MADRID (apro).—En junio de 2016, el
expresidente uruguayo, José Mujica decidió divulgar una carta que había
enviado siete meses antes a Luis Almagro, secretario general de la
Organización de Estados Americanos (OEA), en la que le muestra su
arrepentimiento de haberle apoyado para que llegara a ese alto cargo del
organismo multilateral, y cuyo respaldo resultó clave para alcanzarlo.
“Lamento que los hechos reiteradamente me demuestren que estaba equivocado”, puso en la carta de Mujica, fechada el 18 de noviembre de 2015, y escrita como respuesta a la ofensiva iniciada por Almagro para analizar si el gobierno venezolano de Nicolás Maduro cumplía la Carta Democrática de la OEA.“Luis: (…) Venezuela necesita paz interior, es decir convivencia en primer término, y deberíamos trabajar para ello”. “Venezuela nos necesita como albañiles y no como jueces, la presión exterior solo crea paranoia y esto no colabora hacia condiciones internas en esa sociedad.“Repito: la verdadera solidaridad es contribuir a que los venezolanos se puedan autodeterminar respetando sus diferencias, pero esto implica clima que lo posibilite”.
El reconocido expresidente uruguayo añade, “creo que en algún momento
habrá que servir de puente para que Venezuela toda pueda manejar con
solvencia su autodeterminación y no deberíamos divorciarnos de ese
rumbo. Todos sabemos que Venezuela es reserva petrolera para los
próximos 300 años. Allí radica su riqueza y su desgracia, porque Estados
Unidos es adicto al petróleo y sus intereses presionan y cómo”.
Y le reprocha: “Lamento el rumbo por el que enfilaste y lo sé
irreversible, por eso ahora formalmente te digo adiós y me despido”.
De esta forma, Mujica daba por terminada su relación con Almagro,
quien fue su canciller de 2010 a 2015. Pero no solo eso, definía la
nueva geografía política en América Latina frente a los gobiernos
llamados de izquierda y la derecha latinoamericana, siempre respaldada
por Estados Unidos y por los sectores políticos y económicos más
conservadores de Madrid.
El documento ahora vuelve a tener relevancia ante el desenlace de los
acontecimientos en Bolivia, y deja en evidencia el antes y el después
en la biografía del excanciller uruguayo.
Almagro está hoy en la polémica por la deriva de los acontecimientos
en Bolivia, pero también su silencio y su caminar de puntitas frente a
otros acontecimientos como la represión en Chile o la deriva
reaccionaria de Bolsonaro en Brasil, por mencionar dos hechos concretos.
Este martes 12 se celebró una sesión extraordinaria del Consejo
Permanente de la OEA, convocada de forma urgente tras la renuncia de
Morales, donde México y Estados Unidos chocaron en sus posturas sobre el
polémico proceso boliviano. La representación mexicana condenó un golpe
de Estado en Bolivia, mientras la delegación estadunidense celebró la
renuncia de Evo Morales, como lo cita el sitio proceso.com.mx.
En la sesión, Alfredo Icaza, titular de la misión electoral leyó el
informe de la OEA en la que Almagro se basó para pedir la repetición del
proceso electoral. El informe documenta las irregularidades detectadas
en los comicios del 20 de octubre, en la que concluye que “resulta
probable que el candidato (Evo) Morales haya quedado en primer lugar y
el candidato (Carlos) Mesa en segundo”.
“Sin embargo, resulta improbable estadísticamente que el candidato Morales haya obtenido el 10% de diferencia para evitar una segunda vuelta”.
Los representantes de México, Uruguay y Nicaragua, además de los
representantes del gobierno de Morales, recordaron la legitimidad que
tenía Evo Morales, cuyo mandato terminaba el 22 de enero de 2020, y
condenaron la intervención de los militares en los hechos. La postura no
entra en valoraciones sobre el proceso electoral, donde se denunciaron
irregularidades, sino en el desenlace de hechos fuera de la Constitución
boliviana.
Colombia, Brasil y la delegación del venezolano Juan Guaidó, por su
parte, se alinearon con Estados Unidos al acusar a Morales de un fraude
electoral “masivo” y urgieron un proceso de “transición democrática” sin
violencia y en paz social.
Lo sintomático, una vez más, fue el posicionamiento de Luis Almagro,
el secretario general de la OEA, quien muestra una evidente parcialidad
en la resolución de la crisis.
