Por Thalif Deen
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La resolución adoptada por el Consejo de Seguridad de la ONU el 31 de
octubre de 2000 y que destaca el papel de las mujeres en el
mantenimiento de la paz ha sido considerada histórica y sin precedentes
y, sin embargo, prácticamente no se ha implementado.
Mavic Cabrera Balleza, directora ejecutiva y coordinadora
internacional de la Red Global de Mujeres por la Paz, dijo a IPS que a
pesar de toda la agitación por la resolución conocida como 1325 hace 17
años, la proporción de mujeres en las operaciones de paz “es
increíblemente baja”.
En 1993, las mujeres representaban uno por ciento del personal
uniformado desplegado. En agosto de 2017, representaban solo 3,7 por
ciento del personal militar y 9,4 por ciento del policial.
“Es más que impactante. Si lo vamos a usar como indicador para
evaluar los logros de la resolución 1325, fracasamos estrepitosamente”,
declaró.
La directora ejecutiva de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, dijo
al Consejo de Seguridad en la tercera semana de octubre que la ausencia
de mujeres en las negociaciones de paz ya no parece normal y, sin
embargo, todavía es un lugar común.
“Todos los años, rastreamos la participación general de las mujeres
en los procesos de paz encabezados por la ONU” (Organización de las
Naciones Unidas), indicó.
“Ratreamos la incorporación de experiencia de género y de
disposiciones con perspectiva de género en los acuerdos de paz, y los
requisitos para consultar a las organizaciones de la sociedad civil. En
todos esos indicadores, estuvimos ligeramente peor que hace un año”,
añadió.
En la Conferencia de Paz de la Unión de Myanmar en 2016, antes de la
crisis actual, habían siete mujeres y 68 hombres entre los delegados. Y
en las últimas conversaciones de paz en República Centroafricana,
organizada por la Comunidad de Sant’Egidio, no se incluyó ni una sola
mujer.
La guerra civil de Siria ya lleva seis años y, a pesar de los grandes
esfuerzos de la ONU y del enviado especial, la participación de las
mujeres todavía es inadecuada y, a menudo, restringida a un papel de
asesoras. Esta marginación política se extiende más allá de las
conversaciones de paz, observó Phumzile Mlambo-Ngcuka.
Solo 17 países, de los 193 miembros de la ONU, tienen a una mujer
como jefa de gobierno o de Estado. Entre ellos, solo hay un país,
Liberia, donde tras un conflicto, la Presidencia de Ellen Johnson
Sirleaf se terminó luego de dos períodos de gobierno tras la realización
de elecciones democráticas y una transferencia de poder en paz.
La proporción de mujeres parlamentarias en países en conflicto o
posconflicto se estancó en 16 por ciento en los últimos dos años.
Por su parte, Sanam Naraghi Anderlini, una de las fundadoras de la
Red Internacional de Acción de la Sociedad Civil (ICAN, en inglés) dijo a
IPS que tiene que haber algún elemento de responsabilidad institucional
o estatal por el abuso y la explotación sexual en las misiones de
mantenimiento de la paz de la ONU.
No puede tratarse solo de “un soldado”, observó, después de todo “un
gobierno” despachó a ese soldado a esa misión de paz y debe asumir la
responsabilidad por su comportamiento escandaloso.
Segundo, “tenemos que ser más honestos sobre la zona gris de
explotación. La pobreza y la necesidad de alimentos y agua pueden
inducir al ‘consentimiento’, pero este puede ser abusivo o con visos de
explotación, aunque técnicamente no sea ilegal porque hay adultos
involucrados”, precisó.
Por último, hace 20 años que escuchamos la misma cantarola de que es
“difícil encontrar mujeres en el ejército”. ¿Por qué no repensamos de
forma radical el proceso de reclutamiento de mujeres en las fuerzas de
paz?, propuso Sanam Naraghi Anderlini.
“¿Por qué no tenemos institutos de mujeres para el mantenimiento de
la paz, donde ellas puedan recibir un entrenamiento militar básico, así
como habilidades específicas para ese fin?”, agregó.
Hay muchos países que pierden mujeres que emigran para realizar
trabajos domésticos por magros salarios y expuestas a abusos. Por qué no
apoyarlas para que se conviertan en promotoras de la paz; recibirían
mejores salarios y sus capacidades podrían resultar útiles para cuando
regresen a sus hogares, arguyó.
