Luego del dramático
aumento al precio en los combustibles, electricidad y agua en todo el
país y de un mes ininterrumpido de protestas masivas en todo el país que
han profundizado la crisis de legitimidad -y ahora cada vez más
política- del régimen oligárquico del país, se comienzan a ver ahora los
primeros pasos de la nueva administración de extrema derecha, xenófoba,
machista, racista y antimexicana de la Casa Blanca, que no puede sino
traer mayores complicaciones, contradicciones y posibilidades de lucha
al escenario político mexicano.
La timorata respuesta del
gobierno de Peña evidencia, una vez más, su incapacidad para hacer
frente a la crisis del país, de cara a las medidas contra México del
gobierno de Trump y sus continuas amenazas. El giro proteccionista del
nuevo gobierno estadounidense está en marcha: no sólo bloqueó
inversiones en México y liquidó el Acuerdo Transpacífico de Cooperación
Económica (TPP), también amenaza con una “renegociación” del Tratado de
Libre Comercio (TLC) a su favor (y su virtual cancelación), así como
imponer aranceles del 20% a las exportaciones mexicanas para financiar
el muro de la ignominia en una frontera ya militarizada, y las masivas
deportaciones en puerta. Todo ello, expresión de la crisis del
neoliberalismo, pueden destruir la piedra sobre la que se erigieron
décadas de políticas económicas neoliberales para asegurar a México como
un patio-taller trasero. Incluso las últimas reformas estructurales de
Peña Nieto, en especial la energética, causante del gasolinazo,
se diseñaron e impusieron sobre el presupuesto de la fuerte dependencia
(casi única) de la economía mexicana a los intereses imperialistas del
vecino del norte.
Sobre este supuesto neoliberal, es que el
TLCAN destruyó el campo mexicano, desmanteló la incipiente industria
nacional para favorecer al modelo maquilador, entregó a empresas
estadounidenses (y canadienses) los minerales del país, destruyeron
derechos laborales y precarizaron el trabajo, por mencionar algunos de
los efectos más claros. Y al mismo tiempo, desde Miguel de la Madrid a
la fecha, gobiernos del PRI y PAN justificaban su sumisión a los
intereses estadounidenses, afirmando que era mejor tenerlos de “aliados”
que como “enemigos”. Estos tecnócratas nunca pensaron que, al
subordinarse a la Casa Blanca, el inquilino en turno podría jugar con
ellos, pues a sus ojos, gobernantes y funcionarios mexicanos, nunca
fueron estadistas, representantes de una nación soberana aliada, sino
subordinados de poca monta. Por eso no podemos esperar del gobierno
mexicano, de los partidos del “Pacto por México” que representen los
intereses del pueblo mexicano ante las “nuevas negociaciones del TLCAN”,
los abusos contra mexicanas y mexicanos en EU, la inminente
construcción (extensión) del muro, sino nuevamente, subordinación y
cabeza baja, lo cual no traerá sino peores consecuencias para los
trabajadores de ambos lados de la frontera. El desconcierto del gobierno
de Peña Nieto no es sólo expresión de su incapacidad personal -que es
real- sino sobre todo porque por décadas se subordinaron fielmente a los
dictados del neoliberalismo -hasta el extremo del grueso de reformas
estructurales impuestas por Peña y los partidos del Pacto por México- y
ahora que Trump impone un giro más derechista y proteccionista a la
política imperialista, los neoliberales en México se han quedado
"colgados de la brocha" sin alternativa ante la crisis. No pueden
ofrecer alternativa porque cavaron el hundimiento de México siguiendo
los dictados imperialistas y no saben más que obedecer esos dictados que
ahora les resultan contradictorios con los que disciplinadamente
siguieron.
Lo importante, para la izquierda, los movimientos
sociales y el pueblo trabajador, no es el miedo a una renegociación del
TLCAN, pues éste no ha traído sino terribles consecuencias para quien
vive de su trabajo. El peor error que en este momento se puede cometer
sería, como lo hizo el PRD, “defender el TLCAN” frente a Trump. Por el
contrario, los campesinos, sindicatos democráticos y la izquierda en
general, llevamos décadas luchando contra el TLCAN y sus consecuencias.
Nosotros luchamos por una nación soberana e independiente que aproveche
sus recursos naturales para levantar una fuerte economía que favorezca a
las mayorías, que somos los trabajadores.