Almagro señaló: “Sí, hubo un golpe de Estado en Bolivia: ocurrió el
20 de octubre, cuando se cometió el fraude electoral que tenía como
resultado el triunfo del expresidente Evo Morales en primera vuelta (…)
¿Quién de ustedes está a favor del fraude electoral? Eso sí es volver a
las peores formas del hemisferio. Eso sí es absolutamente condenable e
inadmisible”.
“Es muy triste, es el horror de los horrores. Es el despropósito de los despropósitos: que se arroje el legado político del primer presidente indígena de Bolivia por la borda de un autogolpe. Duele en el alma”.
El diplomático uruguayo volteó las cosas y acusó a Morales de un
autogolpe, pero guarda silencio ante el sector más oscurantista de la
derecha y la milicia boliviana
Antes de esa sesión, el presidente mexicano, Andrés Manuel López
Obador, había exigido a la OEA la convocatoria de la referida sesión
extraordinaria y a fijar con claridad una postura, no al silencio”. Lo
hizo después de que el canciller Marcelo Ebrard advirtiera que no
reconocería a ningún gobierno que emane de las filas del ejército en
Bolivia, debido a que rompieron el orden constitucional que prevalecía
en el país.
La embajadora Luz Elena Baños Rivas, representante de México en la
OEA, lanzó una tajante postura en la que denunciaba el silencio de Luis
Almagro y cuestionó su imparcialidad.
“El secretario general, que despliega una constante e inusitada actividad mediática ha permanecido también sorpresivamente callado (…) ante el desbordamiento de la violencia y el peligro en el que se encuentra la vida de muchas personas, sin atribularse demasiado, al menos públicamente, para proteger con urgencia la democracia y los derechos humanos. Nos preguntamos, ¿cuáles son sus prioridades?”.
Es conocida la doble vara de medir de Almagro –quien aspira a
reelegirse en marzo próximo—, porque frente a su silencio en ciertos
casos, ha mostrado un fuerte activismo en el caso venezolano.
El año pasado, por ejemplo, participó en la Casa de América en
Madrid, en la ponencia denominada “Venezuela como problema. Los desafíos
para el fortalecimiento de las democracias latinoamericanas en el
2018”, que era parte del ciclo “América Vota”.
Almagro estuvo arropado por el premio Nobel de Literatura, Mario
Vargas Llosa, de posiciones furibundas contra el gobierno de Venezuela y
todos a los que califica como “populistas”.
El secretario general de la OEA lanzó elogios a la política exterior
de Donald Trump hacia Venezuela y Cuba, y arremetió contra Naciones
Unidas, que calificó de “falacias”, por asumir una posición mediadora en
el conflicto.
Pidió que los países latinoamericanos pasen de las declaraciones a
“la acción” y, como Estados Unidos y la Unión Europea, adopten sanciones
económicas contra los responsables de la “dictadura chavista” y apoyen
los procesos para llevarlos ante la Corte Penal Internacional.
Señaló que esperaba que, ante el relevo, en ese momento al frente del
departamento de Estado permitiera actuar “con más determinación” y con
“una visión única” respecto a Venezuela.
Para nadie es desconocido el choque de posiciones que han mostrado la
secretaría general de la OEA de Luis Almagro y el gobierno de López
Obrador con el caso de Venezuela.
En febrero pasado, durante una visita a México para participar en el
Oslo Freedom Forum (OFF), dedicado a los derechos humanos, el uruguayo
criticó que apostar por la neutralidad en la crisis social, política y
económica que está viviendo Venezuela podría afectar a toda la región.
Lo dijo luego que López Obrador fijara su posición de no involucrarse
en el tema venezolano uniéndose a los países que componen la Cumbre de
Lima sobre la crisis venezolana, donde ni México ni Uruguay
participaron.
“Si somos permisivos al respecto, si somos neutros respecto a esto, el futuro de este continente no va a ser muy bueno”, dijo Almagro, quien está coincidentemente alineado con las posiciones de la Casa Blanca de Donald Trump, así, Almagro desfila al ritmo de los tambores de guerra que ha hablado de una intervención militar en Venezuela.
En la cumbre de agosto pasado, el asesor de Seguridad Nacional de
Donald Trump, John Bolton, expuso las sanciones impuestas por su
gobierno al de Nicolás Maduro y que éstas se harían extensivas a
cualquier institución o persona que se vincule con él.
Ahí, Almagro se mostró cauto y negó que una intervención militar en
Venezuela sea la solución, apostando por el diálogo entre las distintas
partes. “Somos los primeros en condenar una intervención militar por la
sencilla razón de que cualquier manual de texto de derecho internacional
público condena la intervención militar”.
Almagro olvidó esa tesis en el caso de Bolivia y prefirió posicionarse en contra de Evo Morales
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