Ana Lilia Pérez
MÉXICO, D.F., 15 de febrero.- Quien fue el colaborador más cercano del presidente Felipe Calderón, y sobre quien pesaron acusaciones documentadas de que se benefició con jugosos contratos de Pemex cuando era funcionario público, Juan Camilo Mouriño mantuvo una guerra de poder con el director de Pemex, Jesús Reyes Heroles. El motivo: cada cual buscaba el control de la petrolera para beneficio de los intereses que representaba –en el caso de Mouriño, el de su propia familia. La historia de este conflicto entre dos hombres ambiciosos es contada en el libro Camisas azules, manos negras. El saqueo de Pemex desde Los Pinos, de la reportera Ana Lilia Pérez y prologado por el periodista Miguel Ángel Granados Chapa, que la próxima semana pondrá en circulación el sello Grijalbo. Con autorización de la autora y de la editorial, reproducimos extractos del capítulo alusivo a esa pugna palaciega.
Enero de 2007. Parecía como si sobre su espalda cargase una pesada lápida. Dirigir la empresa más importante del país sin duda potenciaría el estrés de cualquier ejecutivo, aunque no era la responsabilidad lo que le angustiaba, sino los golpes bajos que en cada oportunidad le daba Juan Camilo Mouriño, jefe de la oficina de la Presidencia de la República y contratista de Pemex. Su carácter introvertido e inseguro se convirtió en el talón de Aquiles del recién nombrado director de la petrolera, Jesús Federico Reyes Heroles González Garza. Un pequeño pez en un océano de tiburones.
Entre los dos nació una profunda rivalidad al representar intereses opuestos: Juan Camilo Mouriño Terrazo, a las trasnacionales europeas y al consorcio que formó con su familia, que luchaba a toda costa por tener una gran tajada de la paraestatal. Jesús Reyes Heroles González Garza, cabildero de las texanas. La pugna era entre los dos grandes grupos económicos que, a partir de que Felipe Calderón prometió que en su gobierno sí habría reforma energética, se disputaban el tesoro petrolero mexicano.
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Una de las mayores diferencias entre Mouriño y Reyes Heroles se dio por la Dirección Corporativa de Administración, que desde 2005 ocupaba Rosendo Villarreal y donde, infructuosamente, Mouriño intentó colocar a Yolanda Valladares, y Reyes Heroles a Roberto Ortega Lomelín, su coordinador ejecutivo en la Dirección General.
De extracción priista como Reyes Heroles, Ortega Lomelín fue su mano derecha mientras dirigió Pemex. Como anecdotario, Lomelín fue uno de los dos sobrevivientes (el otro, Heriberto Galindo) del atentado en el que fue asesinado el secretario general del PRI, José Francisco Ruiz Massieu, cuñado del entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, la mañana del miércoles 28 de septiembre de 1994.
Estructuralmente, Villarreal era jefe de Yolanda Valladares, gerente de Desarrollo Social, aunque la funcionaria respondía sólo a las indicaciones de Mouriño, quien daba la ordenanza de a quién dar o no los donativos y donaciones de Pemex. Durante 2007 esta situación fue otro de los motivos de disputa entre Juan Camilo y el director de la petrolera, que los llevó a francas discusiones que terminaban siempre con la amenaza de Mouriño de que pediría a Calderón su destitución.
Para aprender a contener a Juan Camilo y cumplir también con la instrucción presidencial de preparar Pemex para la reforma energética, Reyes Heroles se reunió en varias ocasiones con Luis Ramírez Corzo, radicado en Estados Unidos, donde ahora trabaja como asesor de compañías petroleras.
Su último encuentro fue en agosto de 2007. Un privado del Champs Élysées, restaurante francés ubicado en el número 316 de la avenida Paseo de la Reforma, fue confesionario de los pesares provocados por el voraz Mouriño. (…) Hacia la una de la madrugada, Reyes Heroles bebía las últimas gotas de la sexta botella. Ni una pinta de aquel tinto de Burdeos humedeció los labios de Ramírez Corzo, quien optó por tomar agua mineral y conservar la sobriedad. Todo ello es relatado por uno de los asistentes a este encuentro, un alto funcionario en la gestión de Ramírez.