El “giro
proteccionista” de Trump, no implica que EEUU deje de tener interés en
hacerse de nuestros recursos naturales y aprovechar la mano de obra
barata y precarizada para sobreexplotarla. Desde la perspectiva de los
intereses de los trabajadores, ante la política comercial proteccionista
de Trump, no es alternativa el “mirar a otros países” (como los que
proponen a China o a la Unión Europea) para seguir siendo un país
semicolonial y dependiente. Estas relaciones desiguales y subordinadas
no mejorarán la situación ni del país ni de los trabajadores pero
seguramente que sí mantendrán los privilegios de la casta gobernante. Se
requiere romper el modelo, no cambiar de amo. El fin del México
neoliberal debería ser la oportunidad para unirnos desde abajo, desde el
pueblo trabajador, organizarnos y luchar por rehacer un México
independiente y soberano, justo y democrático, libre e igualitario,
ecologista, sin explotación ni opresiones de ningún tipo. Es decir una
perspectiva política revolucionaria.
Todo indica que la
“negociación favorable para Estados Unidos” que pregona Trump en
relación al TLCAN significa mayor destrucción de la infraestructura
mexicana y mayor subordinación de la economía mexicana a las necesidades
del vecino del norte. En esta reestructuración productiva de Estados
Unidos, el imperio intentará asegurarse de los insumos básicos
necesarios para que ésta se haga realidad al menor costo posible.
Ante el hundimiento económico y político de los neoliberales mexicanos
con el giro proteccionista del nuevo gobierno estadounidense, los
llamados tanto de Peña, y de otros actores políticos como López Obrador a
forjar una “unidad nacional” frente a Trump, no son sino salidas
desesperadas a la crisis de legitimidad.
¿Unidad nacional? ¿Qué
tenemos en común las y los trabajadores mexicanos con los magnates que
ante el cambio de escenario político buscan acomodarse, y sus intereses
con ellos, al nuevo amo? ¿Qué tienen en común los corruptos, xenófobos y
multimillonarios miembros del gabinete Trump con los millones de
trabajadores negros, latinos, y blancos precarizados por las políticas
demócratas y republicanas en los últimos años? Nada puede ser más
venenoso que supuestos llamados a la unidad nacional con quienes, en
primer lugar nos han sumido en esta crisis.
Es urgente, por
supuesto, forjar la más amplia unidad contra las políticas de odio
racista, de negación y opresión del otro. Pero una unidad desde abajo y
sin fronteras. Trump y Peña representan al enemigo, único, más allá de
desplantes coyunturales. Los trabajadores estadounidenses, los Sioux,
los migrantes de origen mexicano (hermanos trabajadores al otro lado de
la frontera) y en general latinos, el movimientoBlack Lives Matter, las millones de mujeres que inundaron las calles de EEUU son nuestras principales aliadas.
Aunque el panorama se obscurece, también es cierto que los golpes
draconianos (de Trump y Peña) están ya enfrentando el obstáculo de la
resistencia movilizada. De un lado, la toma de posesión de Trump fue
recibida por multitudinarias protestas, con las mujeres en primera línea
y nuevas movilizaciones y luchas que se anuncian son un punto de
partida. De este lado, las masivas movilizaciones contra el gasolinazo
y las reformas estructurales anuncian un nuevo periodo de luchas y
resistencia. Que al mismo tiempo gritan nuevamente ¡Fuera Peña! Es
urgente que los pueblos en lucha de ambos lados de la frontera se
extiendan la mano y, juntas, juntos, enfrentemos al monstruo
capitalista. Retomar el ejemplo de solidaridad internacional con la
causa de los 43 de Ayotzinapa desaparecidos desde septiembre de 2014. No
es el timo de la unidad nacional, sino de la unidad sin fronteras, de
la unidad desde abajo, de la unidad en la diversidad, de la unidad para
resistir y ganar.
