Entrevista a Virginia Álvarez, responsable del informe ‘Ya es hora de que me creas’, de Amnistía Internacional
“Una de las primeras preguntas que nos hicimos al
plantear la investigación fue: si soy violada, ¿qué tengo que hacer? Y
nos dimos cuenta de que ninguna mujer sabía qué hacer”
Madrid, 14 nov. 2019. AmecoPress.- Amnistía
Internacional publicó hace un año el informe ‘Ya es hora de que me
creas. Un sistema que cuestiona y desprotege a las víctimas’. Virginia
Álvarez es la responsable de esta investigación que denuncia la falta de
políticas públicas y el recorrido lleno de obstáculos y prejuicios al
que se enfrentan las mujeres víctimas de violencia sexual.
Las mujeres que testimonian en el informe aseguran que si
llegan a saber lo que les esperaba, no hubieran denunciado. A lo largo
de la entrevista, la experta mapea y profundiza en las variables
jurídicas, policiales, sociales y culturales que propician que las
mujeres víctimas de violencia sexual encuentren muchos obstáculos para
ser creídas y lleguen a esa conclusión.
Los obstáculos que enfrenta una mujer que denuncia violencia
sexual nos llevan a hablar de violencia institucional. ¿Qué inercias
prevalecen cuando se denuncia una violación?
Los obstáculos con múltiples. Desde una policía poco sensible, poco
formada, que no entiende lo que es violencia de género y dentro de ella
la violencia sexual; profesionales sanitarios que tampoco tienen esa
formación adecuada para tratar con profesionalidad a mujeres que han
sufrido violencia sexual; médicos o médicas forenses que dudan del
relato de las mujeres; fiscalía, abogadas defensoras que dudan del
relato de las mujeres; jueces y juezas que no tienen la más mínima
sensibilidad y dudan del relato de las mujeres. Es un tratamiento con
tan poca sensibilidad y sin perspectiva de género, que produce incluso
que en los juicios al final la víctima termina siendo cuestionada.
En cualquier delito no se cuestiona la víctima. Una abogada que
participó en el informe ponía el ejemplo del derecho mercantil, donde el
índice de fraude es altísimo y, sin embargo, no existe esa incredulidad
por parte de la policía, fiscalía, jueces, en relación a la persona que
denuncia un delito. Cuando te roban un móvil no te preguntan si habías
bebido y por tanto no habías protegido el objeto robado.
Desde el momento de la violación o cualquier otra forma de violencia
sexual, independientemente de que la mujer decida denunciar o no, esta
se enfrenta a la falta de protocolos claros de actuación y a la ausencia
de formación específica de los profesionales que las atienden (policía,
personal médico, forense y judicial). Esto deja vía libre a
estereotipos y prejuicios que ponen en duda los testimonios de las
víctimas, minimizan las violaciones que sufren, e incluso las
responsabiliza de las mismas.
No digo agresión sexual, porque creo que en este tipo de análisis
debemos huir de la “agresión tipo”, que es la que tiene todo el mundo en
el imaginario. Hay muchas violencias sexuales que desgraciadamente
están muy ocultas y, si las mujeres tienen muchos problemas cuando
enfrentan las violencias sexuales que todo el mundo tiene en el
imaginario, qué no pasará con aquellas otras mujeres que sufren
violencias sexuales más ocultas.
¿Por qué esa línea tan fina que nos puede llevar de ser víctimas a ser las culpables? ¿Qué clichés permiten esto?
En la sociedad hay estereotipos que necesitan cambiar. Pero lo
realmente grave es que esos estereotipos condicionen la intervención de
los operadores jurídicos y policiales, repercutiendo en el tratamiento
que dan a las víctimas y en las decisiones que toman. Al final, es un
delito en el que la víctima tiene que convencer de que se comportó de
manera adecuada y no se merece lo que le ha sucedido.
La falta de una adecuada formación con perspectiva de género de las
personas que atienden a víctimas de violencia sexual pone en riesgo el
respeto de los derechos de las mujeres. "Las preguntas eran muy
repetitivas, y hacía como caras, me hacía sentir incómoda, porque yo
veía en su cara que no me creía", relató Blanca (nombre ficticio) a
Amnistía Internacional sobre el interrogatorio al que se la sometió al
presentar la denuncia en comisaría. Es uno de tantos ejemplos.