–Luis lo vio tan agobiado que le recomendó comentarlo con el presidente. ¡Beberse seis botellas, imagínate, qué forma de gastar el dinero! –comenta el funcionario.
Si hay una característica que hizo popular a Reyes Heroles en Marina Nacional es su afición por el alcohol. Su bebida favorita es la que se produce en Pomerol: el Château Pétrus, considerada por los enólogos la joya de los vinos. Más que un gusto personal, la relevancia es que lo sufragaba con la tarjeta ejecutiva que la petrolera da a sus directivos y que se paga con recursos públicos. En el Champs Élysées cada botella costó 50 mil pesos.
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Durante 2007 presentó su renuncia a Calderón en tres ocasiones, las mismas que éste rechazó. Conocedor de las debilidades de los suyos, Calderón se resistía a soltarle las riendas de Pemex a Mouriño, empecinado en escoger un director y administrador, según fuentes de Los Pinos.
Cuando las bravatas de Mouriño subieron de tono, Reyes Heroles optó por comentárselo al presidente –como le recomendó Ramírez Corzo– durante una cena que en su casa organizó para la pareja presidencial. Al término de la velada, de nuevo, Calderón le dio el espaldarazo. Reyes Heroles abonó a la sospecha. Tras despedirse del anfitrión, Margarita Zavala conminó a su esposo a amarrarle las manos a Juan Camilo, como cuatro años atrás le recomendara el secretario Gil Díaz al presidente Fox respecto de sus hijastros Manuel y Jorge Bribiesca.
Un director a modo
(…) Entre 1983 y 1988, Miguel de la Madrid, expupilo de su padre en la Facultad de Derecho, dio a Jesús Reyes Heroles González Garza su primer puesto público en la Dirección General de Planeación Hacendaria. Luego estuvo como coordinador de asesores del secretario de Relaciones Exteriores. En 1991 creó la consultoría Grupo de Economistas y Asociados (GEA), y en 1994 se integró al gabinete de Ernesto Zedillo, quien lo designó secretario de Energía, también como una deferencia para con su padre, de quien al igual que el grueso de los priistas era gran admirador.
En 1997 el presidente Zedillo lo envió a la Embajada de México en Estados Unidos. Fue entonces cuando estrechó sus vínculos con las petroleras asentadas en los estados del sur, entre ellas la Mexssub International, Inc Mexlub y el consorcio EMS, para los cuales trabajaría como asesor. En nombre de las petroleras texanas, participó en la propuesta del Consejo Binacional México-Estados Unidos, ventilada en Washington en 2001, donde oficialmente se planteó “la necesidad” de una integración energética de México con Estados Unidos y Canadá.
Las traiciones
(…) En diciembre, dos ejecutivos de GEA-ISA, Reyes Heroles y su socio Guillermo Valdés Castellanos, entraron al gabinete. Este último como director del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen). En nombre de la citada encuestadora, la noche del 2 de junio de 2006 Valdés lo proclamó prematuramente vencedor de las elecciones al mismo tiempo que el IFE declaraba un “empate técnico”.
