Sano y seguro Evo Morales llegó a México tras un agotador cuan tenso viaje digno de un thriller
político, siempre con el titiritero gringo tras bambalinas, pero
también producto de la exitosa diplomacia mexicana de alto nivel.
Muchas gracias por salvarme la vida, dijo el boliviano nada más tocó suelo mexicano.
Para los derechosos ignorantes otorgar asilo a una personalidad
política como el boliviano resulta ser un simple operativo burocrático (
ven, aquí te esperamos, o si prefieres, vamos por tí, te damos un aventón y ¡listo!), pero lograr que llegue sano y salvo implica no sólo paciencia y decisión, sino inteligencia y destreza. Y así actuó el gobierno mexicano.
Resulta espectacular la narrativa del secretario de Relaciones
Exteriores, Marcelo Ebrard, sobre el complicado y, a cada paso, más
peligroso y tenso operativo diplomático del gobierno de López Obrador
para traer sano y salvo a Evo Morales en un avión de la Fuerza Aérea
Mexicana, siempre
toreandola larga mano gringa, que a su antojo mueve a los enclenques gobiernos latinoamericanos (casos concretos, los de Perú, Ecuador y el inexistente mando en Bolivia), quienes primero concedieron los permisos respectivos y después simplemente los cancelaron, porque así lo ordenó el titiritero.
Ebrard lo narró así: “En primer lugar, la ruta que se eligió fue a
través de Lima, Perú. Se pidió autorización al gobierno de ese país, se
nos otorgó. La aeronave bajó allí como el primer punto de contacto. Tuvo
que esperar, porque para poder conseguir las autorizaciones en Bolivia
correspondientes, pues ya se imaginarán ustedes el problema, en virtud
de que están en medio de un proceso político muy complejo y entonces no
está claro quién decide qué. Al final del día, se otorgó el permiso por
las autoridades competentes en Bolivia y se le dio instrucción a la
aeronave que viajara. Despegaron de Lima y cuando llegaron al espacio
aéreo de Bolivia les dijeron que no, que ese permiso ya no era válido.
Entonces, hubo que retornar a Lima, esperar varias horas para poder
conseguir la autorización, que finalmente (…) el comando de la fuerza
aérea fue el que otorgó el permiso para que pudiéramos ir, lo cual
también dice quién tiene el poder ahorita en Bolivia. Entonces, pasó la
aeronave, llegó al aeropuerto donde estaba esperándonos Evo Morales”.
Eso fue para recoger a Evo, pero el regreso fue mucho más complicado:
los bolivianos no autorizaron el uso de su espacio aéreo, tampoco el
gobierno peruano (
por valoraciones políticas, dijo el canciller de ese país, cuando estaba previsto recargar combustible en Lima) ni el gobierno ecuatoriano, de tal suerte que la cancillería mexicana debió recurrir al gobierno paraguayo y al apoyo del presidente electo de Argentina, Alberto Fernández. Fue
como un viaje por la política latinoamericana, cómo se toman las decisiones y los riesgos que se corren, sintetizó Ebrard.
Sólo como ejemplos, en la memoria quedan los casos del argentino
Héctor Cámpora, quien permaneció asilado más de tres años en la embajada
de México en Buenos Aires, bajo la permanente amenaza mortal de la
dictadura, y el heroico comportamiento de la embajada mexicana en
Santiago de Chile, con Gonzalo Martínez Corbalá a la cabeza, tras el
sangriento golpe de Estado de Augusto Pinochet.
Tampoco se puede olvidar el operativo de la Secretaría de
Relaciones Exteriores para evacuar a los mexicanos en altísimo riesgo
por la invasión de Estados Unidos a Panamá (diciembre de 1989), durante
la cual los soldados gringos disparaban a todo lo que se movía. Tras una
larga cuan tensa espera y los permisos correspondientes, un avión de la
Fuerza Aérea Mexicana despegó del aeropuerto de la capital panameña con
cerca de 100 mexicanos, entre ellos una buena cantidad de niños y dos
periodistas.
En fin, la política exterior mexicana y su tradición de asilo han salvado muchas vidas.
Las rebanadas del pastel
Pues nada, que panistas y derechistas en general sólo
estarían a gusto si regresa Maximiliano. Sería el único extranjero que
los haría felices, al borde del orgasmo.
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