En el caso mexicano, es urgente que el
descontento social que se ha expresado en multitudinarias y espontáneas
movilizaciones en todo el país, que en casos excepcionales como en Baja
California, han logrado obtener victorias parciales y aún no aseguradas,
puedan canalizarse y organizarse en frentes de lucha mas permanentes y
democráticos, al tiempo que los distintos referentes organizados puedan
impulsar y confluir en éstos espacios de encuentro. Casi un mes de
espontáneas protestas diarias en todo el país contra el gasolinazo
empiezan a conocer ya la entrada en acción también de las anteriores
fuerzas organizadas en lucha contra el neoliberalismo. Este jueves 26 un
sector decisivo de la clase trabajadora, representada por la Nueva
Central de Trabajadores, el Sindicato Mexicano de Electricistas, la
Asamblea Nacional de Usuario de Energía Eléctrica y apoyadas por la
Organización Política del Pueblo y los Trabajadores han hecho presente
en muy grande movilización por las calles de la Ciudad de México, un
flanco organizado proletario en el marco de la protesta popular,
ciudadana y espontánea de estos días. La movilización del 26 estuvo
precedida por decenas de tomas y protestas ante gasolineras y centros de
trabajo de la antigua Compañía de Luz en la Ciudad de México por parte
de la ANUE y el SME. El 31 de enero, por su parte, está convocada otra
gran movilización en la Ciudad de México, del otro polo de referencia
que representará la movilización de organizaciones campesinas y de la
UNT (Unión Nacional de Trabajadores), es decir relevantemente el
sindicato de telefonistas y de los universitarios. La dimensión de la
crisis y las protestas, plantean la necesidad y responsabilidad de
levantar un polo organizado del pueblo trabajador en lucha,
independiente de los llamados a la "unidad nacional" del gobierno y
todos los partidos institucionales (ahora no solamente los partidos del
Pacto por México, sino también Morena) que requieren de un esfuerzo
consciente y responsable de generar un espacio realmente unitario para
poder coordinar todos los esfuerzos en lucha nacionalmente y elevar la
protesta y lucha al nivel que requiere la circunstancia y la conclusión
de las tres consignas movilizadoras de estos días: Contra el gasolinazo, contra las reformas estructurales, Fuera Peña.
Elevar la protesta a nuevas formas de lucha incluso el paro cívico
nacional que no se trata simplemente de anunciarlo propagandísticamente
sino sobre todo de crear y coordinar las fuerzas sociales capaces de
hacerlo realidad.
Efectivamente, tirar las reformas
estructurales, especialmente la energética y educativa, no pueden
desligarse del objetivo político de la salida del gobierno Peña hoy (no
por la vía tersa e institucional que propone López Obrador esperando
hasta unos comicios ordenados en 2018 que representen una transición
pactada). De hecho a mediano plazo, tirar las reformas estructurales no
puede implicar volver simplemente a la Constitución como estaba antes
del 2013 (o de 1994 cuando entró en vigor el TLC), sino en realidad a un
nuevo Constituyente que rediseñe el país, más ahora que el imperialismo
yanqui, representado por Trump, impone un giro a la globalización
neoliberal que afanosamente los partidos del Pacto por México y sus
gobiernos impusieron a nuestro país, destruyendo derechos y conquistas
históricas reflejadas o no en algún momento en la propia Constitución.
Es cierto que la unidad desde abajo, de los movimientos y resistencias
todos, encuentra muchas dificultades, pero la continuación y
profundización de la crisis puede ayudar a forzarla en las siguientes
semanas. Para el 4 de febrero habrá nuevo gasolinazo, aprobado en
la Ley de Ingresos por los Partidos del Pacto por México. Y la
implementación práctica de los planes de Trump tampoco traerán un
periodo de paz y estabilidad, pese a los llamados a la "unidad
nacional". De nuevo, piensen en las consecuencias sociales de la
construcción del muro y el cobro del mismo y la posible deportación
masiva de trabajadores mexicanos de EU.
Hoy, tal vez como nunca
antes, es urgente que los movimientos sociales de ambos lados de la
frontera busquen espacios de encuentro y debate; levantar campañas
conjuntas. La solidaridad es crucial para frenar al odio racista. El
espíritu internacionalista es la única salida para derrotar al
nacionalismo xenófobo. Existen no pocos puntos de encuentro, los cientos
de movimientos que durante años han resistido los megaproyectos
ecocidas en México hoy se ven reflejados en el espejo de Standing Rock;
las decenas de presos políticos en cárceles mexicanas y los
manifestantes recientemente detenidos en EU que pueden enfrentar penas
de hasta diez años, son parte de una misma política de represión; las
mujeres que desde el año pasado salen a las calles en todo Latinoamérica
contra la violencia a las mujeres y los feminicidios tienen en las
millones de “pinks pussy hats” a sus hermanas.
Peña y Trump: ¡No pasarán!,
¡Unidos venceremos!
Ciudad de México a 25 de enero de 2017.
Comité Político del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT).
Partido Revolucionario de los Trabajadores
Pereyra 69, Col. Viaducto Piedad, C.P. 68200, México, D.F. Tel. 5590 0969
Fuente: http://www.prt.org.mx/node/455
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