2/20/2010



El caos como cosa cotidiana

Immanuel Wallerstein

Uno sabe que está viviendo una situación caótica cuando:

(1) los principales medios se sorprenden constantemente por lo que ocurre;

(2) las predicciones de corto plazo de los variados expertos van, de un modo radical, en diferentes direcciones y son expresadas con muchas reservas;

(3) el establishment se atreve a decir cosas o utiliza palabras que antes eran tabú;

(4) la gente ordinaria está asustada o enojada pero muy insegura de qué hacer. Ésta es una buena descripción de los pasados dos años por todo el mundo, o al menos en la mayor parte del planeta.

Consideren las recientes enormes sorpresas –la elección de un senador republicano en Massachusetts; el colapso financiero en Dubai; la casi bancarrota de varios de los grandes estados dentro de Estados Unidos y de cuatro o cinco de los estados miembros de la Unión Europea; las severas fluctuaciones cambiarias en el mundo.

Estas sorpresas son comentadas a diario en la prensa internacional y por los principales líderes. No concuerdan en todo acerca de lo que ocurre, y menos aun acerca de lo que debería hacerse para mejorar la situación. Por ejemplo, he visto tan sólo dos declaraciones inteligentes acerca de los resultados electorales en Estados Unidos.

Una fue del mismo Barack Obama: La misma cosa que propulsó a Scott Brown [republicano] al cargo, me propulsó a mí a la presidencia. La gente está enojada, y está frustrada. Y la segunda aseveración fue de Charles M. Blow, editorialista afroestadunidense en el New York Times. Tituló su artículo, La ley de la calle. En éste, dice: Demos la bienvenida a la plebe: un electorado enojado, herido, enfurecido por la recesión, que marcha a la deriva por todo el espectro político, que continúa ansiando el cambio, alimentando su sed de sangre. Primero eligieron a Obama; ahora lo rechazan. ¿Por qué? La plebe es veleidosa.

¿Qué estamos viendo en California, en Grecia, en la mayoría de los gobiernos del mundo? Las entradas del gobierno disminuyeron, primordialmente porque hay menos ingresos por impuestos, lo que a su vez está causado por el hecho de que en todas partes la gente consume menos por temor a que se les agote el dinero. Al mismo tiempo, precisamente porque el desempleo en el mundo es considerablemente mayor, suben las demandas de que haya gastos de los estados.

Así que los estados tienen menos dinero para cumplir demandas mayores. ¿Qué pueden hacer entonces? Pueden aumentar los impuestos. Pero los contribuyentes están poco propensos a aceptar que suban sus impuestos. Y los estados le tienen miedo a que se vayan las empresas. Bueno, entonces, pueden cortar gastos –gastos actuales o futuros, como las pensiones. Y después enfrentan el desasosiego popular, si no es que la revuelta popular.

Entretanto, el mercado reacciona. ¿Pero qué es este mercado que reacciona, por ejemplo, cambiando sus preferencias de divisa? Son las grandes corporaciones o las estructuras financieras, como los fondos de cobertura, las que manipulan el sistema financiero mundial a fin de obtener ganancias de muy corto plazo pero que sean significativas.

Como resultado, los gobiernos enfrentan opciones imposibles, y los individuos enfrentan opciones aun más imposibles. No pueden predecir lo que es probable que pase. Pueden ponerse todavía más frenéticos. Se desfogan siendo proteccionistas o xenófobos o demagogos. Pero, por supuesto, eso resuelve poco.

En este punto entra el más grande de los expertos mundiales, Thomas Friedman, para escribir una columna titulada Nunca he escuchado eso antes. ¿Qué es lo que nunca ha escuchado antes? Escuchó a gente que no es estadunidense hablar en Davos acerca de la inestabilidad política en Estados Unidos. Él dice que según su experiencia anterior una frase así se usaba únicamente al respecto de países como Rusia, Irán u Honduras. Imaginen eso. En realidad, la gente piensa que Estados Unidos es políticamente impredecible. Y Thomas Friedman nunca había oído eso antes.

Hay gente que ha estado escribiendo esto, explicando esto, por 40 años por lo menos, pero Thomas Friedman nunca ha escuchado eso antes. Esto es porque ha estado viviendo en un capullo autoconstruido, el del establishment político en Estados Unidos, y sus acólitos en otras partes. Las cosas deben andar realmente mal para que ellos reconozcan esta realidad básica. Estados Unidos está políticamente inestable –y es muy posible que se vuelva más inestable todavía, no menos, en los próximos 10 años.