La ropa de la víctima, la hora en que se produjo la violación, si
había bebido o no, su nacionalidad, no pueden ser argumentos utilizados
para mermar su credibilidad cuando llegan a comisaría a poner una
denuncia, o cuando son atendidas en un hospital por personal forense. La
suerte de la víctima no puede depender de la sensibilidad de la persona
que la reciba.
“No hay políticas públicas a nivel estatal para luchar contra la violencia sexual”
Durante la jornada que Amnistía Internacional celebró el 5 de
octubre, usted hablaba de “lotería” al referirse a los derechos de las
víctimas en función de la comunidad autónoma en la que residan. ¿En qué
se traduce esto?
Una de las conclusiones del informe es que no hay políticas públicas a
nivel estatal para luchar contra la violencia sexual. La violencia que
se produce en el ámbito de la pareja o ex pareja sí entró en la agenda
del gobierno central y acabó derivando en un una ley, la Ley integral
contra la violencia de género de 2004, más o menos imperfecta y que
tiene que ser renovada, pero que permitió centrar la atención en esa
violencia específica y estableció un marco. Pero no existe ese marco en
la violencia sexual, a pesar de que es una violencia de género, porque
la mayoría abrumadora de las víctimas son mujeres y niñas.
Las pocas normativas o recursos que encontramos se han desarrollado a
nivel de comunidades autónomas y por eso la atención es muy desigual.
No tenemos un marco que garantice unos estándares mínimos que tienen que
ser conforme a los estándares internacionales: Convenio de Estambul por
ejemplo.
Así, encontramos que en Andalucía se había desarrollado un sistema de
atención a las víctimas donde las mujeres con las que hemos hablado se
muestran satisfechas con el trato recibido, el respeto de los tiempos,
el tipo de acompañamiento. En Galicia no existe nada. En Cataluña, si
estabas en Barcelona y caías en el hospital de referencia, iba
estupendo, pero si vas a una comisaría en otro lugar, no iba tan bien. 9
comunidades autónomas (Aragón, Baleares, Canarias, Extremadura,
Euskadi, Galicia, La Rioja, Murcia y Navarra, además de Ceuta y Melilla,
carecen de centros de atención especializados para víctimas de
violencia sexual.
Una de las primeras preguntas que nos hicimos al plantear la
investigación fue: si soy violada, ¿qué tengo que hacer? Y nos dimos
cuenta de que ninguna mujer sabía qué hacer. Es más, según la comunidad
autónoma donde vivas tendrás que hacer una cosa diferente. O incluso en
la misma comunidad, como por ejemplo la Comunidad de Madrid, no va ser
igual lo que tengas que hacer si sufres una agresión en Madrid capital o
es en Alcalá de Henares. Aunque la atención médica, incluida la
exploración ginecológica, está garantiza, existen diferencias en cuanto
al procedimiento a seguir. En Andalucía se puede acudir al centro médico
antes o después de la denuncia, mientras que en Madrid capital, hay que
denunciar antes de acudir al único hospital de referencia, la Paz, para
garantizar la presencia de personal forense.
Todo ello deriva a un proceso de revictimización desde el primer
momento. Un cuestionamiento, una burocracia, un periplo por el que tiene
que pasar la mujer para la salvaguarda de evidencias, la tortura de
tener que contar muchas veces lo que sucedió…
Tendría que haber un marco estatal que establezca las garantías y los
pasos que tiene que dar una persona que ha sufrido violencia sexual.
Estamos también proponiendo algo que existe en otros países, los
“centros de crisis”, es decir, centros con personal multidisciplinar con
una verdadera especialización en violencia sexual, disponibles las 24
horas, los 7 días de la semana, los 365 días del año, tal y como
establece el Consejo de Europa. Y un teléfono de 24 horas especializado,
con profesionales formadas que sepan cómo dirigir a la persona que ha
sido víctima de una agresión, para que pueda tener primero asistencia y
que la denuncia sea secundaria. Porque habrá personas que quieran
denunciar, otras que necesiten tiempo para hacerlo, otras que no
quieran.
