Reglamentar la prostitución y
reconocerla como un “trabajo”, como se pretende en el Congreso de la
Ciudad de México, sería reforzar la construcción de la masculinidad
violenta, racista y clasista y mandar el mensaje de que las mujeres son
objeto de consumo.
De acuerdo con la sociología y académica del Centro de
Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH),
Olivia Tena Guerrero, en este debate hay que considerar que quienes
consumen la prostitución y pornografía son en su mayoría hombres y
quienes “ofertan” el servicio son mujeres”.
Al participar
en el foro “Retos y realidades de la lucha contra la trata”, organizado por el
diputado de Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Carlos Hernández Mirón, en el
Congreso de la Ciudad de México, la académica alertó que cuando se ganan
derechos vienen reacciones patriarcales y neoliberales como la de
reconocer el “trabajo sexual”.
Cabe recordar que en el Congreso capitalino se han presentado tres
propuestas para expedir una Ley de Trabajo no Asalariado, en las cuales se busca
legalizar esta actividad, que para algunas expertas y feministas encubre la trata
y la explotación sexual.
En este
contexto, Tena Guerrero habló de la relación entre patriarcado, prostitución y
pornografía y señaló que estudios feministas han mostrado que el “deseo” es una
categoría política y por tanto un concepto que no está exento de las relaciones
de poder.
La también investigadora en moral, género y salud, explicó que en el
tema de la prostitución las mujeres fingen para que parezca que “están
deseando” con el objetivo de que el otro, los hombres, se satisfagan.
A decir
de la docente, los hombres que compran sexo saben que las mujeres fingen.
Además, ellos no adquieren los servicios por deseo sexual sino por poder. Consumir,
señaló, es una forma de demostrar, a sí mismos y a otros hombres, su virilidad.
Tena aseguró
que es importante preguntarse qué tipo de masculinidad se construye si se
regulariza la prostitución como un trabajo. Sobre todo, indicó, cuando los
hombres construyen su masculinidad consumiendo prostitución y pornografía.
Continúo, al señalar que en la prestación de la relación sexual no
está mediada por el deseo, sino por la ilusión del deseo de la mujer a
sabiendas de que su deseo es fingido, por tanto, el trabajo sexual no es
espacio para el placer ni es una relación amoroso ni erótica.
La académica aseguró que legalizar es igual a normalizar, en este
caso normalizar la explotación sexual y la violencia. Agregó que una ley
que reconozca esta actividad como trabajo provocaría una doble
explotación: la laboral y la sexual.
Por último, dijo que así como hoy sucede en el Congreso de la Ciudad
de México, los políticos construyen nuevas narrativas que adaptan al
nuevo orden neoliberal del mercado, porque ahora se argumenta que la
prostitución puede ser una elección consentida a pesar de que no es
fácil distinguir libertad y coacción.
Por otra parte, señaló que el piso común entre quienes buscan abolir
la prostitución y quienes quieren reglamentarla como un “trabajo” es
garantizar mejores condiciones de vida para las mujeres, no
criminalizarlas y que el Estado les garantice derechos sociales a todas.
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