En las próximas décadas se registrarán los mayores índices de desertificación y hambre en el mundo. Una de las primeras consecuencias será la migración masiva de pueblos que huyen de la muerte y destrucción, algo para lo que la humanidad no se ha preparado
Katia Monteagudo / Prensa Latina
Una emigración humana masiva sin precedentes ocurrirá durante las próximas cuatro décadas, debido al cambio climático, prevén expertos y entidades internacionales.
Para 2050, el mundo tendrá mayores índices de desertificación, erosión de suelos, deforestación, aumento del nivel del mar y salinización de sus recursos hídricos, y en paralelo, habrá más cantidad de desplazamientos poblacionales permanentes.
Tales impactos incidirán en la eliminación de actividades económicas y modos de vida, como la agricultura, la ganadería y la pesca, a la par de la destrucción de viviendas e infraestructuras.
Este movimiento podría ser superior en las regiones con bajos niveles de desarrollo económico y humano, precisa la Organización Internacional de Migraciones (OIM).
Y aunque los peores días del tsunami humano están por llegar, hoy más de 50 millones de personas están desplazadas de sus localidades como consecuencia de los efectos del calentamiento global, según estadísticas de la OIM.
A la alerta de esta institución se suman las voces de la Organización de las Naciones Unidas y su Panel Intergubernamental de Cambio Climático, el Fondo de Población de Naciones Unidas (Unfpa, por su acrónimo en inglés), la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, además de las entidades humanitarias Care International y Cristian Aid.
La OIM estima que 200 millones de personas podrían estar fuera de sus lugares de origen para 2050, aunque otros cálculos, como el de la Cristian Aid, eleva esa cifra a 1 mil millones.
Estos desplazamientos masivos podrían ocurrir, incluso, de manera poco pacífica en las regiones de recursos materiales limitados y con mayores índices de pobreza, concuerdan todos.
Afganistán, Bangladesh, la mayor parte de Centroamérica y varios países de África Occidental y el sureste de Asia podrían ser los focos centrales de estos movimientos futuros, especifican los analistas de los organismos citados.
Estos países y regiones tienen hoy altas tasas de emigración y enfrentan enormes retos socioeconómicos e impactos significativos relacionados con el clima, que repercuten en su seguridad alimentaria o en el acceso al agua potable.
“Los pobres son los más fáciles de desplazar, son los primeros en ser golpeados por las guerras, los abusos, los desastres naturales, ellos viven en situaciones insostenibles, precarias”, especifica Dennis McNamara, asesor especial de ayuda de emergencia de Naciones Unidas.
El cambio climático ha generado un nuevo tipo de migrante, aseguran expertos como Charles Ehrhart, de Care Internacional; Rachel Baird, vocera de Cristian Aid, y el propio McNamara.
Este emigrado está representado por capas pobres de población, forzadas a salir de sus localidades o países, como consecuencia de sequías, inundaciones, deforestación, erosión de los suelos o desertificación.
A pesar de que estudiosos y entidades encargadas del asunto tienen bien definido el concepto de refugiados medioambientales o climáticos, estas personas sufren de una vulnerabilidad extra al no poseer un estatus distintivo en el derecho internacional.
La Convención de Ginebra de 1951 sobre refugiados establece claramente que la noción de persecución es fundamental para otorgar dicha condición a un individuo.
Tal indefinición impide que esas personas reciban una asistencia adecuada por parte de los Estados a los que se acogen o los refugian.
Estados Unidos aplica el Estado de Protección Temporal, con el cual suspende las deportaciones de inmigrantes ilegales que llegan por catástrofes, aunque sólo lo activa cuando convienen las circunstancias, según conocedores del tema.
También, Finlandia y Suecia acogen a desplazados por desastres, según criterios específicos de elegibilidad.
Aunque los mayores desplazamientos previstos serán internamente, los expertos ponen mucho cuidado a la hora de dar cifras probables de migrantes transfronterizos.
“Alegar que el cambio climático inundará las costas de los países desarrollados, con millones de personas en busca de un entorno menos hostil, podría ser utilizado como una justificación para adoptar políticas migratorias aún más restrictivas”, refiere Philippe Boncour, analista de la OIM.