Cuando rápidamente relacionamos la violencia sexual con la denuncia
es porque estamos pensando en esa agresión del libro, la que hace un
desconocido, en un callejón… ¿Qué pasa si es en el ámbito laboral?, ¿Qué
pasa con mujeres que están en situación irregular y están trabajando en
el servicio doméstico?, ¿Qué pasa cuando es un familiar quien agrede?
Hay que establecer mecanismos que permitan que cualquier persona que ha
sufrido violencia sexual pueda acceder a información y en segundo lugar a
protección y acompañamiento, como se ha previsto en la violencia que se
produce en una pareja.
La violencia sexual es violencia de género. Afecta a 1 de cada 2 mujeres, según la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA)
El pacto de Estado contra la violencia de género no presta la
suficiente atención a la violencia sexual. Sólo 30 medidas de 200 ¿Por
qué la violencia sexual sigue todavía sin ser considerada legislativa y
judicialmente una violencia machista?
La violencia sexual es violencia de género, pero nuestras leyes no lo
recogen así. Pongamos un ejemplo: si a una mujer en situación irregular
en España quien le agrede es su pareja o ex pareja, va a tener toda la
protección que brinda la ley integral contra la violencia de género, en
cuanto a asistencia, protección, incluso protección a una posible
expulsión. Pero si esa mujer sufre la misma agresión por parte de un
amigo o un conocido, no va a tener ningún tipo de protección, y puede
pasar que si accede a una comisaría lo primero que haga la policía es
incoarle un expediente de expulsión en base a su situación de
irregularidad.
Las autoridades todavía muestran desidia o desinterés para impulsar
los cambios necesarios. Es algo que no está en la agenda política, tal
vez también por los estereotipos. Pareciera que “a las buenas mujeres no
les pasan esas cosas”.
Pero conviene recordar que en España, entre enero y junio de
2018 se denunciaron 801 violaciones, más de 4 al día, según datos del
Ministerio del Interior.
Exacto. La violencia sexual afecta a 1 de cada 2 mujeres, según la
Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), o a más de
3.251.000 (13,7%), según la Macroencuesta sobre Violencia contra las
Mujeres de 2015. Estos sólo son algunos de los datos que se manejan,
provenientes de encuestas, pero que no permiten conocer la dimensión
real de la violencia sexual. La falta de datos oficiales invisibiliza y
minimiza este problema.
Hay estereotipos creados en torno a las víctimas. Pero
también en torno a la figura del agresor. Quienes violan no son
psicópatas desconocidos para las víctimas. De hecho, sólo un 18,5% de
los agresores son completamente desconocidos y un 80-90% de las
violaciones las llevan a cabo personas del entorno (tíos, hermanos,
vecinos, padres, abuelos…) ¿Qué consecuencias tienen estos estereotipos?
La realidad demuestra que la mayoría las violaciones se producen en
entornos conocidos y eso frena mucho que las mujeres denuncien porque no
se sienten respaldadas por el sistema. Cuando entrevistamos a mujeres
que habían sido agredidas por el entorno cercano nos comentaban cómo
habían sido cuestionadas por la sociedad y la administración. Incluso,
muchas son avisadas por los mismos abogados: mejor no denunciar porque
nadie las va a creer. Es por esos cuestionamientos previos que muchas
veces tardan en denunciar y eso acrecenta aún más la desconfianza. Todo
termina repercutiendo en eso: el cuestionamiento. Y es un freno que la
va a bloquear e impedir seguir buscando justicia.
“Lo que tiene que quedar claro es que el eje central de todo es el consentimiento”
El hecho de que las violaciones se den en el entorno cercano
puede llevarnos al menos a dos conclusiones. Por un lado explica la
dificultad para denunciar por parte de las mujeres. Pero también nos
lleva a deducir que la violación está mucho más presente y naturalizada
en la vida de las niñas y mujeres de lo que queremos pensar. Patricia
Simón, en el prólogo de ‘Creedme’, dice que todas las mujeres en algún
momento hemos pensado como reaccionaríamos ante una violación.
Efectivamente. Y te lo planteas y no sabrías que hacer. No está claro. Y cada persona reacciona de un modo diferente.
