El historiador Carlos Pereyra publicó en 1915 un bello libro, un ensayo histórico denominado Bolívar y Washington: un paralelo imposible.
Entre otros temas, Pereyra relata en qué forma las naciones
hispanoamericanas recién liberadas del imperio español, intentaron
formar una confederación que les diera fuerza para resistir los intentos
hispanos de reconquista, pero también frenar con esa unión, las
ambiciones de las naciones europeas que pretendían repartirse el
continente como si se tratara de un botín y, de paso, frenar las
intenciones de la denominada Doctrina Monroe que ocultaba otra codicia,
la de Estados Unidos entre sus aparentes buenas intenciones.
Su promotor fue el libertador Simón Bolívar, quien desde 1824 invitó a
los gobernantes de los nuevos países a una asamblea de
plenipotenciarios que pudiera tomar acuerdos, unir fuerzas militares y
abrir las fronteras entre los hispanoamericanos; los invitados fueron
Bolivia, gobernada entonces por el mariscal Sucre, Centroamérica que
conservaba una precaria unidad, la gran Colombia, Perú, Buenos Aires y
México; de nuestro país, quien impulsó este intento visionario fue el
político e historiador Lucas Alamán.
Relata Pereyra de qué manera el Congreso de Panamá, ciudad sede de la
primera reunión, fue estorbado por observadores e invitados extraños,
representantes de Estados Unidos e Inglaterra, que intuían que de
lograrse los objetivos propuestos por Bolívar y apoyados por el gobierno
de México, sus intereses colonialistas y comerciales no encontrarían
tierra fértil para desarrollarse; las naciones americanas separadas y
divididas en pequeños estados nacionales serían fácil presa de los
grandes intereses que ellos representaban; unidos en una gran nación o
confederados y con lazos estrechos a través de convenios equitativos, se
defenderían de esas ambiciones.
El título que se le dio a esta liga de naciones americanas fue
Congreso Anfictiónico de Panamá, en recuerdo e inspiración de la Liga Anfictiónica que unió a las ciudades de la antigua Grecia para defenderse del imperio persa que las asechaba. Las dificultades reales y provocadas que enfrentaron los plenipotenciarios provocaron que se suspendieran los trabajos y se propusiera para continuarlos la risueña Tacubaya, en México. Lamentablemente, la agitación que se vivía en nuestros países, las rivalidades entre los políticos novatos que dirigían nuestras naciones, las guerras extranjeras y las provocadas por las facciones locales, pospusieron indefinidamente el intento, que nunca fructificó, aunque tampoco fue olvidado y del que intelectuales latinoamericanos, como el mexicano José Vasconcelos, recordaron como el sueño de Bolívar.
Es la hora de releer a Pereyra, de recordar a Simón Bolívar y a Lucas
Alamán y también de revisar la posibilidad de fortalecer a la América
Latina que siempre ha sido vista con desprecio por nuestros vecinos de
continente, quienes, con su política pragmática, su culto al éxito
económico y su desprecio por la justicia social, han sido siempre un
obstáculo para nuestro desarrollo y crecimiento. La imposición en México
y en otros países como Chile y Colombia, de instituciones copiadas sin
mucha reflexión, el contagio de la idea de que la fuerza y las armas son
herramientas para resolver problemas sociales y de justicia y el culto
al becerro de oro, han sido malas influencias que en lugar de
servirnos para salir adelante y consolidarnos en el progreso compartido y
en la equidad, han producido efectos negativos de clara disolución
social e inmoralidad generalizada.
Vivimos tiempos difíciles, muchos analistas hablan del gran fracaso
del neoliberalismo causante del deterioro ecológico global y generador
de graves injusticias sociales; el gobierno del país
insigniano piensa sino en mostrar su fuerza, lo hace con amenazas, muros fronterizos, operativos militares y proliferación de frentes de guerra. Su presidente Trump propone abrir uno en México, para combatir a los cárteles de la droga, sin atender a su sociedad enferma que es la que sostiene a esos traficantes con el consumo de su mercancía.
Ante esto, se renueva la inquietud de que los países latinoamericanos
revisen nuevamente la posibilidad de alianzas económicas y colaboración
solidaria; México da la pauta contribuyendo al desarrollo de
Centroamérica y con su propuesta de combatir la violencia y la
inseguridad segando sus fuentes, que son la pobreza, la desigualdad, y
la falta de oportunidades; atendiendo la educación, disminuyendo
impuestos en la frontera norte, impulsando grandes obras en el sur como
el Tren Maya y el Transístmico.
Es quizás el momento de retomar el nunca olvidado proyecto
bolivariano; la unión, la concordia, la cooperación económica y cultural
entre nuestros países es una idea que renace. Una muestra es que
Alberto Fernández, presidente electo de Argentina, quien visitó nuestro
país, ve, como muchos otros, con buenos ojos esta posibilidad y nuestro
presidente no la rechaza.
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