COLUMNA INVITADA
“Nada en Juárez, sin los juarenses”
Las voces de Ciudad Juárez
Clara Jusidman*
México, DF 16 feb 10 (CIMAC).- El miércoles 3 de febrero regresé de Ciudad Juárez después de haber sostenido varias reuniones con representantes de organizaciones civiles y con varios académicos. Estamos en el proceso de actualizar un estudio sobre La Realidad Social de Ciudad Juárez que realizamos entre 2004 y 2005 y que fue publicado en 2007 por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
Como resultado de ese trabajo en 2005 habíamos elaborado una lista de Focos Rojos que difundimos ampliamente. Advertíamos sobre los factores económicos, sociales y culturales que habían venido contribuyendo a la creación de un ambiente violento y de alto riesgo en la ciudad.
Habíamos encontrado que por más de 20 años la adopción del modelo maquilador había generado una gran demanda de mujeres trabajadoras provocando un desequilibrio entre el número de mujeres y de hombres en edades de trabajar. Una consecuencia de ello era la presencia de una mayor proporción de hogares encabezados por mujeres solas.
Esto ocurrió sin que el Estado acompañara la mayor participación de las mujeres mediante la creación de estancias infantiles para el cuidado de los niños pequeños. Observamos también jornadas de trabajo mayores que en el resto del país, bajos salarios, volatilidad de los horarios, triples jornadas de las mujeres, con sólo cinco horas de sueño en promedio de las mujeres madres de familia.
Una proporción alta de jóvenes entre 12 y 16 años desertaban de la escuela y esperaban a cumplir 16 años para incorporarse a la maquila, situación que los ponían en riesgo de ser capturados por las bandas del crimen organizado ante ofertas de ingresos altos, aún comparativamente frente a los que obtendrían al incorporarse a largas jornadas en las plantas maquiladoras. A lo anterior se agregaba la falta de pertinencia de los contenidos y modelos de educación media y media superior, ante la realidad concreta de los jóvenes juarenses.
Otra situación detectada fue una muy elevada tasa de crecimiento de la población que no fue acompañada por un aumento de los servicios sociales (escuelas, hospitales, estancias infantiles, lugares de recreación), ni de oferta de viviendas, ni de infraestructura urbana. El 50 por ciento de la población de la Ciudad había nacido fuera de ella.
Esta situación a la par de la especulación de la tierra en beneficio de unos cuantos y el aliento de los partidos políticos a invasiones de terrenos riesgosos e inhabitables, provocó una segmentación de la ciudad por clases sociales, con zonas carentes de toda infraestructura urbana, casas construidas con desechos de la maquila, donde habitaban los trabajadores y sus familias, frente a zonas donde se concentraba la infraestructura social y los servicios disponible. No es sino hasta los últimos años, que se logró elevar la cobertura de acceso a agua, drenaje, energía eléctrica y pavimentación de calles.
Asimismo detectamos que el constante conflicto entre los tres órdenes de gobierno se tradujo en importantes vacíos de poder, a lo que se sumó un trato injusto de los gobernadores de Chihuahua y de las instituciones federales hacia Ciudad Juárez al no devolverle en servicios e inversiones, las importantes aportaciones que había venido haciendo en impuestos y cuotas del seguro social.
Después del diagnóstico contenido en el estudio no sucedió nada, excepto un programa municipal de estancias infantiles, la construcción de algunos parques y centros comunitarios y una clínica de salud. En cambio, la especulación de la tierra continuó avanzando con 21 mil hectáreas en el pretendido desarrollo de San Jerónimo -el equivalente al territorio actualmente cubierto por toda la ciudad- y el interés por extender la ciudad hacia el sur, mediante el gancho de construir la Ciudad del Conocimiento en medio del desierto.
La muerte, el secuestro y la extorsión se volvieron parte de la vida cotidiana. Una especie de limpieza social mediante la desaparición y criminalización de jóvenes empezó a hacerse presente.