Cabrera Balleza comentó a IPS que los beneficios de contar con más
mujeres en las misiones de paz son numerosos y muy tangibles. El
personal femenino oficia de modelo, inspira a sus congéneres y niñas
para defender sus derechos y asumir roles no tradicionales y de
liderazgo, incluso en el sector de seguridad.
“También son más sensibles a las necesidades de las excombatientes,
las refugiadas y las sobrevivientes de violencia sexual y de género. Sin
duda, el personal femenino de las misiones de paz es fundamental para
el éxito de las operaciones de paz”, señaló.
También indicó que es fácil criticar a la ONU por su penoso fracaso
en el logro de la paridad de género en las operaciones de paz.
“Pero tenemos que analizar la fuente, y esos son los (193) estados miembro”, puntualizó.
“Hay muy pocas mujeres en las misiones de paz de la ONU porque las
fuentes son superficiales. La discriminación en el reclutamiento y las
políticas de contratación, así como un ambiente laboral inseguro dentro
de los países que aportan contingentes impiden que las mujeres se unan a
las fuerzas policiales y militares”, acotó.
Eso es sintomático de los grandes obstáculos en la implementación de
la resolución 1325, iniciada por el embajador Ambassador Anwarul K.
Chowdhury, de Bangladesh, cuando presidió el Consejo de Seguridad en
octubre de 2000, y las otras resoluciones sobre mujeres, paz y
seguridad.
También señaló que la falta de representación de las mujeres en las
operaciones de paz es un reflejo de su falta de representación en las
negociaciones de paz, en los procesos de decisión y en cargos de
gobernanza, en el diseño de programas de desarme y en la falta de fondos
para la participación femenina en la construcción de la paz.
Los problemas son múltiples, de orden político, económico, social y
cultural. De ahí que las soluciones también deban contar con enfoques
múltiples y ser holísticas.
Además, el trabajo de la ONU debe contemplar e incluir la voz de las
mujeres de comunidades afectadas por los conflictos y traducidas en
iniciativas adaptadas localmente.
“Remanguémonos, dispongámonos a trabajar, saquemos la resolución 1325
de Nueva York y llevémosla a las comunidades locales. Solo entonces
podremos cumplir la promesa de esa innovadora política internacional”,
declaró.
En un artículo en Foreign Affairs, Naraghi Anderlini, contó que
cuando comenzó a trabajar en las misiones de paz hace 20 años, la ONU
era blanco de críticas porque las fuerzas multinacionales en Camboya
habían abusado sexualmente de mujeres y niñas y propagado el VIH/sida y
otras enfermedades entre la población local.
Desde entonces, las acusaciones se han reiterado en República del Congo, Haití, Liberia y otros países.
En 2014, soldados de las operaciones de paz de Francia y Georgia se
vieron protagonizaron episodios de violencia sexual con niños
involucrados en República Centroafricana.
Tras una serie de investigaciones, en 2016, la ONU denunció 41 casos
de abuso por parte de cascos azules de Burundi y Gabón, entre los que
habían ocho casos de paternidad y seis con menores.
Con la llegada de Antonio Guterres como nuevo secretario general de
la ONU y la presencia de Suecia en el Consejo de Seguridad este año, el
asunto estuvo otra vez en el tapete, indicó Naraghi Anderlini.
En tanto promotor de una “política exterior feminista”, Suecia
priorizó la agenda de mujeres, paz y seguridad dentro del foro mundial,
observó.
Guterres y la delegación sueca coinciden en que un mejor equilibrio
de género en las fuerzas de paz facilitará un mejor acceso a las
comunidades y mejorará la transparencia y la responsabilidad de las
misiones y reducirá el grado de abusos sexuales.
De hecho, Suecia es un gran promotor de las operaciones de paz.
Según el gobierno, más de 80.000 hombres y mujeres han participado en distintas misiones hasta ahora.
Desde los primeros observadores que participaron en el Organismo para
la Vigilancia de la Tregua en Medio Oriente, en 1948, hasta su actual
participación en la misión de estabilización en Malí, el compromiso de
Suecia permanece intacto.
Traducido por Verónica Firme
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