A partir de la sentencia de ‘la manada’ y todo lo que sucedió en
torno a ella, comenzó a reclamarse un cambio en el Código Penal. En la
campaña electoral de abril varios partidos anunciaron la reforma de los
delitos sexuales para definir la violación como sexo sin consentimiento y
no en base al uso de la fuerza o intimidación. ¿Cuál es su punto de
vista sobre esta reforma?
Lo que tiene que quedar claro es que el eje central de todo es el
consentimiento. Cualquier acto no consentido es agresión, violación o es
violencia sexual. Tal y como está actualmente el Código Penal y el
capítulo de los delitos contra la integridad y libertad sexual, no se
está haciendo pedagogía y no se respeta el criterio del consentimiento.
Necesitamos que el Código Penal lo deje claro porque en este momento
está farragoso. Efectivamente tienes que establecer una serie de
criterios y baremos para que la conducta sea más o menos gravada según
su importancia. Pero tiene que quedar claro que el eje es la falta de
consentimiento.
Por otro lado, las leyes ayudan pero no solucionan todo. La justicia
es importante pero la buena justicia repara y un buen trato y un buen
acompañamiento cuando una mujer va a denunciar ya está reparando.
Hasta llegar a un procedimiento judicial hay muchos pasos que dar que
están fallando. La ley tiene que revisarse con una perspectiva de
género inminente y de entendimiento de lo que es violencia sexual. “La
perspectiva de género es también una metodología a la hora de juzgar”,
dice Gloria Poyatos, y la ley tiene que acompañar esa metodología, sobre
todo cuando hablamos de delitos que afectan especialmente a las
mujeres.
Creemos que tiene que haber un marco común que trabaje la violencia
sexual como un tipo de violencia de género. Creemos que debe haber una
ley integral, pero se pueden empezar a hacer cosas. No cuesta tanto
poner un teléfono 24 horas con personas especializadas, se puede
promover la formación de los operadores, se puede empezar a promover
protocolos adecuados que no permitan el cuestionamiento de las mujeres.
A pesar de todo, a pesar de todas las dificultades y trabas,
las denuncias siguen aumentando. En 2019 hay un 11% de denuncias más en
relación al 2018.
Por una parte esto tiene que ver con la visibilidad que se ha ido
produciendo a partir de la sentencia ‘la manada’, de las movilizaciones
feministas, del Mee too. Las denuncias son la punta del iceberg, pero el
hecho de visibilizar anima a que muchas mujeres denuncien y exijan
justicia y reparación. Pero es muy complicado saber si antes no se
denunciaba o no se estaban recogiendo las denuncias. Y también es cierto
que una de las mayores dificultades que nos encontramos en la
investigación es la ausencia de datos.
Una mujer que ha sufrido violencia sexual puede tener una actitud de fortaleza y búsqueda de justicia
Hay una cuestión fundamental en el enfoque de la violencia
sexual y es qué pasa después en la vida de una superviviente. Todavía la
imagen que prevalece es que tu vida se acabó, es algo de lo que jamás
vas a recuperar. No creemos, a pesar de que la experiencia nos dice lo
contrario, que una mujer que ha sufrido violencia sexual pueda tener una
actitud de fortaleza y búsqueda de justicia.
Es un hecho dramático importante pero no tiene por qué detener tu
vida. El ser humano es capaz de mucho. Cada persona es un mundo, habrá
víctimas que necesiten mucho apoyo, otras no tanto, habrá quien necesite
tiempo.
Los medios de comunicación tienen una función o responsabilidad
pedagógica muy importante. Y lo cierto es que se sigue penalizando que
una mujer pueda rehacer su vida y ser feliz cuando sufre una violación.
Tenemos muy estereotipado todo. Y el cuestionamiento de la víctima se da
en todos los pasos. Antes, durante y después de una experiencia de
violencia sexual.
¿El avance de la ultraderecha puede paralizar los cambios necesarios y reclamados por la amplia mayoría de las mujeres?
Hay que intentar seguir empujando. Creo que los cambios son
imparables. Las mujeres, independientemente de la ideología, estamos
conquistando una serie de derechos y quiero pensar que a pesar de todo,
eso no se va a detener.
Foto: archivo AmecoPress, cedidas por Amnistía Internacional
—
Estado español – Violencia de género – Violencia sexual. 14 noviembre. 19. AmecoPress
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