11/13/2019

México SA de Carlos Fernández-Vega


Llega Evo Morales sano y salvo
AMLO: diplomacia de alto nivel

Sano y seguro Evo Morales llegó a México tras un agotador cuan tenso viaje digno de un thriller político, siempre con el titiritero gringo tras bambalinas, pero también producto de la exitosa diplomacia mexicana de alto nivel. Muchas gracias por salvarme la vida, dijo el boliviano nada más tocó suelo mexicano.
Para los derechosos ignorantes otorgar asilo a una personalidad política como el boliviano resulta ser un simple operativo burocrático (ven, aquí te esperamos, o si prefieres, vamos por tí, te damos un aventón y ¡listo!), pero lograr que llegue sano y salvo implica no sólo paciencia y decisión, sino inteligencia y destreza. Y así actuó el gobierno mexicano.
Resulta espectacular la narrativa del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, sobre el complicado y, a cada paso, más peligroso y tenso operativo diplomático del gobierno de López Obrador para traer sano y salvo a Evo Morales en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana, siempre toreando la larga mano gringa, que a su antojo mueve a los enclenques gobiernos latinoamericanos (casos concretos, los de Perú, Ecuador y el inexistente mando en Bolivia), quienes primero concedieron los permisos respectivos y después simplemente los cancelaron, porque así lo ordenó el titiritero.
Ebrard lo narró así: “En primer lugar, la ruta que se eligió fue a través de Lima, Perú. Se pidió autorización al gobierno de ese país, se nos otorgó. La aeronave bajó allí como el primer punto de contacto. Tuvo que esperar, porque para poder conseguir las autorizaciones en Bolivia correspondientes, pues ya se imaginarán ustedes el problema, en virtud de que están en medio de un proceso político muy complejo y entonces no está claro quién decide qué. Al final del día, se otorgó el permiso por las autoridades competentes en Bolivia y se le dio instrucción a la aeronave que viajara. Despegaron de Lima y cuando llegaron al espacio aéreo de Bolivia les dijeron que no, que ese permiso ya no era válido. Entonces, hubo que retornar a Lima, esperar varias horas para poder conseguir la autorización, que finalmente (…) el comando de la fuerza aérea fue el que otorgó el permiso para que pudiéramos ir, lo cual también dice quién tiene el poder ahorita en Bolivia. Entonces, pasó la aeronave, llegó al aeropuerto donde estaba esperándonos Evo Morales”.
Eso fue para recoger a Evo, pero el regreso fue mucho más complicado: los bolivianos no autorizaron el uso de su espacio aéreo, tampoco el gobierno peruano (por valoraciones políticas, dijo el canciller de ese país, cuando estaba previsto recargar combustible en Lima) ni el gobierno ecuatoriano, de tal suerte que la cancillería mexicana debió recurrir al gobierno paraguayo y al apoyo del presidente electo de Argentina, Alberto Fernández. Fue como un viaje por la política latinoamericana, cómo se toman las decisiones y los riesgos que se corren, sintetizó Ebrard.
Sólo como ejemplos, en la memoria quedan los casos del argentino Héctor Cámpora, quien permaneció asilado más de tres años en la embajada de México en Buenos Aires, bajo la permanente amenaza mortal de la dictadura, y el heroico comportamiento de la embajada mexicana en Santiago de Chile, con Gonzalo Martínez Corbalá a la cabeza, tras el sangriento golpe de Estado de Augusto Pinochet.
Tampoco se puede olvidar el operativo de la Secretaría de Relaciones Exteriores para evacuar a los mexicanos en altísimo riesgo por la invasión de Estados Unidos a Panamá (diciembre de 1989), durante la cual los soldados gringos disparaban a todo lo que se movía. Tras una larga cuan tensa espera y los permisos correspondientes, un avión de la Fuerza Aérea Mexicana despegó del aeropuerto de la capital panameña con cerca de 100 mexicanos, entre ellos una buena cantidad de niños y dos periodistas.
En fin, la política exterior mexicana y su tradición de asilo han salvado muchas vidas.
Las rebanadas del pastel
Pues nada, que panistas y derechistas en general sólo estarían a gusto si regresa Maximiliano. Sería el único extranjero que los haría felices, al borde del orgasmo.

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