son ellas quienes se encarguen de levantar el nivel de una Berlinale cundida de resbalones.
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