Calderón necesitaba en Pemex un director a modo y encontró en él al idóneo. En 2008 acudió por lo menos en ocho ocasiones a las cámaras de Diputados y de Senadores para comparecer ante el Legislativo en torno a asuntos como el tráfico de influencias de Juan Camilo Mouriño y para defender el proyecto de reforma energética. El momento que le resultó más molesto, cuentan sus asesores, fue cuando le tocó lidiar con el escándalo de Mouriño. En la intimidad de su oficina, con su enfado reprimido, releyó varias veces el mensaje que el martes 4 de marzo de 2008 soltó en tribuna el coordinador de los senadores del PRD, Carlos Navarrete, que aludía al concepto que su padre tenía de la función pública y a la disímil defensa del hijo de los negocios privados construidos y capitalizados mediante el uso y abuso del poder:
…Hubo un hombre al margen de siglas y partidos también que ocupó muchos cargos, fue secretario de Gobernación, fue secretario de Educación, fue director de Petróleos Mexicanos, y ocupó cargos importantes en el gobierno, un ideólogo del liberalismo, por cierto, del siglo XX, que siendo director de Petróleos Mexicanos y habiendo bloqueado a riesgo en Pemex, en un discurso de los muchos que pronunció, conceptuoso y profundo, lanzó una frase que hoy en el 2008 es necesario volver a subrayar, ese hombre dijo: “nadie debe olvidar en el sector público que los hombres que están en este sector no pueden hacer negocios privados, los únicos negocios que deben atender los hombres públicos son los negocios públicos que su encomienda les da”, ese hombre era don Jesús Reyes Heroles.
Y lo decía como una alerta para esta tendencia de confundir la función pública con los negocios privados, esta confusión que se da sexenio tras sexenio, independientemente de las siglas.
¿Por qué lo digo?, porque está en la opinión pública un tema grave, de trascendencia para el Estado Mexicano, que las cámaras del Congreso de la Unión no pueden ignorar ni pueden ver como una anécdota política para la disputa del momento, una empresa privada, denominada Transportes Especializados Ivancar. Un consejo de administración, unos accionistas, un apoderado de la empresa que decidió hacer lo que una empresa de este tipo hace, negocios con Petróleos Mexicanos, firmas de contratos y convenios de prestación de servicios de transporte terrestre de productos derivados del petróleo…
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Iván, padrino de contratistas
(…) Uno de estos casos fue el de la empresa F. Tapias. De la mano de Juan Camilo, el naviero Fernando Fernández Tapias entró como contratista de Refinación.
Férreo defensor de Juan Camilo ante la comisión de diputados encomendados a “investigar la legalidad” de los contratos firmados por Mouriño, en junio de 2008 José Antonio Ceballos Soberanis entregó a Fernández Tapias un contrato por 2 mil 188 millones de pesos por el arrendamiento de sus barcos Hull S-1017 y Hull S-1018.
En sus operaciones con Refinación, Tapias es socio de la trasnacional Teekay Shipping Corporation. El proceso de adjudicación de sus contratos fue ampliamente cuestionado, debido a que la licitación presentó numerosas incongruencias: “errores” en las bases que dejaron fuera de concurso a decenas de compañías, aplazamientos en momentos clave y la renuncia de la Fundación Heberto Castillo como testigo social.
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Los últimos días
(…) Los festejos fueron fugaces. El triunfalismo de Calderón se cubrió con un manto de luto. Una semana después murió Juan Camilo Mouriño, su secretario, su colaborador, su consejero, su mano derecha, su amigo, su confidente. Cayó aparatosamente el avión en el que viajaba procedente de San Luis Potosí, junto con el extitular de la Subprocuraduría de Investigación Especializada en Delincuencia Organizada, José Luis Santiago Vasconcelos.
(…) Recibí la noticia en una oficina de la PGR, donde privaba la confusión: los peritos entraban y salían hacia el lugar del accidente. “Dicen que tiraron el avión”, me dijo una funcionaria de la Procuraduría aludiendo a que se trataba de una venganza del narcotráfico. Por aquellos días ratificaba una denuncia que en el mes de agosto había presentado ante la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra Periodistas (FEADP), tras recibir amenazas de muerte de los empresarios Amado Yáñez Osuna y el gasero Jesús Alonso Zaragoza López, para que dejara de investigar sus turbios negocios en Pemex y los de su socio Juan Camilo Mouriño.