Estas limitaciones propician el actual auge de las migraciones clandestinas y las redes de traficantes, las cuales hacen su agosto a costa del drama de estos individuos, advierten constantemente entidades humanitarias.
Aunque el concepto de cambio climático y sus impactos son más que conocidos, a juicio de los entendidos, el asunto se hace más complejo porque muchos lo consideran un problema del futuro, sin poner ojos ni oídos al avance de este nuevo tsunami del clima.
Ningún organismo ni experto del siglo XX pudo prever con exactitud las cuantías migratorias humanas de la actual centuria, como consecuencia del cambio climático y la intensidad de los eventos naturales extremos.
Aunque estos desplazamientos han sido parte del desarrollo de la humanidad, y consecuencia además de la desigualdad económica y social, desde finales del pasado siglo y principios del XXI, el fenómeno ha tomado niveles nunca antes calculados o imaginados.
Hoy, los países en vías de desarrollo tienen las mayores cifras de emigrados, aunque en épocas pasadas los europeos y algunos asiáticos fueron los primeros en buscar otras latitudes para mejorar sus estilos de vida, refiere la OIM.
Según esta entidad, existen aproximadamente 914 millones de personas que se trasladan en todo el mundo, y sólo 700 millones de éstas lo hacen dentro de sus propias fronteras. Hacia otras regiones cercanas o países desarrollados se desplazan 214 millones, precisa.
Pero tan sólo en el transcurso de 2009, 243 millones de personas en el mundo fueron afectadas por más de 200 catástrofes, que dejaron un saldo de 16 mil muertos y millones de desplazados.
Así lo refiere una investigación conjunta del Centro de Ciencias Geográficas de la Universidad de Columbia, la Universidad de Naciones Unidas y la organización internacional humanitaria Care.
Entre 2000 y 2005, 106 millones de personas resultaron dañadas por inundaciones; 38 millones, por huracanes, especifica este análisis.
No obstante, estas cifras representan un pálido número de lo que puede sobrevenir a corto y a largo plazo, repiten expertos y organismos mundiales.
En América Latina, el cambio climático mantiene en la primera línea de riesgo a las personas que viven en las zonas costeras e islas, quienes representan uno de cada 10 habitantes de la zona, precisa un estudio del Unfpa.
“El nivel de las aguas en los mares de la región no ha dejado de subir y las proyección es que continúen ascendiendo, incluso a nivel global”, explica Marcela Suazo, directora para América Latina del Unfpa.
Para 2010, los mares del mundo podrían elevarse 2 metros más, como consecuencia del derretimiento de la Antártida y Groenlandia, especifica el texto, en referencia a los cálculos del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, con sede en Panamá.
Cada metro que se incremente puede desplazar a 130 millones de personas, por lo cual algunos países comienzan a desarrollar políticas públicas para hacer frente a esas posibles consecuencias.
Pero los expertos y las entidades internacionales coinciden en que los océanos continuarán calentándose y expandiéndose, y para 2100, el nivel de esas aguas podría ascender hasta 6 metros.
Durante ese proceso, quedarían sumergidos, al igual que la Atlántida de la leyenda, territorios insulares como las Maldivas, en el océano Indico, y Tuvalu y Kiribati, del Pacífico, los tres que encabezan la lista de las posibles a desaparecer bajo las olas.
Las predicciones indican que después vendrían otros y que hasta el 10 por ciento de la población mundial, tan sólo por esta causa, puede verse afectada, sin contar las cifras de desplazados por sequías, deforestación o desertificación.
Millones y millones de personas, incluidos ciudadanos del Primer Mundo, integrarán los grupos de refugiados climáticos, aún sin reconocer en el derecho internacional, originando nuevos conflictos y aumentando la competencia actual por los recursos existentes.
Esto sería una catástrofe de alcance global y un desafío humanitario de enormes proporciones, saben todos, y a pesar de las advertencias y predicciones, todavía el mundo no consigue construir el arca solidaria que lo podría salvar del nuevo tsunami que se avecina.
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