Ciudad Juárez como decía una profesora de la Universidad, es una catástrofe humana, con efectos tan devastadores como un tsunami, pero no existe ni la conciencia, ni el interés, ni el compromiso de los gobiernos, ni de la clase política, ni de los partidos, ni de la sociedad nacional por asumirla como tal.
El ataque de un comando fuertemente armado y perfectamente coordinado, a 60 jóvenes estudiantes que festejaban un cumpleaños y un triunfo deportivo, muestra el alto grado de avaricia, corrupción, impunidad, prepotencia y violencia que domina en la ciudad.
No se trató de una pelea de pandillas, ni del ataque a operadores de otra banda, como lo declararon en su momento el Presidente y el Secretario de Gobernación, faltando a la dignidad de los jóvenes fallecidos y de sus familias. Se trata de víctimas civiles de una guerra entre dos bandas del crimen organizado por el control del territorio, cada una de las cuales es apoyada por miembros de la clase política-empresarial y de las fuerzas de seguridad y justicia.
En las reuniones realizadas encontré a mis amigos y amigas de las organizaciones desconcertados, desalentados, asustados y profundamente enojados. Ciudad Juárez ha sido fuertemente golpeada por la crisis económica y por la violencia.
Se habla de 80 mil empleos perdidos, de entre 7 mil y 10 mil huérfanos y de un aumento de la población con discapacidad por heridas de arma. Cientos de mujeres han quedado solas con sus hijos y no tienen el dinero suficiente ni siquiera para trasladarse a los centros donde las organizaciones les ayudan a procesar su luto.
Mencionan a jóvenes que abandonan la escuela por no tener para cubrir los costos de los materiales de los talleres y prefieren vivir bien aunque sea por corto tiempo, colocando al Chapo como su modelo. Señalan que por primera vez, la ciudad decrecerá en su población pues 100 mil familias se han ido a vivir a El Paso y un porcentaje alto de migrantes veracruzanos retornaron a sus tierras de origen. Hay 110 mil viviendas abandonadas, la cuarta parte de las disponibles en la ciudad, y se observa una fuerte caída en la asistencia escolar.
Las alternativas para sobrevivir están destruidas pues hasta las pequeñas actividades informales son sujetas de extorsión.
Pero lo que me parece todavía más doloroso es que en Juárez hay hambre creciente, niños que se desmayan en las escuelas, pequeñitos que procuran comer lo más que pueden los viernes en la estancia infantil por que saben que durante el fin de semana, no habrá comida en su casa; organizaciones que ahora tienen que apoyar a familias completas con alimentos.
El excepcional capital social que tenía la Ciudad en sus organizaciones civiles se está agotando paulatinamente. Las organizaciones han entrado en deudas para sostener sus servicios que son el último refugio de solidaridad para muchas familias juarenses. Las maquiladoras y las lastimadas empresas pequeñas y medianas que sobreviven ya no les están dando apoyo. Las fundaciones extranjeras se están retirando de la Ciudad.
Las organizaciones ciudadanas están buscando opciones para hacer algunas actividades que les generen ingresos para sostener sus servicios, pero agotando sus fuerzas y sus últimos recursos.
Ciudad Juárez que tenía cerca de un millón y medio de habitantes se está muriendo pero aún así, y ante el riesgo de intervenciones simplistas, ingenuas e incluso, interesadas, por parte de instituciones públicas federales, se oye una exclamación “Nada en Juárez, sin los juarenses”.
Esperamos que así lo entiendan los tres órdenes de gobierno, que dejen sus intereses electorales y de poder y asuman su verdaderas responsabilidades frente a una Ciudad que es emblemática de lo que está ocurriendo en muchas otras en todo el país.
* Presidenta honoraria de INCIDE Social A.C. y Consejera de la Comisión de Derechos Humanos del D.F.
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