Los días que sucedieron a la caída del Learjet matrícula XC-VMC estuvieron ocupados por los homenajes públicos a Mouriño. Durante el duelo, el presidente de la República no tuvo empacho ni medida en destacar las virtudes que él veía en su entrañable amigo y fiel colaborador. En la ceremonia luctuosa Calderón lo llamó hombre franco y honesto, y acusó a sus críticos, sin pruebas, de calumniadores.
Crítico de la represión calderonista al repudio ciudadano en contra de la privatización de Pemex, así describió el periodista Miguel Ángel Granados Chapa (galardonado con la medalla Belisario Domínguez) los últimos días de Mouriño:
…Nombrado secretario el 16 de enero pasado, apenas duró 300 días en el cargo. Habría sido más breve su desempeño si la fragilidad política que padeció desde su nombramiento no la hubiera suplido el firme apoyo que le brindó el presidente Felipe Calderón que en su responso del martes encomió en su amigo y colaborador virtudes que una amplia gama de voces públicas no vio nunca o había dejado de ver en él […]
Fue manifiesto el poder que Calderón le confirió al reconstruir la Oficina de la Presidencia, dotada de mayores facultades formales y reales que la ejercida al máximo por José Córdoba en tiempos de Carlos Salinas. Actuaba desde allí como una suerte de vicepresidente o jefe del Gabinete, no sólo del staff personal que rodea al Ejecutivo, sino del integrado conforme a la Constitución. Paradójicamente, su fuerza decisoria decayó al ser nombrado secretario de Gobernación, no obstante que la intención presidencial pareció la contraria para situarlo como el principal aspirante a la todavía remota sucesión presidencial de 2012.
Al salir de la eficaz discreción con que se movía en Los Pinos y quedar expuesto a la atención pública como miembro formal del gabinete, se discutió su nacionalidad. Nacido en Madrid en el seno de una familia gallega […] no quedaba clara su elegibilidad como secretario de Estado, pues la Constitución es rigurosa respecto de la nacionalidad de tales colaboradores del Ejecutivo […]
Fue de mayor gravedad y trascendencia el descubrimiento de un conflicto de intereses que protagonizó siendo presidente de la Comisión de Energía de la Cámara. Lo documentó la reportera Ana Lilia Pérez en la revista Contralínea, apenas al mes siguiente del nombramiento de Mouriño. Fue inequívoco, reconocido a la postre por el propio secretario, el hecho de que Mouriño representaba ante Pemex los intereses de su familia, dedicada, entre otros giros, al transporte y venta de combustibles, al mismo tiempo que en su función legislativa se ocupaba de temas relacionados con esa empresa pública.
Mouriño trastabilló. Dejó ver sus inseguridades y quedó inhabilitado para la gran operación política en que debía participar: concertar con el PRI la reforma energética. Durante sus meses en la Oficina de la Presidencia había mostrado capacidad para entenderse y aun hacer amistad con los dirigentes reales y formales del antiguo partido del gobierno, con los que departía socialmente. Pero ya no pudo figurar en el largo proceso de la reforma, en que aparecieron protagonistas indeseables y no previstos en la negociación original… En eso estaba Mouriño a la hora de su muerte. (“Plaza Pública”, Reforma, 6 de noviembre de 2008).
Al tiempo que de los rotativos desaparecían los obituarios a Mouriño, los de secretarios de Estado, gobernadores, y contratistas como los Yáñez o Leonardo Olavarrieta, y los accionistas del consorcio gasero Zeta Gas, con la muerte de Iván más de un funcionario y varios contratistas de Pemex se sintieron desprotegidos. En el piso 44 el ambiente era muy distinto.
Reyes Heroles estaba tranquilo. Ya nadie lo presionaba y no sortearía más caprichos. Tantas veces Juan Camilo le pidió al presidente su despido. Pero ahora todo era diferente. Sin nadie que estuviera al tanto de sus movimientos, en mayo de 2009 operó para que PEP le asignara a sus exjefes de Mexssub, sin licitación pública de por medio, un contrato por mil 304 millones de dólares para “el mantenimiento” del sistema uno de ductos. Ignoraba que tenía el enemigo en casa.
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