¿Es Europa más estable? Sólo un poco. ¿Es América Latina más estable? Sólo un poco. ¿Es China más estable? Tal vez un poco, pero no hay garantía. Cuando un gigante se bambolea, muchas cosas pueden caer con él.

Así que así es el caos cotidiano –una situación que no es predecible en el corto plazo, y mucho menos a mediano plazo. Es entonces una situación en la que las fluctuaciones económicas, políticas y culturales son grandes y rápidas. Y eso provoca temor en casi toda la gente.

Traducción: Ramón Vera Herrera

© Immanuel Wallerstein

Romper la parálisis
Gustavo Gordillo

La parálisis política es producto de tres fuerzas principales que han creído posible construir por sí solas mayorías para gobernar sin otros aliados políticos y, en el límite, sin ciudadanos. El desarreglo en las reglas institucionales es el resultado de lo primero.

Dejado a su libre juego, el mercado político únicamente ha producido gobiernos divididos. La única forma de que no produzca ese resultado es, como en los mercados imperfectos, con intervenciones. Hasta ahora han sido intervenciones indebidas, basadas en clientelismo y patrimonialismo.

El presidente Felipe Calderón busca romper esa parálisis lanzando una propuesta de reforma política que ha sido ampliamente debatida en muchos foros. Todas esas propuestas han sido discutidas desde hace tiempo. Hubo acercamientos con intelectuales y ciudadanos organizados, pero no una búsqueda explícita de acuerdo legislativo.

Al mismo tiempo, se lanza otra importante iniciativa entre los partidos de izquierda agrupados en el Dia (Diálogo para la reconstrucción de México) y el PAN para construir alianzas electorales en varios estados que tendrán elecciones este año.

Por su parte, el blanquiazul decide lanzar una amplia campaña contra los matrimonios entre personas del mismo sexo, aprobados por la mayoría perredista en la Asamblea legislativa del DF, y el gobierno panista la acompaña con la impugnación de la PGR ante la Suprema Corte.

En todos los casos hay agravios y confrontación. También falta de sincronización o simplemente dislexia política.

La reforma política puede llevarse adelante a partir de que se construya una verdadera coalición entres las fuerzas políticas y entre éstas y las diversas organizaciones ciudadanas. Requiere comprensión que saltarse las instancias republicanas no es la mejor manera de alcanzar acuerdos legislativos.

Las alianzas estatales entre los partidos de izquierda y el PAN pueden contribuir a desarticular los nudos autoritarios que se aposentan en los ámbitos regionales y locales. Pero es necesario responder directamente a la pregunta que muchos se hacen: ¿Por qué después de tres años de denostarse en este sexenio han decidido aliarse en algunos estados? ¿Cómo quedan las discrepancias en temas centrales como la política económica y los temas valóricos (aborto, matrimonios gay)? Frente a los militantes de los partidos coaligados y, particularmente, en el caso de las izquierdas es indispensable responder a otra interrogante: ¿Qué papel desempeñan estas alianzas en la estrategia general de los partidos? Finalmente, a los ciudadanos de las entidades donde se vaya en coalición es crucial responder a esta pregunta: ¿En qué sentido mejorarán las cosas para los ciudadanos con la coalición y frente a los anteriores regímenes?

En ambos aspectos se necesita sentido del tiempo político, paciencia para discutir y escuchar, y tomar en serio los reclamos ciudadanos.

Se requiere, sobre todo, comprensión del sufrimiento ajeno. La muerte de 15 estudiantes en Ciudad Juárez, el dolor que genera, la rabia contenida y la impunidad que se sospecha terminará imponiéndose. La guardería ABC: 49 niños, ocho meses desde que ocurrió. Otro grupo de padres que sufren las barreras del olvido para diluir el castigo a los responsables. La lista no acaba.

Ahí, en el dolor inconmensurable de perder hijos hay rostros y deudos. La rabia se traduce en manifestaciones. Se puede medir incluso la distancia entre el reclamo ciudadano y la sordera gubernamental. Hay otros reclamos que se diluyen ante los medios, pero que están muy presentes en el desempleo, en el agravio, ante la presencia de privilegios indebidos.

Es necesario, sobre todo, romper la parálisis política rechazando la degradación lingüística de quienes desde las prácticas más abominables intentan lanzar excomuniones a diestra y siniestra. Lo único contra natura es negarse a dialogar y construir acuerdos.

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