Carlos Bonfil
Fotograma de la cinta del realizador quebequense Denis Côte,de cuyo
trabajo el pasado Festival Internacional de Cine en Guadalajara ofreció
una retrospectiva
Rupturas genéricas. Vic y Flo vieron un oso (Vic et Flo ont vu un ours,
2013), del realizador quebequense Denis Côte, de cuyo trabajo el pasado
Festival Internacional de Cine en Guadalajara ofreció una
retrospectiva, es una comedia del absurdo que de modo paulatino y
bizarro se vuelca en el drama y el horror. Como pudieron apreciar
quienes tuvieron acceso a sus seis largometrajes anteriores este año,
el director es uno de los artistas más inclasificables e imprevisibles
en el cine canadiense contemporáneo. No sólo se aleja de las narrativas
tradicionales, también amalgama en ocasiones ficción y documental,
disloca los géneros y propone híbridos de un cine de acción en el que
no es inusual encontrar largas secuencias contemplativas.
De Los estados nórdicos a Nuestras vidas privadas, hasta cintas perturbadoras como Curling y Carcasses,
Denis Côté se ha vuelto un sensible cronista de Québec, su región
natal, capturando a través de sus paisajes rurales el desasosiego de
sus personajes, sus conflictos sentimentales, las disfunciones
familiares, y también el miedo a la soledad, al envejecimiento y a la
muerte. Esta manera de combinar paralelamente la captura del mundo
físico (una naturaleza a menudo inhóspita y salvaje) y los estados
anímicos de seres con personalidades o identidades siempre escindidas,
cuando no al borde del colapso, ha sido reconocida como su sello
estilístico más distintivo.
Vic y Flo vieron un oso es, a pesar de su aparente
complejidad, el ejemplo más claro de esta apuesta por un cine
subjetivista vigorosamente anclado en la realidad social. El
documentalista atento a las rutinas del mundo laboral (Que tu alegría perdure) ofrece
aquí una ficción caprichosa y extravagante situada en los bosques de
Kirkdale, al noreste de Montreal, donde vive aislada del mundo Victoria
(Pierrette Robitaille), una temperamental mujer sexagenaria recién
salida de la cárcel. Comparte primero una modesta morada campestre con
un tío mudo y parapléjico, y después con su amiga íntima Florence (la
francesa Romane Bohringer), 20 años menor, y que alguna vez fue
compañera suya de celda y también su amante.
El
rencuentro de las dos mujeres es intenso y festivo. El cineasta captura
la vida cotidiana de las dos amantes marginales, su arreglo doméstico
pletórico de sensualidad aunque no exento de dificultades, su singular
convivencia con el tío discapacitado y también con Jackie (Marie
Brassard), una vecina maniática e impertinente. Todo transcurre en una
calma aparente, sólo interrumpida por las visitas de Guillaume
(Marc-André Grondin), oficial encargado de que Victoria cumpla con las
condiciones de su libertad condicional.
Pareciera que Denis Côté, autor también del guión original, deseara
sugerir en este relato con tantas lagunas narrativas y sucesos
inexplicados, la continuidad de una relación amorosa que con igual
desenfado vive el encierro carcelario y la plena libertad en el campo.
Todo hasta que las amenazas del mundo exterior (algún evento siniestro
en el pasado de Flo o en la experiencia penal compartida) llegan para
transformar el bucólico cuento de hadas de la marginalidad triunfante,
en una pesadilla. Una vez más el cineasta juega en su cine no sólo con
los géneros, sino también con las coordenadas de tiempo y espacio. El
pasado irrumpe ominosamente en la vida cotidiana de las dos mujeres y
el espacio conquistado de libertad en el campo se transforma en un
paradójico encierro, esta vez al aire libre.
El trabajo estupendo del camarógrafo Ian Lagarde consigue recrear la
atmósfera opresiva en esa región boscosa de Québec, y la excentricidad
misma de los personajes secundarios contribuye a dislocar
paulatinamente el equilibrio doméstico de las dos mujeres. El supuesto
hermetismo de esta cinta ganadora del premio Alfred-Bauer en la
Berlinale 2013, no es otra cosa que la creciente habilidad del
realizador quebequense para confundir con malicia sus cartas de juego,
dotar de mayor complejidad sicológica a sus personajes, proponer
atmósferas turbias y perturbadoras, y una narrativa cada vez más
original y sugerente. Los espectadores que valoren y acepten los retos
de esta apuesta artística podrán sentirse plenamente recompensados.
Se exhibe en la Cineteca Nacional. Sala 9: 14, 16 y 18 horas.
Twitter: @CarlosBonfil1
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